“En una época en la que el pasado parece en riesgo de ser olvidado o negado, Gil Lavedra subraya la necesidad de seguir contando estas historias. Solo a través de la verdad y la justicia es posible construir una sociedad que no repita los horrores de su historia.”
A través de su meticulosa narración, Traslados aborda uno de los capítulos más oscuros y menos conocidos de la dictadura cívico-militar que asoló Argentina entre 1976 y 1983: los tristemente célebres «vuelos de la muerte». Estos vuelos se convirtieron en un mecanismo sistemático de exterminio, en el que prisioneros políticos eran arrojados vivos al mar o a los ríos desde aviones militares, sellando su destino en el anonimato. Durante décadas, este horror fue un secreto a voces, cubierto por el silencio de una sociedad quebrada y las sombras de un Estado represivo. El film se sumerge en esta trama de silencios, mitos y secretos, lanzando luz sobre una de las prácticas más macabras de la dictadura.
El término “traslados”, que da título al documental, alude al lenguaje burocrático e impersonal que empleaba el aparato represivo para disfrazar lo que realmente eran ejecuciones sistemáticas. Inspirados en los métodos nazis de “solución final”, estos traslados eran, en realidad, vuelos de exterminio. En menos de 80 minutos, Traslados construye una narrativa que articula de manera cruda cómo estos mecanismos operaron para hacer desaparecer a miles de personas. La película lo hace con una combinación de archivos inéditos, testimonios desgarradores y recreaciones discretas pero impactantes. El documental no se limita a narrar el contexto general de la dictadura, con su política sistemática de represión y terror. Aunque introduce hechos conocidos, como las primeras marchas de las Madres de Plaza de Mayo y el rol de figuras siniestras como Alfredo Astiz, se enfoca principalmente en los detalles de los vuelos de la muerte. Para ello, Gil Lavedra reúne entrevistas a periodistas, jueces, antropólogos y testigos directos, intercalando las voces de figuras emblemáticas como Estela de Carlotto y Adolfo Pérez Esquivel. El relato va construyendo una imagen cada vez más clara de esta práctica genocida y el sufrimiento de las víctimas, mientras explora cómo el país ha intentado lidiar con su doloroso legado. Uno de los puntos centrales que destaca el film es cómo la investigación sobre los vuelos de la muerte cobró relevancia a partir de la confesión del oficial naval Adolfo Scilingo en la década de 1990. En un contexto de impunidad, tras los indultos otorgados por el presidente Carlos Menem, Scilingo admitió haber participado en estos vuelos. Relató cómo se drogaba a los prisioneros antes de lanzarlos al vacío desde aviones como el Skyvan PA-51, uno de los cuales fue recientemente repatriado a Argentina. Este testimonio fue un hito que rompió el silencio y permitió continuar con las investigaciones que, bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, llevaron a juicio a muchos de los responsables.
Gil Lavedra presenta esta historia de manera cronológica, desde los primeros indicios de los vuelos hasta las revelaciones más recientes. Se sirve de material de archivo y entrevistas de alto impacto emocional para guiar al espectador a través de los momentos claves. Uno de los aspectos más relevantes del documental es cómo muestra la conexión entre Uruguay y Argentina, ya que los cuerpos que aparecían en las costas uruguayas fueron una de las primeras pistas sobre el destino de los desaparecidos. Un testimonio particularmente conmovedor es el del piloto y actor Enrique Piñeyro, quien ofrece una perspectiva técnica y humana sobre el uso de los aviones Skyvan en los vuelos de la muerte. Su relato añade un nivel de detalle que incrementa la magnitud del horror vivido. Este episodio, junto con la repatriación del avión en 2023, pone de manifiesto cómo el pasado sigue presente en la memoria colectiva argentina. No es solo un recordatorio de la violencia de la dictadura, sino también una reflexión sobre la actualidad política de Argentina. En un contexto de auge de discursos negacionistas y polarización social, el documental adquiere una nueva relevancia. A medida que el país se enfrenta a figuras políticas como Javier Milei, que han relativizado los crímenes de la dictadura, la película de Gil Lavedra se convierte en un acto de resistencia frente al olvido.
A nivel estético, Traslados mantiene un tono sobrio y respetuoso, característico del documentalismo argentino. Recurre a recreaciones discretas y animaciones para ilustrar algunos de los eventos más difíciles de representar, sin caer en el sensacionalismo. Estas dramatizaciones son breves, pero efectivas, logrando transmitir el terror y la desesperación de las víctimas.
Una obra esencial que no solo documenta hechos históricos, sino que reafirma la importancia de mantener viva la memoria colectiva. En una época en la que el pasado parece en riesgo de ser olvidado o negado, Gil Lavedra subraya la necesidad de seguir contando estas historias. Solo a través de la verdad y la justicia es posible construir una sociedad que no repita los horrores de su historia.