“(No) Explorando los límites”
Por Mauro Lukasievicz
La nueva película de Scott Beck y Bryan Woods, Heretic, intenta sumergirnos en un thriller psicológico sobre los peligros del proselitismo, pero su pretensión de profundidad acaba siendo su principal tropiezo. Lo que comienza como una exploración de la fe en un entorno enrarecido rápidamente se ve ahogado por un exceso de diálogos filosóficos que nunca llegan a ninguna conclusión significativa y terminan por extensamente agobiantes. La historia sigue a dos jóvenes misioneras, la Hermana Barnes y la Hermana Paxton, enviadas por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a la casa del enigmático Sr. Reed, un personaje que parece albergar sus propias motivaciones oscuras. Sin embargo, a medida que la trama se despliega, la dinámica se torna predecible, revelando una falta de innovación tanto en su argumento como en sus intenciones.
La película trata de balancearse entre el terror psicológico y la crítica social, pero falla en ambos frentes. Aparentemente, Reed tiene como objetivo desafiar y, en última instancia, desmantelar la fe de estas jóvenes (una idea bastante vieja y repetida) pero sus métodos —que van desde preguntas provocadoras hasta pruebas físicas y mentales— carecen de la sutileza que requeriría un thriller genuinamente impactante. En lugar de desafiar al espectador a cuestionarse, Heretic sobreexplica cada uno de sus puntos y reduce sus ideas filosóficas a simples provocaciones. La insistencia en convertir las dudas religiosas en un espectáculo de manipulación acaba desgastando, más que intrigando, y Reed, aunque interpretado con energía por Hugh Grant, no logra ser más que un antagonista de manual.
El escenario, que pretende funcionar como un “rompecabezas” diseñado para desorientar a las protagonistas, se vuelve repetitivo y exageradamente teatral. Heretic se esfuerza demasiado por crear momentos de impacto visual, pero se olvida de construir una narrativa sólida que respalde sus giros argumentales.
Si bien Grant aporta una actuación que puede resultar entretenida, su personaje está tan obsesionado con oírse a sí mismo que pierde credibilidad como un verdadero manipulador intelectual. Las misioneras, aunque muestran determinación, son reducidas a estereotipos que les impiden desarrollar un arco narrativo convincente. En lugar de ver una confrontación auténtica entre fe y escepticismo, lo que obtenemos es un espectáculo forzado de choque de personalidades sin un propósito claro pretendiendo ser una reflexión crítica sobre la religión y el poder de la persuasión, pero su enfoque simplista y sus diálogos pesados hacen que el film se sienta más superficial que reflexivo.