“De la espera y del desespero”
Por Sebastián Francisco Maydana
Una de las características principales de los documentales “observacionales” es la de poner distancia entre la cámara y el objeto mostrado. Se ha hablado mucho del Cine Directo, de la mosca en la pared, de la no intervención del cineasta confundiendo muchas veces autenticidad con desapego. Gustavo Fontán demuestra en La terminal que se puede observar con cariño, con empatía y con ternura.
El dispositivo es muy simple. Una serie de fragmentos de entrevistas se oyen mientras se ven imágenes de la terminal de ómnibus de Mina Clavero, Córdoba. Son más de sesenta testimonios que hablan de desencuentros, de amores pasajeros y de otros que no tendrían por qué haberlo sido, de lo que se perdió y lo que se ganó en aquella u otra terminal. Más que entrevistas, de hecho, son jirones de historias contadas al pasar y para pasar el tiempo, y por ello mismo relatos sin final, casi anónimos o lo que es lo mismo universales.
Es que hay algo del orden de la permanencia que va en contra del sentido de las terminales, que son casi por definición lugares de paso. Pocas personas se quedan más de lo necesario, y por ello mismo no suelen contar con características que las distingan de tantas otras terminales desperdigadas por todo el país. La antropología contemporánea se refiere a estos territorios como no-lugares. Los shoppings, aeropuertos, habitaciones de hotel, cruces de autopistas, todos comparten la particularidad de ser despersonalizados. En el caso del documental de Fontán, esto genera una paradoja. Porque si por un lado no se puede decir que haya encontrado belleza en este no-lugar (ni se puede asegurar que la tenga), por el otro, esta categorización habilita precisamente a cierta identificación por parte del espectador. No necesariamente con esa terminal, pero sí con la situación encarnada en ese no-lugar. Porque La terminal no habla sobre lo que nombra, sino que habla de la ansiedad frente a un viaje, de la ilusión por ver bajar a alguien del colectivo, de la melancolía de abandonar o ser abandonado, en fin, de la espera y del desespero.
La cámara en mano observa y no quiere ser observada, a veces se comporta como un voyeur asomándose por una esquina, retrayéndose justo cuando está a punto de ser descubierta. Deambula aletargada por aquellos pasillos de losa pulida donde se adivinan millares de manos de Glo Coat, iluminados por una luz fría tan blanca que proyecta un tono azulado en todo lo que toca. Mediante reflejos construye un espacio fantástico, haciendo que se superpongan imágenes y personas que en realidad no comparten nada más que la cercanía física momentánea. Lo que amalgama la película es la construcción del espacio sonoro, verdaderamente notable por lo minuciosa y atenta. Y el ojo igualmente atento y comprometido del cineasta, que humaniza un espacio que sólo se puede ubicar en los intersticios de lo humano.
Titulo: La Terminal
Año: 2023
País: Argentina
Director: Gustavo Fontán