Alex Reynolds lo entendió mejor que nadie cuando decidió retirar su cortometraje Horizontal del festival. Según su carta, en las últimas seis ediciones del BAFICI se proyectaron 24 películas de origen israelí frente a apenas dos de países árabes. La disparidad es obscena si se compara con la urgencia del momento. Y más obsceno aún es el silencio: ningún medio levantó la noticia de su renuncia, ni siquiera Caligari, esta misma revista que hoy publica estas líneas. Ningún portal de cultura, ningún suplemento de espectáculos, ningún periodista especializado se tomó el trabajo de preguntar por qué una cineasta decidió quitar su obra de un festival público y denunciar complicidad institucional. Mientras tanto, en los festivales más importantes del mundo el tema arde: en Dokufest, que se celebra estos días, la película de apertura fue la brillante The Encampments, que se centra en cuando los estudiantes inundaron el césped de la Universidad de Columbia para crear el Campamento de Solidaridad con Gaza con el fin de presionar a su universidad para que desinvirtiera de las empresas armamentísticas estadounidenses e israelíes; en Locarno, Berlinale, Visions Du Reel y tantos otros, decenas de películas, cortos y proyectos como Some Strings, que se pudo ver en el reciente FIDMarseille, ponen la lupa sobre el genocidio que Israel ejecuta en cámara lenta, la destrucción sistemática de infraestructura civil y la aniquilación de toda posibilidad de vida digna en la Franja. Programar no es estar a favor o en contra de algo. Un festival no es un espacio de propaganda, es un espacio de fricción: el lugar donde la mirada del público se encuentra con las contradicciones del mundo. Pero para eso hay que tener voluntad de incomodar. El Festival de Mar del Plata, bajo la gestión actual, ni siquiera disimula, su deriva actual es casi un reality de alfombra roja. Sus directores, que jamás lo habían pisado hasta ser nombrados en sus cargos, se dedican a cubrir los Golden Globes y a declarar, sin pudor, que el objetivo es que vayan famosos. Nada de incomodar, nada de incomprensibles documentales sobre pueblos lejanos, nada de preguntas difíciles que incomoden a las embajadas ni al gobierno de turno.
Lo que debería alarmar no es que se proyecte 7.10 Sur Rojo. Nadie niega que la masacre del 7 de octubre existió y dolió. El horror es siempre horror, venga de donde venga. Lo intolerable es la ausencia absoluta de la otra cara: Gaza arrasada, Rafah convertida en polvo, la hambruna masiva, los niños mutilados, los hospitales bombardeados, las fosas comunes abiertas mientras los soldados se sacan selfies sobre cadáveres. Todo eso existe y se filma. Existen directores palestinos que arriesgan la vida para contar su historia con celulares, cámaras prestadas, archivos rescatados de los escombros. Existen periodistas y colectivos de cineastas que documentan desde dentro un genocidio que la prensa hegemónica reduce a cifras impersonales. Y existe también la idea, no disimulada, de que esa tierra arrasada no es para los palestinos: Donald Trump, sin pudor, expresó su visión de reurbanizar el territorio y convertirlo en la “Riviera de Oriente Medio”, un plan que exigiría el desplazamiento forzado de aproximadamente dos millones de palestinos a tierras vecinas. Todo ese material y ese contexto circulan, se estrenan, se debaten en festivales de todo el mundo. Lo más inquietante es que esta ausencia no es neutra. Es un silencio construido. Un silencio que reproduce la idea que sobrevuela hace años de que asistir a un festival de cine se limita a ir a ver las películas nuevas de nuestros directores favoritos y lo que ya conocemos. En ese sentido, Alex Reynolds hizo lo que pocos se animan a hacer: retirarse y decirlo. Su gesto fue solitario, pero vale más que decenas de comunicados.
No se trata de censurar a directores israelíes ni de exigir cuotas de representación mecánicas. Se trata de comprender que programar películas sobre Palestina hoy es un deber mínimo si se quiere estar a la altura del momento. Es crear un espacio para la pregunta, la incomodidad y el debate.
Fuentes:
Artículo “Israel en su hora más oscura”, por Ezequiel de Kopel: https://www.nuso.org/articulo/israel-en-su-hora-mas-oscura/
Proyecto Some Strings: https://some-strings.org/
Comunicado Alex Reynolds: https://www.instagram.com/p/DIAzRhcKQKl/