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Entrevista a Ezequiel Radusky, director de Planta permanente

Por Antonella Defranza.

¿De donde surge la idea del guión que escribiste junto a Diego Lerman y cómo fue el proceso de co-guionar?

Me gusta trabajar las historias de las películas que escribo en mi cabeza durante un tiempo largo antes de llevarlas al papel. En el caso de Planta Permanente estuve todo 2014 pensando la trama y barajándola entre otras dos ideas que venía desarrollando en paralelo. A finales de ese año escribí la primera versión en muy poco tiempo, no más de 3 semanas. Entonces se lo mandé a Diego (Lerman) para que tutoreara el proceso de re escritura. Leyó el guión y me escribió con la propuesta de producir la película. Así comenzó la historia. Estuvimos alrededor de un año teniendo charlas entre versión y versión hasta que llegamos a la número 7 y plantee que necesitaba o un asesor o entrar a filmar. Pensamos un poco quién podría ser y creo que los dos pensamos en que debía ser él, pues lo que veníamos haciendo de alguna manera ya era una escritura conjunta. Entonces comenzamos un proceso muy interesante en el cual él agarró la película y la ordenó, además de sumarle ideas. Le dio una fuerza estructural que yo no estaba pudiendo encontrar. Diego escribía de a 30 páginas, me mandaba, yo leía y luego discutíamos. Pero el plan era que por un tiempo yo no escriba más, que pueda alejarme y, de ese modo, de operar sobre la película.  Fue una gran estrategia la que propuso. Luego nos asesoramos con Gonzalo Delgado, uno de los guionistas más hermosos de Uruguay, que además es director de arte, actor y director de cine. Sus propuestas terminaron de encaminar la película hacia lo que es ahora, pero al final, la versión para rodaje, la volvimos a agarrar con Diego para introducir la figura de la hija de una de las protagonistas, elemento que considerábamos importante para la construcción del personaje de Marcela y sus motivaciones a hacer lo que hace en la trama.

Es una coproducción con Uruguay. ¿Cómo llegaron a ello?

A Uruguay llegamos por gestiones de Campo Cine. Yo tenía intenciones de sumar al equipo técnico algunas personas de ahí y se lo comenté a los chicos. No sé si eso fue lo que los motivó o hay algunas razones de necesidades de producción que yo desconozco. Pero para mí siempre es bueno tener a la gente del cine uruguayo cerca. Manejan una sensibilidad a la que me puedo hermanar con mucha comodidad. Hay algo de la cercanía que se maneja en Montevideo que me recuerda mucho a mi Tucumán natal. Hay una parsimonia, una energía, una calidez humana que me resulta muy positiva para hacer películas. Todo esto además de que hacen un cine que me parece fascinante. Creo que tiene una escuela de actuación alucinante, muy contenida, con un nivel de naturalismo que a mi me interesa mucho. Me hacen acordar a los actores del cine rumano, a quienes admiro con devoción.  

¿Cómo armaste la dupla con Rosario Bléfari y Liliana Juarez? ¿Cómo fue el trabajo con estas dos actrices que articulan todo el film?

Escribí la película para Liliana. Al principio la historia estaba totalmente centrada en ella y en sus desventuras. Cuando me mudé a Buenos Aires en 2015 le pasé el guión a Rosario, con quien nos hicimos amigos íntimos durante el proceso de Los Dueños. Se lo pasé para que lo lea y me dé su opinión, y cuando nos juntamos me dijo: “Me encanta! Y quiero trabajar en la película, y creo que al personaje ese de la compañera que la denuncia lo podrías trabajar para que lo haga yo”. Entonces a partir de la segunda versión de guión empecé a trabajar a Marcela y de pronto la película pasó a ser escrita para ellas dos. Me gusta trabajar con los actores mucho tiempo antes del rodaje. Hago que vayan sabiendo la evolución de sus personajes entre versión y versión. Pero sobre todo me gusta que los actores me ayuden a escribirlos, que me cuenten cosas, que los vayan haciendo propios mucho antes de que comencemos a ensayar. Fuimos puliendo juntos a los personajes por separado, hasta que llegamos a los ensayos con un altísimo nivel de conocimiento de su pre historia. Entonces antes de ensayar solo bastaba atar algunos hilos y arrancábamos a improvisar todo tipo de situaciones homólogas a las escritas en el guión, situaciones que pudieron haber ocurrido hace años, muy lejos de la trama del guión. Me gusta hacer pasar a los personajes por todas las caras que puedan llegar a tener, todas las actitudes, las formas de manejarse. Me gusta que los actores puedan tener preparada cualquier faceta para que después en rodaje sea cuestión de señalar que vayamos por ahí o por allá. Creo que está muy bueno ensayar lo máximo posible, que los actores conozcan a los personajes casi mejor que yo. Insto a que compongan, a que creen sus notas secretas, a que hurguen en sus pasados y aporten esos elementos. Creo que entre ellas se complementan mucho. Rosario es una actriz en quien puedo confiar al punto de que algunas escenas, en vez de tirar muchas marcas generales, digo un par de cosas y a ella le indico cuestiones que harán que las escenas se ordene desde adentro y como si yo no hubiese intervenido. Eso hace que los actores se hagan mucho más cargo de su rol fundamental en el hecho dramático y que se auto dirijan. Los actores-directores, como me gusta clasificarlos a mí, son los seres más espectaculares que existen porque se hacen carne con el proyecto de una manera que me encanta. Soy muy cooperativista para dirigir, en relación a los actores y a los técnicos, entonces mientras más propuestas hayan, para mí es mejor. Descomprime la situación del director magnánimo que tiene todas las respuestas. Con Liliana amo trabajar porque puedo dirigir hasta el más mínimo detalle. A ella le encanta que le marque cada cosa y creo que ella, al ser tan sensible, le viene perfecto que yo esté muy encima por un rato. Hasta que en un momento lo deja de necesitar y ya el personaje corre solo.

La película tiene aspectos muy cercanos al documental y que le dan un clima muy interesante. ¿Cómo fue tomar esta decisión y qué complejidad te dio a la hora del rodaje?

Creo que lo documental de la película tiene que ver con un estilo de actuación que intentó imprimir. En verdad en la película no hay ni un solo momento “robado” de la realidad. El tema es que trabajamos un estilo de actuación que se concentra fuertemente en aprovechar las características naturales de los actores en función de la película. En este sentido, el trabajo que hice con Liliana y Rosario sirvió para luego contagiar a todos los demás. Si alguien se corre de código, o se lo encausa o se va casi de manera natural. Creo que hay actores que no disfrutan de actuar de este modo. Las claves básicas son: entender qué están haciendo, por qué lo están haciendo y no querer hacer que eso se vea como que es natural. Que sea natural, o que no sea. También hay un elemento que no es menor en este sentido y que tiene que ver con el casting. Me gustan las personas comunes y corrientes, me gusta que en su mayoría no haya belleza hegemónica en mis historias. Me gusta que los personajes de mis películas se puedan confundir con cualquier persona que nos podríamos cruzar en el supermercado y mantener una charla casual. Es más, a veces hago eso para ensayar, voy a un lugar con un actor o actriz y hago que interactúe en personaje y yo observo desde lejos.

En cuanto a la realización, se ve el gran trabajo en especial de producción, arte y fotografía ¿Cómo conformaste el equipo técnico?

Esta película fue escrita y pensada durante 4 años para ser filmada en Tucumán. Tenía definida la locación desde el principio, el elenco, las calles por donde circularían los personajes, los negocios a los que irían. Durante todo el desarrollo de proyecto se suponía que estaba todo bien para filmar ahí pero de pronto la comenzaron a complicar demasiado y decidimos buscar otra ciudad, una que acogiera el proyecto con el mismo amor y respeto que nosotros teníamos por Planta permanente. Y ahí fue que Campo Cine comenzó a gestionar La Plata. Y en un mes teníamos abierta la puerta del Senado, cientos de actores y actrices ansiosos por sumarse al proyecto y el sector audiovisual al pié del cañón para formar parte del staff. Los Dueños habían estado en el Festifreak en el año 2013 y era una película muy querida por la comunidad artística de la ciudad. Y creo que eso motivó mucho a que las cosas se dieran como se dieron. En muy poco tiempo adaptamos el guión a esta nueva estructura. Para eso trabajamos muy unidas todas las áreas. Sumamos a Ana Berard como asistente de dirección, una persona de una inteligencia y una capacidad pragmática que pocas veces conocí en mi vida. Ella fue muy importante para coordinar esta adaptación urgente. Con ella enganché inmediatamente. Para mí fue amor a primera vista. Con Lucio Bonelli hacía años que queríamos trabajar juntos. Él iba a filmar Los Dueños pero por cuestiones de agenda no se pudo. Entonces cuando lo llamé a las corridas diciéndole que yo tenía que rearmar todo en mi cabeza en muy poco tiempo, me dijo que no me preocupe, que iba a estar todo bien. Y realmente creo que su basta experiencia fue fundamental para lograr adaptar una puesta pensada para un lugar, a otro absolutamente distinto. En cuanto al arte, Catalina Oliva es de La Plata, cosa que facilitó muchísimas cosas. Nos entendimos muy bien, ella tiene mucha experiencia en realización y pudo adaptarse a las vicisitudes presupuestarias que la debacle económica actual nos dio. El vestuario lo trabajé con Sandra Fink, una persona que sabe muchísimo, que me entendió al primer café y sobre todo que en set es un pilar emocional para los actores pero también lo fue para mí. El sonido lo trabajé con dos personas increíbles. En rodaje estuvo Sofía Straface, a quien conocí cuando rodamos La Botera, de Sabrina Blanco. Es una persona que concibe el sonido desde un lugar global dentro de la obra cinematográfica. Entonces está atenta a la actuación, al desarrollo de las escenas, puedo consultarle qué le parece algo que no tenga que ver con su área en particular y devuelve observaciones de un nivel de inteligencia que me ayudó a destrabar muchas cosas o a poder apreciar y aprovechar muchas otras. Es una directora de sonido en set. Es un lujo haber trabajado con ella. La otra parte la trabajé con Catriel Vildosola, con quien ya había trabajado en Los Dueños y habíamos quedado en volver a trabajar juntos porque habíamos trabajado muy bien antes y nos hicimos amigos. Él, además de un genio del sonido,  es un amigo, un verdadero amigo. Me entiende aunque le diga cualquier cosa y es muy importante para la etapa final de la película porque uno llega a esa instancia con un remolino de sensaciones e inseguridades y Cato es como un monje que te tranquiliza con dos palabras. El montaje con Valeria Racioppi fue una experiencia que me hizo cambiar la idea que tenía sobre ese proceso y casi que sobre el cine. Ella pensó mucho en el objetivo conceptual que yo tenía con la película, lo cuestionó todo lo necesario para hacerlo propio y condujo el trabajo para que eso se cumpla. Me enseñó a mirar el material como algo casi infinito, me hizo partícipe del proceso de edición y me supo correr cuando era necesario. Traía propuestas, las discutíamos de igual a igual, festejaba cada idea que yo podía aportar (las que estaban buenas, por supuesto, las que no, las descartaba siempre con una justificación irrefutable) y sobre todo disfrutó muchísimo de editar a Liliana y Rosario. Las trató con tanto amor, las cuidó tanto, que creo que de alguna manera las dirigió.

 ¿Qué sentís como director en ser parte de esta edición del Festival de Mar del Plata?

Me enloquece. Creo que es el mejor lugar para estrenar Planta Permanente y me honra que sea nada más y nada menos que en la Competencia Internacional. Mi película es muy política y creo que el Festival lo leyó y decidió decirle algo al mundo con ella. Creo que a veces los realizadores nos perdemos seducidos por el canto de las sirenas de los festivales de afuera y nos olvidamos de lo maravilloso que es lo que tenemos aquí. Estoy profundamente agradecido de que hayan programado la película. Es una edición muy especial también porque es la última de una era en la que costó mucho mantenernos de pié. Los recortes, el congelamiento de fondos, la inflación provocada por el mismo estado, todo esto que afectó a la producción de cine nacional y que ahora quiere terminar de herir por el lado de los estrenos, fueron intentos de acallar al cine argentino, pero no pudieron hacerlo. Y creo que esta edición será recordada entre otras cosas por ser un símbolo de resistencia. Creo que el último día todos los que formamos parte del sector audiovisual y defendemos al INCAA y creemos en la necesidad de su existencia para que haya pluralidad de voces, vamos a levantar nuestras copas y nos vamos a mirar a los ojos orgullosos de haber resistido.

¿En qué instancia de tu carrera te sentís como director hoy? ¿Qué directores te sirven como referencia a la hora de filmar? 

El proceso de dirección de Planta permanente fue muy complejo dada la coyuntura social de estos cuatro años. Por lo que tuvimos que ser muy inteligentes para poder hacerla con todas las ideas que queríamos transmitir con la película adentro. Entonces ahora que estamos por estrenar en la Competencia Internacional del Festival de Cine de Mar del Plata sólo puedo sentir que todo el esfuerzo valió la pena. Hoy por hoy siento que como director salí muy fortalecido de este proceso, en lo personal pero también en lo relacional. Aprendí muchísimo de las personas con que trabajé y quedé con un impulso muy fuerte para mi próximo proyecto, que ya está comenzando a tomar forma. Lo que siento con más fuerza en este momento es que lo más importante de todo a la hora de trabajar en cine es armar equipo con gente buena onda y sin arrogancia. Tuve la suerte de trabajar con gente que viene trabajando hace tiempo, que formaron parte de equipos que hicieron películas muy geniales pero que a la hora de relacionarse conmigo siempre fue desde el compañerismo, la humildad y sobre todo el compromiso porque la película cierre como nos imaginábamos en el rodaje. Y esto es importante destacar: tuvimos un rodaje marcado por la buena vibra y se sentía en cada jornada. Ver que cada integrante del equipo se emocionaba en los momentos clave, que se alegraban mucho cuando las escenas salían bien y que cuando había que repetir se lo hacía con todo el amor del mundo, son cosas inolvidables. En cuanto a los directores que me sirven como referencia, creo que van variando según el proyecto. Tengo una admiración especial por Fassbinder, sobre todo en su etapa de melodramas, y me parece muy inspirador por el tipo de historias que cuenta, el tipo de protagonistas y el tono que utiliza. Me gusta mucho Ken Loach, me encanta Laurent Cantet, sueño con hacer una película como Polisse, de Maïwenn Le Besco, El padre de mis hijos, de Mia Hansen-Løve o mi película favorita, Dios blanco, de Kornél Mundruczó. Y me vuelven loco los rumanos, Radu Muntean, Corneliu Porumboiu. Y muchos de los clásicos, Bergman, Un verano con Mónica creo que es la película perfecta, Un asunto de mujeres de Chabrol me parece increíble, La trucha, de Joseph Losey. Pero el asunto de las referencias depende de qué tema quiero tocar y del tratamiento que le quiera dar a la película que quiera hacer. Lo que sí hago siempre es trabajar con tres o cuatro películas de referencia que no vayan por el mismo lugar y que cada una aporte algo a mi idea. Y en general también intento que no sean de películas muy actuales para no pegarme estilísticamente. 

Ya lo hablamos un poco antes, pero ¿Cómo ves el panorama del cine argentino en esta coyuntura actual?

La coyuntura actual es nefasta en todos los sentidos posibles. Y el cine argentino sin dudas sufrió los embates de las políticas de ajuste del gobierno de Mauricio Macri y sus secuaces. Creo que al INCAA hay que recuperarlo y sobre todo cuidarlo mucho porque es la única manera de que exista el cine independiente argentino, con la pluralidad de voces y de historias que nos caracteriza. Es la única manera de que hijos de obreros como yo tengamos la posibilidad de filmar. Sin el INCAA la idea de federalizar el cine directamente dejaría de existir. Con el INCAA funcionando se puede criticar cualquier cosa que haga y se puede presionar para que mejor su funcionamiento. Pero con el INCAA existiendo. Se me parte el corazón cuando leo o escucho gente del medio militando en contra del Instituto, en post de un cine “verdaderamente” independiente. Porque esa “independencia” no es otra cosa que independencia económica y eso se llama meritocracia. Y creo que no hay nada más horrible que ese concepto.

¿Cómo es el camino que viene andando y que le sigue a Planta Permanente, luego de su participación en el Festival de Mar del Plata?

Quisiera que este lanzamiento soñado en el Festival de Mar del Plata haga que la película tenga un buen recorrido internacional, especialmente por Latinoamérica. Los horrores que se están viviendo en Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela creo que están muy relacionados con la temática que toca Planta permanente. Y me gusta pensar en el cine como herramienta cultural más allá de la experiencia estética. Y por supuesto deseo profundamente que se la pueda ver en cada provincia de Argentina porque si bien la derecha que nos gobierna está de salida, creo que tendremos que estar muy atentos a cómo nos vamos a tener que relacionar de ahora en más, porque lo buitres no descansan y seguirán al acecho. Depende de nosotros que no vuelvan más.   

Titulo: Planta permanente

Año: 2019

País: Argentina

Director: Ezequiel Radusky

Funciones de Planta permanente en el 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata:

Viernes 15. 12:00hs

Viernes 15. 19:00hs

Sábado 16. 14:30hs

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