“Una procreación industrial”
Por Lucas Greco
A lo largo del desarrollo histórico de la industria en el mundo, se han ido perfeccionando y mecanizando procesos relacionados no sólo con lo material, sino también con lo que atañe al cuerpo y su reproducción. En Lili Alone se torna visible la mercantilización de la medicina que requiere de cuerpos, de masa y materialidad, para poder cumplir su función de negocio, intentando alimentar una sociedad que requiere tanto de vida como de muerte para progresar.
La historia se centra en Lili, una mujer que a causa de la enfermedad de su padre necesita mucho dinero para poder costear el tratamiento que lo cure. Su esposo, claro reflejo de una sociedad patriarcal, apareciendo fuera de campo, como mera voz autoritaria, hace caso omiso a esa situación y la deja desamparada, tanto financiera como emocionalmente; a su vez, maltrata a su hijo, representado como esa generación que se la pasa con el celular porque no encuentra sustento y cobijo en una familia disfuncional. Entonces, la madre, que a su vez es hija, deberá conseguir el dinero y eso implica viajar sola, alejarse de su familia, donde en otra ciudad alquilará su vientre a cambio de dinero.
Hay un movimiento de traslación inicial que luego se verá tensionado con la máxima reclusión que le será impuesto. Se le dará una habitación en un complejo que la cámara evidencia casi como una prisión, y tiene prohibido salir salvo que cuente con un permiso. El control se vuelve sustento y base de una forma de procrear relacionado con un laboratorio. La burocratización de ese proceso, el cual Lili sólo accede marginalmente ya que no posee los conocimientos legales del tema, precisa del cuerpo para fundamentarse y legalizarse. Porque es gracias a la corporalidad que las diversas fases se activan, transformándose en evolución y seguimiento, para que finalicen en dinero y mercancía. La cámara estática construye esos espacios, pero que toman plena consciencia por la psiquis de una mujer confinada por pura necesidad económica. La misma que la medicina le requiere para poder efectuarse como sanación. Nacimiento y salvación se retroalimentan para luego separarse.
Hay una lógica que coordina e interrelaciona dinero y cuerpo constantemente. Se tensionan por la vida, su embarazo, y la muerte, su padre. Estas dos caras de la misma moneda van entrelazando el cortometraje hasta culminar en Lili y su periplo por salvaguardar a su familia. Pero, mientras intenta salvaguardar a la suya, otra depende de ella para recibir el mito de la procreación. Una gestación industrializada y fomentada por la motivación familiar que indefectiblemente desembocará también en muerte.
En la habitación, o celda, conocerá a otras mujeres que llevan adelante el mismo proceso. Su relación será causal y estará alimentada por rutinas de ejercicio y espacios comunes. En una conversación que mantiene con su compañera de cuarto, nos enteramos de que ella también hizo un viaje desde un pueblo hacia la ciudad para llevar a cabo ese tratamiento que le provea de dinero. Ambas exponen esa tendencia de vender sus cuerpos para obtener el rédito que en sus pueblos no podrían. Cuerpo y nacimiento como fines de lucro sustentan los nexos que son las venas y la sangre de ese edificio que funciona como centro de reclusión.
Sin embargo, todo puede cambiar en un segundo y esa burocracia que funciona como sostén del cuerpo, también puede aniquilarlo. Decisiones ajenas pueden poner fin a un proceso así sin más, aún recibiendo el pago pactado. La vida se vuelve muerte en un santiamén, así como el nacimiento extirpación. Quizás ver las entrañas del monstruo sirva como escape hacia una redención.