La Palisiada (2023), de Philip Sotnychenko

“La documentación de un crimen”

Por Lucas Greco

Ucrania, 1996. Dos viejos amigos, un detective y un psiquiatra, investigan un asesinato. Bajo esta premisa se desenvuelve La Palisiada de Philip Sotnychenko que muestra el costado de cómo la reconstrucción de la mirada que ofrece la cámara, y luego la de quien observará esa grabación, se vuelven protagonistas a la hora de reconstruir no sólo un crimen, sino también la idiosincracia nacional de una policía militar que investiga al mismo tiempo que ejecuta. 

Con métodos y conductas heredadas de la URSS, los perfiles criminales se examinan y se estudian en pos de averiguar no sólo qué sucedió, pero qué motiva a ciertas conductas corrosivas. De ahí, se abre una investigación bajo métodos que intentan reconstruir los crímenes para así desentrañar sus misterios y encontrar a los responsables. Pararse frente a la cámara y decir “Recreación del crimen” ya anuncia que todo lo que se verá es un acto fingido, pero que está avalado simplemente por ser parte de un entramado burocrático que necesita de esa grabación para llevar a cabo su labor. Así, la mirada de la lente se vuelve imprescindible para reconstruir la realidad y en tal caso decidir y juzgar acorde a sus imágenes. Las personas que servirán de intérpretes, como actores de esa narración, son la contracara de la misma moneda que conforma una sociedad recientemente liberada. 

Sin embargo, estas conductas no están exentas de insertarse dentro de historias individuales que dan cuenta del macrocosmo que implica una narración dentro de otra. Así, el film se articula junto con la historia de estos dos amigos que se remonta a varios años y que comparten la pérdida de otro amigo y el romance con su viuda. El trabajo profesional se solapa con la privacidad de quien hace de la mirada ajena una necesidad para resolver misterios. La dinámica que ambos personajes llevan entre sí impregna la historia de un matiz humano con una cierta incomodidad de alguien que nunca se siente del todo a gusto. Ya sea por situaciones personales o por la relación con otras personas, la historia avanza con un desasosiego propio de quien ya lleva una vida batallando por aquello que más anhela: el amor.

La reconstrucción implica a su vez una temporalidad. Así, hay una elipsis al comienzo que evidencia el paso del tiempo y que sirve para unir dos tiempos distintos pero que sin embargo están entrelazados. Los dos amigos si al principio eran adultos ya formados, con sus respectivas familias, luego son niños inmersos en un mundo distinto que conforma una narrativa histórica. Una forma de ser se impone en la estructura misma que correlaciona el avance narrativo con el retroceso histórico.

De esta manera, el sentido de la película va cobrando todo su significado hasta llegar al estallido de violencia final. Si el término “lapalissade” remite a una obviedad, una banalidad, el arco narrativo llevará a ese clímax donde se revelará que quizás al final nada tiene sentido y se debe mantener una conciencia histórica que no le escapa a la construcción que una nación hace de sí misma.