“La isla azul”
Por Ivan García
Hay una cierta textura, casi palpable, en la cercanía y el uso que Claudia Varejao hace del fílmico en su nueva película. Los personajes se cruzan mirando al piso o al horizonte, parece que todos tienen algo que los atosiga pero de lo que no pueden hablar, y la cámara los sigue de forma sigilosa pero cercana, como si fuese de modo observacional, buscando encontrar esos breves momentos de paz o de sosiego, un pequeño gesto o un lugar donde aparezca la libertad.
Ana vive con su madre y sus hermanos en una isla pesquera fuera de Portugal, y en cierta forma el aislamiento les ha dado el perfil de un pueblo viejo, con una presencia muy fuerte de lo religioso y lo tradicional, que se extiende desde los usos diarios hasta la forma de vida y de trabajo allí. La pesca parece dar menos fruto cada día y los jóvenes emprenden una rebelión ante los mayores que, si bien es esperable y natural, se da de una forma silenciosa, pausada y reflexiva.
Su hermano trabaja en el barco de día, y por las noches se junta con un grupo que trafica barriles de cocaína desde el océano, en primer término, como una forma de cubrir ese faltante de dinero, pero quizás también para paliar el aburrimiento y el tedio de la rutina en la isla. El mejor amigo de Ana tampoco encuentra su lugar en esta estructura, ya que no se amolda al estereotipo masculino que sus compañeros y sobre todo su padre esperan de él. Todos ellos encuentran cierta forma de escapismo en los shows y bailes en un boliche cercano que les permite mostrarse como son. Es solo Ana la que permanece la mayoría del metraje ensimismada y conflictuada por algo que no se nos hace evidente hasta que se devela cerca del final.
El azul del mar parece extenderse por sobre toda la isla y sus habitantes, motivando cierta tristeza que los mantiene cabizbajos, y esta fotografía fría va de la mano con las decisiones estéticas que ya he mencionado, generando una ambientación muy marcada y bella que, si bien puede sentirse algo superficial en cuanto a sus personajes, refuerza bien esa idea de lo íntimo y personal en un lugar donde es difícil expresarse y lograr ser uno mismo abiertamente.
Algo en lo que quizás se queda corta la película es en la relación entre sus personajes. El enfoque minimalista e intimista prioriza reacciones y ambientación por sobre diálogos y situaciones de conflicto o de conexión que hagan ver un poco más el desarrollo, lo que hace que a veces se sientan un poco forzados ciertos giros de la trama. Es también otra forma de enfocar algo que puede verse como un “coming of age”, sobre un grupo de adolescentes que están en proceso de encontrar una identidad propia en un entorno opresivo.
En cuanto a su temática y su abordaje estético, podemos decir cuanto menos que es una conjunción original, y mayormente bien lograda. El tiempo fluye lentamente del mismo modo que les sucede a Ana y el resto de los protagonistas. Una película bella y cercana, traspasada por un frío como el del puerto de la isla.
Titulo: Lobo e Cão
Año: 2022
País: Portugal
Director: Cláudia Varejão