Ansiaba dotar de un idioma a mis sentimientos,
Comunicar la vida como la corriente de un río,
Volar con libertad como las aves que ponen a prueba sus alas.
Un extraño me dijo: Todos los idiomas me pertenecen,
Mantente alejada de ellos, Vive tus sentimientos en silencio.
Me quedé sin habla, mis sentimientos paralizados me dolían tanto.
Ese extraño me dijo: Todas las palabras son mi reino y tú eres mi esclava.
Pero ahora la página en la que escribo se desliza y se aleja.
Hasta el papel es capaz de rebelarse.
Fathieh Saudi
El mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero vos te sentís morir. Eso no lo decís vos, lo dice Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte, pero sentís que sale de tu propio cuerpo. La novela cuenta la biografía de Marie Curie mientras la narradora recuerda la vida con su esposo antes de morir, enlaza ambas historias haciendo el duelo. Sus palabras te invaden como si pudieran traducir perfectamente lo que sentís, porque llegó un momento en que no pudiste más. Necesitás la distancia de las cosas, por eso quizás estés narrando en segunda persona. Necesitás tejerte con nuevas narraciones y aunque todavía no sabés cómo contarte esta parte de tu vida, vas experimentando. No sabés cómo nombrar ese sentir que arde, interceptás palabras de otros, dejás que te transiten maneras extranjeras de nombrar, lo que se siente va tan por dentro que sólo puede vivirse. Tu papá es quién te dice esto, que no trates de entender, el corazón necesita sentir. Y ahí vas. A sentir. A drenarte. Y te empalagás. Por eso de vez en cuando metés el freno. Le pedís a no sabés qué o a quién, que te ayude a poner una rienda, un contenedor, un dique. Empezás a reconectarte con todas las cosas que no se ven, de las que “no se tienen pruebas”. Hay que tener cuidado, te decís, el dolor agota, marea, hunde, retiene, ciega. Y vos querés ver otras maneras, lo que hace cuando no está en escena, ¿Qué hay detrás de vos dolor? ¿Sos irreversible? ¿Qué hacés en tus momentos de ocio?
Necesitás mirarte como si estuvieras adentro de una película: el amor de tu vida huye de la casa donde viven, tu amiga hermana muere intempestivamente adentro de un avión. Los dos momentos uno al lado del otro, a los dos los vivís como accidentes. Sentís deseos de haberlos evitado, pero se te escurren de las manos, el amor se te escurre de las manos. Mirás otra película, esta vez en la pantalla: Emilia en un bosque blanco helado, juega con su amiga fantasma antes que termine de treparse por algún árbol que la impulse al cielo. Emilia atraviesa el duelo de la muerte de su mejor amiga y vuelve a su ciudad natal para esparcir las cenizas. Ahí se reencuentra con una vida que podría haber sido, o más bien, que quedó suspendida en otro tiempo, está viviendo “el otro lado de las cosas”, un reverso posible. Vos también estás en tu ciudad natal y sentís que sos nueva, vos y la ciudad. Hay una parte, la familiar, que se va actualizando y te acompaña, pero hay otra que quedó detenida. Y tu amiga hermana, la que atravesó todos los tiempos con vos, ya no está. No hay donde ir a buscarla. Con ella se llevó parte de tu vida y la cambió para siempre. Pensás en la amiga de Emilia y te preguntás por lo que nos mantiene acá, en esta vida. Si el amor no existe, ¿qué queda? El cuerpo que se transforma en cenizas, una transformación incapturable. La película que mirás está hecha de transformaciones incapturables. Está hecha con el misterio de la vida que habita en los cuerpos, en los ojos de los personajes, en el aire que circula entre ellos, construida con el espacio que hay entre los cuerpos y la naturaleza. Es una película que retrata lo invisible.
Mientras transita ésta despedida, Emilia es testigo de distintos amores de pareja, ella parece no coincidir con los demás, como si su búsqueda fuera por otro lado. ¿Se ama lo que se conoce? ¿El amor se pasa? ¿Y a dónde se va? ¿El amor trasciende? ¿Cómo saber si se está enamorado? ¿Cómo saber si uno es feliz? Tratar de definir el amor sigue siendo incapturable en palabras de este mundo, en la película es una experiencia del cuerpo. Y cuando aparece la pregunta por la felicidad, sucede algo similar, las respuestas son siempre “sí”, pero en los cuerpos vibran otras palabras, miles. Vos misma te hacés la pregunta y vibrás también. ¿Cómo dotar de un idioma a los sentimientos? ¿Cómo comunicar la vida como la corriente de un río? Pensás en todas las cosas que no pueden nombrarse, pero sí habitarse, y en todas las cosas que cuando se pronuncian liberan, cicatrizan, conectan. Como cuando la madre de su amiga le dice a Emilia que no se sienta obligada a saber, hay cosas que uno nunca termina de entender del todo. Las palabras de esa madre se enlazan con las que te dijo tu papá, en tú película. Te volvés a preguntar qué hacer con todos los sueños que tenías junto al amado que se fue. Te preguntás qué hacer con el sentimiento de extrañar. Te mantenés curiosa con la palabra ¿Lo extrañás tanto que se transforma en un extraño? ¿Alguien para conocer de cero? Extraño contiene “extra” y “año” ¿Será este un año extra, que sobra? ¿O uno enorme, inconmensurable? De todos modos, es mucho, necesitás compartirlo, hacer una fogata con tanto, entregar todo lo que no te pertenece, quedarte con lo necesario, ¿Cuánto será lo necesario? ¿Cuánto será suficiente vida? ¿Cuánto será suficiente tiempo para vivir un amor, una amistad?
En la ridícula idea, leés que para vivir tenemos que narrarnos, nuestra memoria es un cuento que vamos reescribiendo cada día, sin esa imaginación la existencia sería enloquecedora. Por eso, cuando alguien fallece hay que escribir el final. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro. Sentís que estás en eso, aunque para vos la muerte tampoco existe. Mirás cómo Emilia convive con su amiga fantasma, hasta que la deja ir al enterrar las cenizas bajo un árbol en la nieve. Vos te das cuenta que desde que murió tu amiga te la encontrás en sueños: ella está viva y no podés creer que nadie te haya avisado que en verdad no ha muerto. Los sueños se repiten iguales, misma situación, distinto escenario. Hasta que algo cambia. Hace poco hubo un último sueño, creés que es el último porque después no la encontraste más, pediste a tu inconsciente volver a soñarla, pero nada de nada. En ese último sueño estás en una clase multitudinaria, la gente sentada en el piso, la persona que da la clase pide que se miren con sus amigos, vos la buscás, pero no la encontrás, de hecho, no reconocés a nadie; te sentís en un país ignoto. Desde atrás te tocan el hombro, es Agus, una amiga que te hiciste en el último tiempo, sonríe emocionada, parece que se comunica con los espíritus y te dice que tiene un mensaje de tu amiga, ¿Es una médium? Quedás estupefacta. Si ya estás en un sueño, ¿Porque no se presenta el espíritu directamente? Disipás la pregunta y Agus te dice tres veces, Está en paz. Te parece un cliché, pero lo aceptás. Aceptás ese mensaje como la manera que tiene tu amiga de despedirse de vos, de la vida compartida en el mundo de los sueños.
En pantalla mirás el reencuentro de Emilia con otra amiga, la que ahora es dueña de un bar, que la pone al día de todos los romances del pueblo, antes de terminar de hablar sentencia un, es que cuando te enamorás, te enamorás, ¿Cuántas vidas tenés? Como si fuera algo inevitable, algo más grande, que sucede a pesar de uno, o a través de uno. Como la muerte. ¿Pero quién está preparado para las cosas? ¿Las cosas tienen vuelta atrás? ¿Cuántas capas posibles habrá? Ese reverso de alguna manera es lo que la película está narrando, lo misterioso, lo frágil, lo que se deshace como la nieve cuando vuelve el calor. A los arboles altos los mueve el viento y a los enamorados el pensamiento. El pensarse como el lazo que conecta a través del tiempo y el espacio. Entrar en contacto con quién partió desde la materia de lo invisible. En la ridícula idea, leés que el dolor de la pérdida se apacigua, pero nunca se va del todo, cuando la pena surge es la misma brasa. No es posible volver a ser quién eras, pero existe la reinvención, y puede que consigas reinventarte mejor que antes. Pensás que querés eso, sentís que estás en eso. El pensar y el sentir se entretejen. Vos también te moriste y volviste a nacer, nacer y morir son experiencias cercanas en la profundidad de su misterio, una no puede darse sin la otra, nada puede darse por separado. Pensás que quizás, ya hubo un parto, que ahora estás gateando, incluso es posible que estés dejando la etapa de ser bebé. Si este es tu renacimiento, te preguntás cuántas vidas tendrás, ¿Cuántas vidas viviste? ¿Cuántas vidas habrá adentro de la vida?⚫