Entrevista a Michelle Gualda, directora de Playa Unión

Por Lara Franzetti

En tu obra podemos encontrar muchas piezas en las que se trabaja la intimidad y la cercanía. Sin embargo, esta es la primera vez en la que esa intimidad y esa cercanía te pertenecen intrínsecamente a vos. ¿Cómo fue trabajar el material de Playa Unión siendo narradora narrada?

 

La distancia, la otredad, la sensación de disociación con el entorno son temas que me atraviesan. En Lengua Viva – mi cortometraje anterior – trabajé el tema de la migración: vivir en una tierra ajena desde la perspectiva de una mujer mayor que no conoce ni el idioma. Entonces se sintió orgánico usar estas mismas herramientas para intentar hacer sentido de un movimiento inmenso en mi propia vida: mi hermana se mudaba a un océano de distancia. Como siempre vivimos en distintas partes de Argentina, me acostumbré a filmar nuestros encuentros -por cortos que sean- desde que somos chicas. El material grabado implica la conquista empírica de afirmar que ese tiempo compartido existió. Es el uso que le damos a la mayoría de nuestras fotos y videos. Por la dificultad de costear el viaje, pasan dos años sin que vea a mi hermana. Aprendo a compartir su vida en España a través de los videos que ella me envía. Cuando aparece la oportunidad de viajar a un festival de cine a presentar Lengua Viva, aprovecho para visitarla en una ciudad costera que nunca escuché nombrar, siendo protagonista de una vida que me resulta ajena. Acá, la cámara es el escudo que me permite filtrar lo que sucede y traducirlo a un lenguaje que me resulte comprensible.

 

Me interesa mucho el proceso de trabajo con la selección de material, y sobre todo la decisión de terminar el cortometraje. ¿En qué momento decidiste que estaba concluido? ¿Seguís filmando escenas con tu familia?

Como montajista estoy acostumbrada a partir de un guión y trabajar desde lo general a lo particular: primero un esqueleto, después la carne y por último la sangre. En este proceso no me llevaba un guión si no un sentimiento que intentaba evocar, capturar y transmitir en las imágenes. Algo que sentía universal pero no podía poner en palabras. Playa Unión se fue armando como un rompecabezas, buscando sentido en el diálogo casi lúdico del material. Fue un proceso totalmente nuevo – y absolutamente caótico – para mí. Entender cuándo era el momento de terminar el corto también respondió a nuevos parámetros: hubo un momento en el que ese sentimiento esquivo del que quería hablar se volvió palpable -o al menos latente- para quiénes veían el corto. Cuando llegó la pandemia, la experiencia que para mí era particular se volvió universal: dejamos de ver a nuestros seres queridos y tuvimos que crear nuevas formas de mantener vivo el amor y el cotidiano. El lenguaje que a mi hermana y a mí nos había llevado años construir era de pronto el de todo el mundo y eso nos igualaba a ellos, a las familias “normales”. Entendí que filmar Playa Unión respondía a una necesidad propia de afirmar algo que para mi hermana era claro desde el comienzo: un amor inquebrantable entre nosotras. No volví a filmarla.

En el cortometraje no solamente hay registro hecho por vos o por tu hermana, también ingresa material de archivo del espacio en el que ella vive, generando un poco más de distancia de tu persona en comparación al resto de los planos. ¿En qué momento del proceso de realización apareció este material?

El material de archivo son cintas caseras filmadas en el sur de España durante los años 60s y 70s, cuando se popularizó el super 8 como registro de la vida familiar. Creo que hay una búsqueda de validación al igualar el material filmado del corto con el material de archivo. Como si al hacerlo, pasara a formar parte de una práctica más antigua y no necesariamente tan original. Como si todos los videos filmados de nuestros seres queridos, de nuestras ciudades, de nuestras vidas comunes convivieran en un mismo universo, impulsado por nuestra necesidad de dejar registro de que esos momentos sucedieron y fueron importantes para nosotros. Antes dije que filmar era una herramienta o un escudo para interpretar la realidad. Creo que la investigación del material de archivo surge de esa misma necesidad, pero exacerbada. Me gusta pensar que si bien Playa Unión habla de mí, lo hace desde un personaje más caricaturesco. La Miche del corto es más obsesiva, más triste y solemne que la Miche real. Usa el material de archivo para intentar conocer la nueva casa de su hermana antes de llegar: ¿Cómo es la ciudad? ¿Cómo son sus calles, su gente? ¿En qué se diferencian de su ciudad natal? La pregunta de fondo es incluso más desesperada y por ende, inútil: ¿Cómo es mi hermana ahora que vive en otro lugar?

 

Habiendo hecho un cortometraje con escenas de tu vida personal, ¿te interesa seguir explorando esa materia prima en otros proyectos? 

No sé si es tanto que me interesa como que no puedo evitarlo. 

 

Vimos que estás desarrollando un largometraje, Mi amiga de Rikudim, ¿podés contarnos un poco más acerca de esa película?

Mi Amiga de Rikudim está basada en la historia real de mi mamá, que durante mi niñez mantuvo una relación amorosa con una colega cuando ambas eran profesoras de Danzas Israelíes (Rikudim) en un Club de la Colectividad Judía. El relato transcurre en la comunidad judía y queer de los años 90s, pero se desarrolla junto con la historia familiar hasta llegar al presente, donde se entretejen momentos de orden documental. La película participó del Lab Guión de Colombia en 2022 donde recibió un estímulo a la producción y se encuentra en desarrollo bajo la producción de Bomba Cine.

Titulo: Playa Unión

Año: 2019

País: Argentina

Director: Michelle Gualda