“Desdibujando los límites”
Por Martin Haczek.
Hay obras que, sea por decisiones estéticas, temáticas, formales o argumentales, se organizan inmediatamente alrededor de una serie. Los confines del mundo de Guillame Nicloux establece de una forma clara, al menos, dos. Por un lado, una obviedad, el gran armador de series de toda obra narrativa: el género. Se trata de una película que, con más o menos puntos de encuentro, participa de lo que podríamos denominar, sin muchos refinamientos teóricos, “películas de guerra”. Por otro lado (pero, no tan por otro lado) una ubicación geográfica específica: Indochina, Vietnam. La serie es interminable: desde los clásicos Apocalypse Now (1979) de Coppola y Full Metal Jacket (1987) de Kubrick hasta las más cercanas Rescue Dawn de (2006) de Herzog o el documental The Vietnam War (2017) de Ken Burns y Lynn Novick. Pero lo interesante de la obra de Nicloux es menos cómo se integra a la serie que los modos en que establece distancias o puntos de alejamiento; las formas en que se incluye en una cadena que la hace ser vista de forma comparativa al mismo tiempo que construye las particularidades que la hacen un film interesantísimo y particular, alejado de la copia o la simple reversión de algún clásico.
La película nos presenta a Robert Tassen (en una remarcable actuación de Gaspard Ulliel), soldado francés sobreviviente de una masacre ejecutada por soldados del Vietcong y ordenada por el teniente de Ho Chin Min, Vo Binh Yen, en plena ocupación francesa de lo que, en ese momento, era conocido como Indochina y llegará a las primeras planas occidentales veinte años más adelante bajo el célebre nombre de Vietnam. Es que, como el título nos permite observar de forma clara (y aquí uno de los puntos de distanciamiento del film de Nicloux en relación a la serie en que se ubica) la historia no transcurre en el centro nodal de su contexto histórico: la secuencia narrativa comienza a principios de marzo de 1945, apenas unos meses antes de la caída de la Alemania Nazi en manos del Ejército Rojo, y continúa hasta principios de 1946. Lejos del teatro central del mundo, donde Francia salía de la ocupación alemana e, Hiroshima y Nagasaki mediante, la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin, la película se ubica donde su nombre indica: desplazada del centro, en un punto perdido del mapa que recién cobrará centralidad tras la intervención yankee durante la década de 1960. En ese contexto, Tassen busca llevar adelante una venganza personal por la ejecución de su hermano y cuñada en la misma masacre en la que él logró sobrevivir. Con ese objetivo vuelve a alistarse en el ejército colonialista francés.
La película narra, entonces, menos los pormenores de un conflicto histórico real que la transformación e intento de venganza del personaje principal. Suspendiendo todo juicio moral, y desdibujando mediante escenas de altísimo grado de violencia los límites entre buenos y malos, Nicloux lográ posicionarnos dentro de la mente perturbada del soldado colonizador, a quien los intereses de la metrópoli le preocupan casi tanto como la vida de los habitantes de Indochina (y eso es, en efecto, muy poco). Incluso el propio ejército francés funciona como una excusa o herramienta para llevar adelante su búsqueda personal del fantasmagórico Vo Binh Yen —quien difícilmente no recuerde, al espectador atento, al Kurtz que Coppola toma prestado de El corazón de las tinieblas (1902) de Joseph Conrad. Dos aspectos formales ayudan a construir el punto de vista del personaje: por un lado, la banda sonora a cargo de Shannon Wright, que esta menos al servicio de los climas narrativos que de los estados subjetivos de Tassen; por otro, la decisión de no subtitular las conversaciones en vietnamita: como espectadores estamos automáticamente dentro de la visión del personaje principal, quien no sabe si sus colaboradores locales le están tendiendo una trampa o están charlando sobre el clima.
Full Metal Jacket y Apocalypse Now retrataron, cada una a su modo, lo ridículo y absurdo de la guerra de Vietnam y el intento de ocupación norteamericano. Les confines du monde parece trabajar con su contexto de otro modo: la crítica a las posiciones colonialistas de los estados occidentales no recae en acciones orgánicas de los ejércitos y sus oficiales, sino en la brutalidad de un soldado raso que desoye cualquier orden de superiores para llevar adelante su aventura íntima, que poco obedece a los intereses franceses, más ligados a mantener la calma y realizar una pronta retirada ante el avance incontenible de los comunistas indochinos. En este sentido parece actuar el personaje de Gérard Depardieu, un escritor francés radicado en la zona de conflicto, quien parece estar poco interesado en el derramamiento de sangre. Mediante apariciones esporádicas intenta convencer a Tassen de que vuelva a Europa. Los diálogos entre ellos son, quizás, algunos de los momentos más altos de la película de Nicloux.
Esto no significa, por supuesto, que la película esquive la crítica al colonialismo y las intervenciones militares occidentales en el llamado “tercer mundo”; sólo decide organizarlo narrativamente de un modo distinto. Sí existen, no obstante, puntos de encuentro con películas de la serie citada: las relaciones entre colonizadores y colonizados, la organización económica que el golpeado pueblo vietnamita/indochino despliega alrededor de los ocupadores (venta de opio, prostitución, cambiarse de bando por un plato de comida). En el tiempo que nos toca, cuando la primera potencia mundial asesina a un héroe nacional iraní al otro lado del mundo con la liviandad de quien corta una flor en el jardín de su casa, volver a poner la lupa sobre el colonialismo y las prácticas de los soldados “civilizados” en los confines del mundo es siempre bienvenido⚫
Titulo: Les confins du monde
Año: 2018
País: Francia
Director: Guillaume Nicloux