La directora del Festival de Tallinn, Tiina Lokk, insta a priorizar el diálogo y rechazar los boicots

En un momento en que el mundo cultural se ve sacudido por llamados a boicots y divisiones políticas, la directora del Festival de Cine Noches Negras de Tallinn (PÖFF), Tiina Lokk, ha salido en defensa del diálogo y la independencia artística. En una entrevista con The Hollywood Reporter, la fundadora del certamen insistió en que el cine debe seguir siendo un espacio de encuentro, no de censura. “Hay demasiados países odiándose entre sí, intentando presionar a los festivales: ‘no muestres esta película’, ‘no invites a esa delegación’. Nosotros tratamos de mantenernos libres”, afirmó Lokk. 

El PÖFF, que celebrará su edición número 29 del 7 al 23 de noviembre de 2025, ha optado no alinearse con las campañas de exclusión, Lokk defiende una programación que refleje la complejidad del mundo actual y que “mantenga abiertas las puertas del diálogo”. La decisión del festival de incluir tanto películas israelíes como palestinas ha generado debate. Entre los títulos seleccionados se encuentran Oxygen, de Netalie Braun, y The Sea, de Shai Carmeli-Pollak, dos producciones israelíes que —según Lokk— “nadan contra la corriente oficial”. También se exhibirá Palestine 36, de Annemarie Jacir, y The Voice of Hind Rajab, una coproducción entre Túnez y Francia. Para la directora del certamen, excluir películas por su origen nacional sería una traición al espíritu del arte. “Siempre quiero dar voz a quienes tienen algo que decir y luchan por los valores humanos y democráticos”, explicó a THR. “El cine puede mostrar las heridas del mundo, pero también tender puentes entre sus partes enfrentadas”.

Sin embargo, la postura del festival también ha generado controversias. Aunque Lokk defiende públicamente la apertura y el diálogo, el propio PÖFF mantiene una regla que limita la participación de películas rusas. Según sus regulaciones oficiales, el festival solo acepta obras “producidas sin apoyo financiero del gobierno de la Federación Rusa ni de empresas con residencia fiscal en ese país”, y excluye las películas provenientes de escuelas de cine estatales, consideradas instituciones financiadas por el Estado. En la práctica, esto implica que solo pueden competir producciones independientes o de cineastas rusos en el exilio. Para algunos críticos, la norma funciona como una forma encubierta de boicot político, en aparente contradicción con el discurso de neutralidad que promueve la directora. Para otros, en cambio, representa una postura coherente con el contexto europeo actual, que busca distanciarse de la maquinaria propagandística del Kremlin y más aún por las tensiones y el pasado compartido por Rusia y Estonia. 

El debate sobre los boicots ha trascendido el ámbito artístico y alcanzado las redes sociales, donde algunos usuarios han cuestionado la inclusión de obras israelíes en la programación. Lokk, sin embargo, insiste en que la independencia del festival es fundamental: “Mi independencia en la programación es también la independencia del festival. Solo así podemos descubrir nuevas voces”. Este año, además, el certamen estrena una competencia dedicada exclusivamente a documentales bálticos, reflejo del auge de la producción regional.La apuesta no está exenta de riesgos, pero Lokk confía en el poder transformador del arte: “El cine no debe servir para dividir, sino para que las personas vuelvan a hablarse”. 

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