El festival se llevará a cabo del 9 al 18 de noviembre y desde Revista Caligari queremos recomendar lo que consideramos imperdible.
Vitalina Varela, de Pedro Costa.
Sinopsis:
A una Lisboa recóndita, lejana a las postales turísticas, compuesta por laberintos lúgubres y procesiones en penumbras, llega Vitalina Varela (personaje que aparecía en Cavalo dinheiro, el film anterior de Pedro Costa). Viene de Cabo Verde para despedir a su marido, a quien no ve desde hace mucho tiempo y que acaba de fallecer. A partir de allí, Vitalina inicia una búsqueda personal tras los pasos de una vida que su viejo amor dejó y que ella desconoce, mientras deambula como zombie, con el peso de la tristeza en sus hombros, por pasajes subterráneos y laberintos que parecen no ir a ninguna parte. Como lo viene haciendo desde la increíble Juventude em marcha (2006), Costa maneja el espacio, la luz y el sonido de una manera única y misteriosa, acompañando la investigación y el devenir de Vitalina (y su cortejo de espectros: “los espíritus solo hablan en portugués”, dice alguien, y la película parece darle la razón) con un virtuosismo tan elegante como pesadillesco.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de José Luis Torres Leiva
Sinopsis:
En su nueva película, José Luis Torres Leiva se centra en Ana y María, quienes ya llevan veinte años de pareja. María tiene cáncer pero no quiere tratárselo, y ambas deciden irse a vivir a una casita en medio del bosque mientras esperan la muerte. El film las sigue en su doloroso viaje a un desenlace inevitable, pero también se permite dos desvíos en forma de relatos narrados por uno de los personajes y puestos en imágenes: la historia de una niña que creció en el bosque y es rescatada por una mujer, y la del tío de María y su encuentro fugaz con otro hombre, quien terminó siendo el amor de su vida. Puede que estos dos paréntesis dentro de la historia estén ahí para darnos un descanso de todo el sufrimiento, pero lo cierto es que están narrados de manera tan magistral que terminan elevando la película aún más.
Angélica, de Delfina Castagnino
Sinopsis:
Sin dudas, Angélica está en crisis. Su madre ha muerto hace poco, tiene que vaciar la casa de su infancia porque van a demolerla, no parece haber superado la ruptura con su ex y está por cumplir 40 años. Sin saber cómo enfrentar ninguna de estas cosas, escapa hacia el pasado: se refugia en secreto en la casa de su infancia y, mientras a su alrededor las paredes se derrumban, la realidad se enrarece. Escondida en esa casa que es a la vez guarida y trampa, Angélica se va perdiendo a sí misma para fundirse con su madre. Delfina Castagnino construye un relato elíptico y siniestro, sembrado de sombras y ruidos perturbadores; una película en la que un encuadre, una nota musical o un movimiento de cámara pueden convertir un empapelado descascarado en una amenaza, y una diapositiva en un fantasma. Así, lo que podría ser un drama familiar se transforma en un thriller psicológico: Angélica transforma el duelo en un cuento de terror.
Ne croyez surtout pas que je hurles, de Frank Beauvais
Sinopsis:
Una separación deja al director solo en un pequeño pueblo alsaciano, culturalmente detenido en otras épocas y sometido a una monotonía similar a la que él se dispone a enfrentar. Desde ese momento, las pérdidas y los conflictos irrumpirán abruptamente en una transición febril, mientras las atrocidades y las celebraciones sacuden el espíritu del pueblo francés. En el transcurso de aquellos meses convulsionados, Frank Beauvais miró centenares de películas a un ritmo voraz, y utilizó sus fragmentos para acompañar las memorias e impresiones de una odisea espiritual a través de la soledad (a veces presente en la compañía de los seres más cercanos), los duelos que se superponen y la necesidad cada vez más intensa de dar el próximo paso. Esas imágenes, canciones y pequeños instantes que Beauvais rescata son los motores que lo impulsan a seguir adelante mientras el mundo pretende encerrarse cada vez más en sí mismo, y construyen la fuerza arrolladora de su relato.
About Endlessness, de Roy Andersson
Sinopsis:
La nueva película de Roy Andersson, una especie de secuela espiritual de A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence, está compuesta por una serie de viñetas narradas por una mujer joven desde un futuro indefinido: una pareja flota por una Colonia en ruinas; un padre se detiene a atar los cordones de los zapatos de su hija bajo la lluvia; un cura con crisis de fe busca ayuda de un psiquiatra que lo único que quiere es llegar a tomar el colectivo de vuelta a casa. La película, por la que Andersson ganó el León de Plata a Mejor Director en el último Festival de Venecia, es otra muestra de su talento para captar la esencia de la vida, transitando entre la comedia y el drama, entre la alegría y la tristeza. Y todo esto en apenas 76 encantadores minutos.
Bitter Bread, de Abbas Fahdel
Sinopsis:
Abbas Fahdel vuelve al documental tras ese respiro amoroso que fue Yara. Y, como lo había hecho en la indispensable Homeland (Iraq Year Zero), aborda un universo que estamos acostumbrados a ver a través de noticias prejuiciosas: un campo de refugiados sirios en el Líbano. Fahdel retrata un invierno muy duro en el que hasta lo más sencillo se vuelve imposible y, sin ningún miserabilisimo, hace palpable la desigualdad que se expresa en lo cotidiano. Bitter Bread es un documental simple en apariencia pero profundamente político. Otra vez, los niños son la puerta de entrada a ese otro mundo: muchos han nacido en esas carpas y conforman un pequeño universo paralelo al de los adultos. Son sus rostros los que van puntuando el relato; una decisión de peso en una película que, enraizándose en el presente, interpela sin temor al futuro.
Liberté, de Albert Serra
Sinopsis:
Tras La Mort de Louis XIV, Serra vuelve con otra provocativa pieza histórica, componente cinematográfico de un proyecto que comenzó como una obra teatral en Berlín y siguió como una instalación en Madrid. Liberté sigue a un grupo de aristócratas libidinosos, exiliados de la corte de Luis XVI, que se embarcan en una larga noche para concretar sus fantasías sexuales y explorar su filosofía del libertinaje. Serra adopta un enfoque warholiano sobre el sadismo y, si bien algo del sexo es explícito, la película resalta la interacción entre el exhibicionismo y el voyeurismo, lo visto y lo que no se ve, la lujuria y el tedio, mientras la fotografía de Artur Tort captura magistralmente los actos carnales en imágenes que recuerdan a los grandes cuadros neoclásicos y rococó de Watteau, Fragonard y Boucher.
House of Hummingbird, de Kim Bora
Sinopsis:
Claro que es exagerado, y también un poco injusto, comparar House of Hummingbird, la ópera prima de la directora coreana Kim Bora, con Los 400 golpes de François Truffaut. Y sin embargo hay algo en las desventuras de la joven protagonista Eunhee que las relaciona con las de Antoine Doinel. Una familia disfuncional, los problemas e indecisiones del amor, la soledad, el deambular por la ciudad, algún que otro robo insignificante, las diferencias sociales y el futuro que se acerca sin mayores promesas que la vida adulta. Kim Bora cruza con ingenio y sutileza la historia de su pequeña heroína con la de Corea del Sur y sus desgracias recientes, provocadas por una sociedad sumida en la velocidad y el capitalismo. Como los buenos cineastas, tiñe la ficción de datos biográficos y la utiliza para tratar de curar las heridas del pasado.
Parasite, de Bong Joon-ho
Sinopsis:
Luego de Snowpiercer (2013) y Okja (2017), Bong Joon-ho vuelve a Corea del Sur y a una historia más cercana a los comienzos de su carrera. Parasite se relaciona directamente con su debut en el cine, Barking Dogs Never Bite (2000), en su mezcla de retrato social y comedia negra. La película comienza como una comedia acelerada y divertida en la que una familia de pobres estafadores se aprovecha de una familia de ricos. Pero las cosas no son lo que parecen, y esa dualidad un tanto simplista se terminará complicando de maneras que conviene no adelantar. En plan virtuoso, Bong utiliza todas las herramientas del cine para contar la historia sin caer en la condescendencia, ni con el público ni con sus personajes, y al hacerlo nos muestra un mundo desolador, dominado por la ambición y el dinero, y donde la esperanza parece ser solo una trampa más.
Las letras de Jordi, de Maider Fernández Iriarte
Sinopsis:
Las primeras imágenes de Las letras de Jordi son de una síntesis y una claridad increíbles: luego de unos planos generales de una peregrinación, vemos un plano cenital de una tabla de cartón llena de letras y números, y una mano que, se nota, tiene algún tipo de defecto e intenta formar frases, mientras la voz de la directora Maider Fernández Iriarte hace preguntas en off. De a poco se van incorporando nuevas angulaciones y vamos viendo a Jordi, el centro de este documental, en planos cada vez más abiertos hasta que, a los 10 minutos, vemos su cara por primera vez. Jordi tiene parálisis cerebral y, en este momento, pasa por una crisis de fe. Lo que en un momento quiso ser un documental de observación sobre el Santuario de Lourdes se transformó, luego de que Fernández Iriarte conociera a Jordi, en el retrato íntimo de una bella amistad.