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Kubrick by Kubrick (2020), de Gregory Monro

“Sin resplandor en la redundancia”

Por Miguel Peirotti.

Los documentales en primera persona tipo Fulano by Fulano o Mengano by Mengano han consolidado un probable (y a veces innecesario) subgénero dentro del gran tronco del cine de registro verídico y sus múltiples adaptaciones a la realidad en el que se sostiene la idea pulsadora de que contar con la voz propia del personaje revisado puede añadir detalles inéditos al propósito de desmadejar la complejidad de su temperamento o desmontar la estructura semántica de sus películas.

No ocurre así casi nunca.

Acá no ocurre así.

En Kubrick by Kubrick, que consta, efectivamente, de la voz en off de Stanley Kubrick, el autor admirado, admirable de Espartaco, 2001, una odisea espacial, La naranja mecánica y El resplandor, entre otros clásicos, no se esquiva otra de las propuestas intrínsecas a este tipo de abordaje biográfico literal: la recapitulación. Pero se recapitula parcialmente. Por lo tanto, no hay tal recapitulación sino una síntesis; no existe un sumario, una idea total, sino fragmentos del ideario esencial del autor de Nacido para matar. El prestigioso crítico francés Michel Ciment, nacido para matar el tiempo analizando laberintos de la cinematografía, aporta la materia prima de esta película, que opera como ilustración de las palabras que le sonsacó al cineasta más esquivo del mundo occidental (el segundo cineasta más esquivo del mundo occidental es (o era) Terrence Malick) durante dos décadas interrumpidas de diálogos y entrevistas, por lo general, en la propiedad inglesa en la que vivía Kubrick rodeado de su familia, perros y gatos, como se encarga de domesticar Ciment ante periodistas de la televisión francesa.

El milagro que ofrece Kubrick by Kubrick es este: haber logrado que Kubrick abra la boca. Punto. La explicación es aportada por el propio Ciment: Kubrick leyó un dossier que escribió Ciment para la revista Positif en 1968 y aparentemente su lectura le generó respeto por el periodista, lo que abrió las puertas de sus dominios. Otro milagro, pero milagro en serio, hubiera sido que Kubrick se dejara filmar mientras era entrevistado. Ahí tendríamos la película que no hizo Gregory Monro, documentalista francés experto en, o dedicado a perfiles famosos, casi siempre cinematográficos, como el trabajo que construyó sobre Jerry Lewis en 2016 o sus retratos de Pierre Richard o el músico Michel Legrand.

No me malentiendan: lo que dice Kubrick en Kubrick by Kubrick es Kubrick cien por ciento. Pero si sos admirador de su filmografía, ya se lo oíste decir o quizás ya lo leíste. Me refiero a todo lo que Kubrick tiene para decirnos en esta película mediúmnica intervenida por lo ya dicho y aceptado. O sea: no hay en este trabajo una nueva ojeada a las imágenes de sus clásicos, y por “nueva” me refiero a novedosa, distinta y enriquecedora. Original. Kubrick by Kubrick surfea algunos de los títulos canónicos del canon kubrickiano pero las olas tumban a Monro una y otra vez, como si se tratara de un surfista virginizado por la marea, nunca en dominio de la situación porque tanto Ciment como Kubrick lo exceden.

Quizás lo más interesante para (volver a) saber de Kubrick sea la recurrencia en su metodología privada de trabajo, la que le permitió rodar casi todas sus películas a menos de diez kilómetros de su casa, algo que lo emparenta exóticamente al argentino Raúl Perrone y a otros cómodos hacedores obsesivos de poesía visual cercanos a su domicilio. Pero no hay exceso ni desborde en el documental de Monro como los hubo en las ficciones de su objeto de referencia. No tiene por qué haberlos, pero se hubieran agradecido en nombre de la fuerza de las metáforas visuales y de los enredos operísticos que a veces elevan el marco subfluvial de la atracción que irradian algunos relatos del documental. Kubrick siempre sostuvo –y esta película se encarga de posicionarlo en esa declaración con su imagen parlante en pantalla–, que la innovación no debería desechar el clasicismo, que las ansias de ir hacia adelante no sepulten las reverberaciones del pasado (los japoneses tienen un refrán para este concepto: En el pasado está el futuro). Monro no innova ni tuvo por qué hacerlo pero, para peor, repara los baches de su último trabajo con una inocente recreación escenográfica de locaciones reconocibles de películas de Kubrick que teóricamente nos pondría “en situación” para escuchar al autor esquivo, pero en cambio el resultado es un poquito vergonzoso, deudor del imaginario televisivo cuando la televisión quiere homenajear a figuras públicas. La predilección de Monro por este trámite estético es quizás su único aporte, y con esto queda todo dicho en su nombre. La semblanza totémica de Kubrick pierde fulgor, incluso, ante una operación mediática tan poco digna de su poder de imaginación babilónico. No se analiza ni se desentraña a Kubrick, se lo emula con obediencia debida. Está bien: oímos y escuchamos hablar a Kubrick, algo muy poco frecuente. Pero a sus monsergas sobre la fotografía y la radical relevancia de las sombras en el cine ya las leímos en varios lados. Así, el congreso de (pocas de) sus ideas resulta inocuo para una nueva elaboración de teorías sobre sus obsesiones y, de este modo, también se le da de comer en la boca a una nueva generación de críticos empeñados en empañar el brillo de Stanley Kubrick al asignarle un sitial de sobrevaloración antes impensado. No acuerdo con esta profanación de tumba descabellada porque existen evidencias pero, por favor, no hagamos cualquier cosa en nombre de Kubrick.

Titulo: Kubrick by Kubrick

Año: 2020

País: Francia 

Director: Gregory Monro

 

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