Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

La experiencia del tiempo. El cine de James Benning

Ilustración: James Benning. Por Gorda Miami

La experiencia del tiempo. El cine de James Benning

(Publicado originalmente en Revista Caligari, Año 1 – Número 4)

Por Ian Quintana.

  

«Yo ni siquiera soy poeta: veo».

Fernando Pessoa 

Vivimos en un mundo de pantallas que nos ofrecen una serie interminable de objetos de consumo, dándonos así una ilusión de libertad y una vida de esclavos. Cautivos de esas luces que aparecen ante los ojos, hemos descuidado la actitud crítica y el análisis. Nuestra reflexión se ha atrofiado en el constante bombardeo de información presente. Hemos perdido el interés en todo aquello que no nos entretenga o nos seduzca. Como consecuencia de ese descuido nuestra atención se ha vuelto parcial y fragmentaria(1).

Son escasos, y cada vez más breves, los segundos en los que podemos captar algo de lo que sucede a nuestro alrededor. El contenido líquido de las transmisiones ha vulnerado nuestro juicio y se ha burlado de nuestra reflexión. Ya no nos podemos permitir observar y escuchar el paisaje: hoy el tiempo para mirar el paisaje se ha convertido en el tiempo para fotografiar el paisaje. Hoy todo debe ser fugaz y efímero, frágil y pequeño, viral y punzante. Si hay tiempo para reflexionar y meditar en el ahora, el acto mismo se concibe con esfuerzo, casi como una rebelión. La desobediencia de prestar atención es no dejarse llevar por el flujo constante de información que busca alienarnos. Transgredir ese control es mirar y escuchar el paisaje, es experimentar el tiempo presente que estamos viviendo y en el que siempre sucede algo. 

Es entonces, en ese ejercicio consciente, cuando las distintas percepciones que cada cual tiene de su entorno y que reflejan nuestros prejuicios personales, se tornan un acto político. Entrar en ese estado nos permite vivir el mundo y la historia de una manera distinta. Nos permite oponernos a esos estímulos fugaces y superficiales a los que nos somete la actualidad. Para corregir esa falta de atención es necesario desarrollar la paciencia, afilar los sentidos y vivir el momento presente. Es necesario pensar en cuánto tiempo le hemos dispuesto a cada paisaje, cuánto a cada luna, lago o nube. Con cuánta atención vivimos cada experiencia y cuánto observamos las sutiles variaciones del tiempo que componen nuestra existencia. 

El cine de James Benning —artista underground norteamericano nacido en Milwaukee en 1942, con casi setenta títulos entre corto, medio y largometrajes— sea quizá la mejor forma para entrenar la atención y comenzar así a observar y escuchar el paisaje. Su cine se sostiene en la observación minuciosa del entorno, en la representación profunda del paisaje norteamericano del siglo XX. Entre el esplendor de la modernidad y la decadencia posindustrial, su cine se ubica en la delgada línea entre el documental observacional y la narrativa experimental. A través de un elevado rigor compositivo marcado por un fuerte estatismo de la cámara y una extensa duración de los planos, y regulado por una concepción matemática del mundo, Benning coloca al espectador en el lugar de observador absoluto y lo obliga a experimentar una nube, un lago, una ruta, un tren, y otros paisajes, de una forma única. A través de esa contemplación total, Benning quiere hacernos prestar atención en el momento presente para profundizar en nuestra percepción y experimentar así, de otra manera, el tiempo.  

De vuelta al origen 

Cuando los hermanos Lumière rodaron las primeras películas de la historia del cine, crearon una nueva forma de observar el mundo y experimentar el tiempo. Desde que el objetivo de la cámara se interpuso entre el ojo humano y el paisaje, la experiencia temporal ha cambiado. Esas primeras películas no se construyeron en base a una narración predeterminada, cargada de suspenso, romance o aventura, que buscaba darnos otra sensación del tiempo. El primer hecho fílmico se basó en observar una situación concreta, diaria, cotidiana, la cual ya había sido vivida varias veces por los autores o los espectadores del film: una estación de tren, una fábrica y sus obreros, familias tomando el té, las calles de París… Todas estas situaciones se registraron con el mero fin de capturarlas, como deseando embalsamar ese tiempo específico para luego exhibirlo.(2) Desde una supuesta objetividad fotográfica, esos planos autárquicos y no narrativos registraron momentos específicos de la historia y permitieron revivir esa experiencia espacio-temporal una y otra vez para observar en detalle y encontrar allí, en la imagen cinematográfica, toda la profundidad que la realidad posee. 

El cine de Benning tiene directa relación con aquella concepción primaria del arte cinematográfico. Los procesos visuales y sonoros que el director norteamericano utiliza a lo largo de su carrera —que ya lleva más de cuarenta años— se sostienen en la observación concreta de un hecho o lugar específico. Al igual que en los hermanos Lumière, su cámara se emplaza en un punto único, como observador total de la situación, sin cortes o efectos de montaje. No necesita construir una narración consecuente cuyo objetivo sea transmitir un tema, una historia o un personaje específico. A Benning le basta con la realidad concreta que tiene frente a sus ojos y el tiempo en que se experimenta esa realidad.  Según él, la narración clásica, que llegó luego de Griffith, arruinó «las posibilidades del cine de ir en otras direcciones, de acercarse a otras cosas que el cine es capaz de hacer, como reconstruir la realidad».(3) 

Y ese pareciera ser el deseo de Benning. Reconstruir la realidad del paisaje norteamericano. Reconstruir la historia a través de los paisajes que fueron testigos de ella, que la vivieron. La historia que se escribe en cada espacio, en cada cielo, en cada lago. La historia de la naturaleza, de los trenes, de los campos y las calles. Su deseo es embalsamar ese fragmento de historia y de tiempo, como queriendo pintarlo en celuloide o sensores, para que luego los espectadores puedan experimentarlo en la sala. Y en esa vivencia aprendan, de una vez, a prestar atención, a observar todo lo que está sucediendo allí, que nunca es nada.

La matemática en la naturaleza 

Antes de ser cineasta, Benning obtuvo una licenciatura en ciencias matemáticas en la Universidad de Wisconsin, y ese interés por los números y las armonías que generan las ciencias exactas se manifiesta en su obra audiovisual. Como si todo se tratara de un cálculo preciso, que requiere ciertas reglas y apreciaciones previas para la resolución de un problema, su cine se sostiene en el trabajo con los números, y en las simetrías y armonías que las distintas combinaciones de los mismos pueden producir. 

Es posible ligar este uso de las matemáticas a la concepción estructural que se realiza de cada film: la composición del cuadro, la cantidad de planos utilizados y la duración de los mismos están regulados por una visión matemática de la realidad, a través de la cual se desea representar el paso del tiempo. 

Su famosa “Trilogía de California”, integrada por El Valley Centro (1999), Los (2001), y Sogobi (2002), cada una de las películas se compone de treinta y cinco planos de unos dos minutos y medio de duración. En esos largometrajes, Benning representa distintos paisajes, ya sea naturales como artificiales, desolados y alejados de toda civilización, en el sur de su país. En la distribución matemática que plantea, lo que se busca es una elegancia estructural que permita experimentar el paisaje de una forma profunda. Al observar ese paisaje por una cantidad de tiempo tan extensa, de una forma atenta y precisa, es posible que podamos entender su historia. 

La filmografía de Benning está plagada de películas cuya estructura y la distribución de sus planos están determinadas por números. En 13 Lakes (2004) y en 10 Skies (2004), Benning presenta la cantidad exacta de lagos y cielos que sus títulos proponen. En ambos films, todos los planos tienen una duración total de diez minutos, y en cada uno descubrimos un nuevo aspecto, otra perspectiva del mismo elemento. En ellos, es posible apreciar los pequeños cambios en la superficie del agua, o las leves modificaciones que se generan en las nubes que pasan. La lenta progresión del tiempo genera de este modo una sensación particular en el espectador. 

En Twenty Cigarettes (2011), Four Corners (1997) o Two Cabins (2011), la cantidad de planos utilizados nuevamente está determinada por la matemática, y en el caso de una de sus últimas películas, Natural History (2014), la duración de los planos está calculada de acuerdo al número Pi, con lo cual se propuso generar una aleatoriedad que no pueden proporcionar los números racionales. 

Sin embargo, Benning propone otra mirada posible respecto del uso de las matemáticas en sus películas, y opina que 

tiene que ver con la comprensión de que hay maneras elegantes de demostrar ciertos conceptos, como la demostración de que la raíz cuadrada de dos es uno de los catetos de un triángulo rectángulo. Esa elegancia es la que busco cuando hago una película, hallar la solución más simple y elegante para un problema.

El cambio constante 

Benning ya ha ingresado en el mundo digital. Luego de comenzar su actividad con una cámara 8 milímetros, hasta hacerse de su gran compañera, la Bolex de 16 milímetros que lo acompañó por casi treinta años de trabajo, Benning ha modificado su forma de rodar películas. Su decisión de pasarse al mundo digital se dio en el momento en que las cámaras tuvieron la suficiente resolución como para obtener una imagen acorde a su percepción del mundo. Desde el 2007 en adelante, los paisajes que registra y reconstruye poseen una forma visual que, si bien se olvida de esos aspectos románticos que genera el fílmico —el grano, el temblor del carrete—, se aproxima a una realidad más clara y profunda, a su vez que le permite producir películas con mayor facilidad, ya que él se encarga de todos sus aspectos técnicos y artísticos. 

Al igual que Werner Herzog, Benning concibe el cine desde un aspecto corporal. Para filmar películas es necesario estar en movimiento, visitar los lugares que componen la historia y caminarlos para vivir distintas experiencias que nos permitan visualizar el concepto o idea que deseamos retratar a través del cine. Estar allí, en la ubicación exacta donde sucede nuestra historia, observando y experimentando todo lo que ese paisaje nos regala, es vivir el momento presente con una atentos y conscientes. A través de una visión del mundo más orgánica en la que uno es parte de la historia y de los lugares que la crearon, su cine le permite tomar conocimiento y aprehender el mundo de una forma particular. Estar en movimiento constante, para vivir determinadas experiencias, permite observar «cómo funcionan los paisajes desde sus propias reglas, cómo viven los animales en ellos, qué se puede controlar y qué queda fuera de control».(4) 

A través de la creación de sus películas, Benning les brinda un regalo a sus espectadores y a aquellos que están dispuestos a vivir otra experiencia temporal. La condición que propone es el esfuerzo de utilizar la atención para abrir una percepción visual y sonora que nos transforme como personas. De esta manera, logra crear una nueva experiencia y práctica cinematográfica, que sea algo más que entretenimiento o consumo. Esa vivencia física que nos propone, en la cual transitamos un fragmento de tiempo junto a él, puede modificar nuestra forma de ver la realidad cotidiana y alejarnos así de la ilusión y fragmentación que imponen las pantallas actuales. Ese deseo de Benning se cumple cada vez que alguien atraviesa alguna de sus obras y experimenta un paisaje desconocido, único y especial, de una forma nueva. Gracias a él, es posible aprender a escuchar y mirar tanto ese paisaje como nuestras vidas, y olvidarnos así, poco a poco, de las pantallas que hoy encandilan nuestra vista. 

(1) Baigorria, O., (2000). Con el sudor de tu frente: argumentos para la sociedad del ocio, Buenos Aires, Argentina: Interzona.

(2) Bazin, A., (2017). ¿Qué es el cine?, Buenos Aires, Argentina.

(3) Brodersen, Diego. (2017). A los ojos. Buenos Aires, Argentina: Página 12. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/56194-a-los-ojos

(4) Pérez Rial, A., Raffo, I., Aichenbaum, I. (2018). James Benning, la Fuga. Disponible en: http://2016.lafuga.cl/james-benning/912

Si llegaste hasta acá…
Es porque entendés que el cine es un arte y no un mero entretenimiento, por eso valorás y apoyás que existan otras miradas. Podés apoyar a Revista Caligari adquiriendo alguna de nuestras suscripciones.
SUSCRIBIRME

25% De descuento en suscripción Anual