Siempre me atrajeron los sueños. Tienen esa dualidad de lo hermoso y lo horroroso a la vez, que sucede porque son el terreno de lo que aún no se ha imaginado. Eso los hace inquietantes y fascinantes. También me interesan mucho las instancias de confusión entre el sueño y la vigilia, ese momento de indistinción entre estados, que hace que a veces se confundan con la realidad. Empecé a escribir el corto a partir de una serie de sueños que tenía anotados, y me interesaba mucho el diálogo entre el recuerdo que tenía y lo escrito. Justo estaba planeando una mudanza, que es una situación que comparte mucho esa confusión que sucede en los sueños, algo de estar y no estar en un lugar, o no terminar de estar ni en uno ni en el otro… esa ambigüedad, algo siniestro de las casas que dejaron de ser un hogar o aún no lo son. Ahí apareció el corto.

Me interesa generar esa sensación incómoda que surge de algo que está levemente fuera de lugar. Eso es algo muy propio de los sueños, o al menos de esos que se parecen mucho a la realidad y por eso son tan perturbadores. Necesitaba generar un piso, un lugar donde hacer pie, algo cálido y conocido de donde luego correrme. Quería probar distintas formas de la narración donde ocurran esos cambios de tono, la sensación de que cada escena puede ser una realidad que se empieza a extrañar o un sueño que se vuelve lúcido.