La estrella (2019), de Francisco Martín

“Comunicación filial”

Por Nicolás Noviello

Observar el techo es una de las actividades más ociosas del ser humano y no hay edad más propicia para hacerlo que la infancia. No solo porque las obligaciones aun no atosigan sino también porque las decisiones sobre la propia vida aún no están totalmente disponibles. Es así que si en medio del film la cámara se detiene en una lámpara del techo, persigue el marco de una puerta sobre el cual descansa una zapatilla y luego se pierde en un laberinto de cañerías desnudas que decoran el vestuario de un gimnasio mientras el hijo de la protagonista oye como deciden sobre su futuro y lo chamuyan con un simple caramelo, podríamos afirmar que estamos ante su punto de vista. Pero sobre todo estamos ante un film donde se pensó un punto de vista con todo lo que ello implica. 

La Estrella es la primera película de Francisco Martin, en ella transcurren los 15 días en los que una madre soltera afronta problemas legales por la tenencia de su hijo, Salvador. Victoria, la protagonista, es hija de un boxeador fallecido de quien cultivo el amor por el mismo deporte. “Mujer, madre soltera, desempleada, pobre y creo que huérfana” con esas palabras se define a sí misma Victoria y a ese popurrí se le agrega algo que nadie le perdona, apasionada por el boxeo. 

El director, en una entrevista, comentaba los problemas de producción que afrontaron, al ser completamente independiente el dinero fue su mayor obstáculo. En Argentina las condiciones de producción nunca fueron las ideales, pero la creación del film fue durante un gobierno que se ocupó deliberadamente de empeorarlas, nunca está de más remarcar ese esfuerzo tan grande que Macri puso por entorpecer las producciones artísticas y culturales. Sin embargo (y esto no minimiza lo anterior, solo para concentrarnos en el film), estos problemas de producción lo que al parecer generaron fue una concentración en las técnicas formales y esto podría haberse dejado de lado. Es imposible y arriesgado deducir esto solo viendo el film, pero se puede (y hay que) pensar que las falencias del mismo están allí, en tecnicismos mal empleados y subrayados, porque en los pasajes más lúdicos y austeros es donde se encuentran los fuertes de la película. Por ejemplo, uno puede decir que en ciertos momentos no se logra apreciar el sonido como “debería” (habría también que pensarse ese debería), sin embargo hay una clara acentuación en el sonido de los golpes a las bolsas de boxeo y hay una sensación constante, tal vez pequeña pero existe, de estar en medio de una pelea de boxeo. Esto solo se consigue pensando el sonido, aunque sea mínimamente, y por mejores que sean las condiciones si eso no se piensa eso no existe. 

Como decía, en los momentos más lúdicos es donde el film vive y allí hay que prestar atención. Tanto en los juegos de Salvador y su madre, como en las derivas que minúsculamente tiene la cámara filmando el contexto y lo no dicho. Es que hay una tendencia, por momentos demasiado subrayada, en lo no dicho y lo no filmado. Más allá del recurso literario en los diálogos que pueda estimular la imaginación del espectador y que ayuda a presentar un contexto social (la película es solo filmada en interiores y con 4 o 5 personajes permite imaginar un pueblo con su funcionamiento: su educación, religión y economía), pareciera ser que esa tendencia busca remarcar una falsa comunicación: una mecánica e impuesta por lo hegemónico, lo que no hace falta decirse o mostrarse. Salvo, y en esta salvedad se encuentra el núcleo del film, en la única comunicación sincera: la de madre-hijo, entrenador-alumna, padrino-ahijado e incluso, con mucho respeto porque no resulta querible el personaje de Marcos, en la de padre-hijo. 

“Mi mamá no me hace caso” dice Salvador “No, a mí tampoco me hace caso.” le contesta su padrino. Allí, junto con las derivas de la cámara, se establece un punto de vista de La Estrella, uno que no impone como esos diálogos subrayados sino que observa con la inocencia, la sinceridad y la alegría de un niñx. Victoria, La Estrella, es un entrañable personaje: desobediente y hermoso. El verdadero amor es, quizá, aquel que no comprende al otro, sino que lo admira. La Estrella, con sus errores y aciertos, como un ser humano, vive. En sus formas lúdicas se encuentra la vitalidad, la alegría y la pasión con la que fue creada y eso, creo, es lo único que le puedo exigir a una película⚫

Titulo: La estrella

Año: 2019

País: Argentina

Directores: Francisco Martín

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