Por Mauro Lukasievicz

¿Cómo llegaste a la historia de Tanya y en qué momento decidiste convertirla en una película?

A Tanya la conocí por el año 2009 buscando una no actriz para un cortometraje de ficción. Esa primera tarde en la Asociación Renacimiento donde vive, tomábamos un café mientras un hombre mayor pintaba la puerta que da al patio de un color celeste fuerte e improvisaba a capela una canción rusa. Tanya se comunicaba conmigo en castellano pero de a momentos le salía una voz intensa y drástica; era cuando hablaba en ruso con este hombre. Se disculpaba con una sonrisa y volvíamos sin problema a lo nuestro. Más allá de que mi visita tenía un propósito definido, yo no podía evitar figurarme una nueva película con aquellas historias y elementos reales que se desplazaban por delante de mí; me parecía fascinante ver cómo las costumbres de Ucrania continuaban su curso acá en Buenos Aires. Los monoblocks de Kiev bajo la nieve, y muchísimas imágenes más se convirtieron para mí en algo indisociable: nunca hubiese conocido Ucrania sin haber encontrado a Tanya. Puede sonar desmesurada mi sentencia, pero eso es lo que provoca un extranjero lejos de su país, la certeza de que dentro de sí viven los paisajes de su tierra y por más que su andar nunca deje de atravesar otros suelos, estos paisajes jamás se perderán, viaje adonde viaje, migre adonde migre, su nacionalidad se acentuará, sus historias se volverán más resistentes y nunca se apagarán.

Pasaron seis años desde tu primer largometraje ¿Porque dejaste pasar tanto tiempo para volver a filmar y en qué crees que cambiaste como directora?

Tanya fue financiada con un subsidio del INCAA del año 2014, el cual quedó completamente desactualizado en los años posteriores de  producción de la película. Si bien el subsidio nos ayudó para darle un empuje a la película, no hubiera sido posible llevarla a cabo sin haber estado acompañada de personas como Malena Kremenchuzky (productora) y Juan Renau (dirección de fotografía), que se entregaron a esta aventura con desinterés económico y por estricto amor al arte.  El hecho de que hayan pasado seis años desde mi primera película no fue una elección, sino más bien, el resultado de periplos y enredos que muchas veces las películas independientes enfrentan. No podría decir en que cambié como directora pero sé que lo que no cambió es la perseverancia para terminar las películas que empiezo.