“Un artefacto misterioso y prometedor”
Por Sebastián Francisco Maydana
Hemshej es una palabra hebrea de difícil traducción. El diccionario dice “continuación”, pero el campo léxico no se agota ahí. Tiene más que ver con cierto tipo de continuidad que proviene del conocer, y no de la simple repetición. Por eso, los viejos VHS de los actos del colegio judío donde Julieta Lande se ve a sí misma cantando las mismas canciones sobre la tierra de Israel y la importancia de la tradición no son en esta película un insumo para ilustrar una época sino el punto de partida para una indagación mucho más profunda. Le hablaron de sus abuelos Joel y Jana y de su huida de Polonia a tiempo para evitar el horror de los campos de concentración. Sabe que Joel escribió un libro, pero el idish lo hace inaccesible y lo transforma en un artefacto misterioso y prometedor. A la vez, el hecho mismo de haber sido escrito implica la esperanza de trascender, de ser leído con atención, de lograr continuidad a través de conocer su historia. Ese es el sendero que Julieta emprende, sin saber de antemano a dónde lleva. En el camino hace dos paradas, que también dividen al documental en dos mitades. La primera en Polonia, la segunda en Israel.
A esta altura del partido, los “documentales en primera persona de chicas de clase media o alta que indagan en su historia familiar en base a material de archivo, casi siempre involucrando viajes a Europa” son casi un género en sí mismo. Por lo menos una docena de producciones de los últimos años encajan en esa descripción, haciendo que sea cada vez más difícil proponer algo distinto o innovador dentro de la fórmula. En este caso logra esa distinción con una dificultad adicional, la resistencia de la familia inmediata, obvios sujetos de las entrevistas de rigor. Responden con monosílabos, esquivan las preguntas, se irritan y dan a entender que la empresa de Julieta está destinada a naufragar. Pero lejos de darse por vencida, ella incorpora estos fallidos en el guion, resignificándolos en desafíos para ella y misterios para el espectador, estimulando el interés de éste por saber qué va a pasar después.
Pues bien, Hemshej efectivamente es original y distinta a las demás, y lo es por dos razones. Uno: no es estrictamente un documental en primera persona. Más bien está narrado en segunda. Repone un diálogo que nunca sucedió, puenteando a una generación hosca y silenciosa para hablarles directamente a los abuelos Joel y Jana. Se pone en la piel de la interlocutora que Joel deseó, inquisidora, persistente, curiosa. Dos: tiene la valentía de no quedarse en lo superficial y perseguir la verdad hasta las últimas consecuencias. Esto es precisamente lo que distinguió a El silencio es un cuerpo que cae (Agustina Comedi, 2017), acaso el ejemplo más logrado de este “género” y cuya directora figura aquí como asesora de guion. Hemshej parte en busca de respuestas, pero encuentra más preguntas, y una en particular es particularmente espinosa: para preservar la memoria de un pueblo, ¿hace falta borrar la de otro? Gracias a su investigación termina por hilvanar una historia que empieza en las monedas que juntaban en su colegio para plantar árboles en Israel y termina en el desplazamiento de poblaciones enteras mediante topadoras al otro lado del mundo. Lejos de ocultar este vínculo lo visibiliza, en una muestra de la autenticidad que distingue a este interesante documental.
Titulo: Hemshej
Año: 2023
País: Argentina
Director: Julieta Lande