El Jockey (2024), de Luis Ortega

“Juego de roles”

Por Valentina Soto

Nada es lo que parece en El Jockey, la última película del director argentino Luis Ortega, una película que explora los límites de la identidad. Con un estilo narrativo que a veces desconcierta y otras entretiene, la película parece reflejar una crisis de identidad tanto en sus personajes como en su propia estructura. Esta ambigüedad recuerda a El ángel (2018), otro trabajo de Ortega en el que un criminal de apariencia inocente realiza actos atroces, desconcertando al público con la tensión entre la apariencia y la realidad. El Jockey tiene como protagonista a Nahuel Pérez Biscayart en el papel de Remo, un jockey talentoso pero autodestructivo que trabaja para Sirena, un mafioso interpretado por Daniel Jiménez Cacho. Remo lucha con adicciones que sabotean su carrera, mientras que su novia Abril (Úrsula Corberó), también jockey, parece distanciarse emocionalmente de él. La película sugiere un conflicto entre el deseo de libertad de Remo y Abril, y su aparente dependencia de la protección que les ofrece Sirena. Ambos personajes se ven atrapados por las deudas que los obligan a seguir compitiendo para el jefe criminal. Todo se desarrolla como una mezcla de géneros que desafía categorizaciones claras. Al principio, parece una comedia excéntrica con secuencias que evocan el estilo de Aki Kaurismäki, incluido un espectacular número de baile que recuerda la extraña coreografía de la última película de Yorgos Lanthimos. Sin embargo, El Jockey se desvía rápidamente hacia un territorio más oscuro cuando Remo, incapaz de superar sus adicciones, provoca un accidente durante una carrera importante, lo que lo deja hospitalizado y lo empuja a un proceso de transformación personal. Este giro en la trama introduce elementos de renacimiento y reencarnación que pueden resultar confusos en un primer visionado, pero sugieren una compleja alegoría sobre la identidad de género. Remo comienza a adoptar comportamientos más femeninos mientras vaga por las calles disfrazado de mujer, lo que eventualmente culmina en su transformación en Lola, una peluquera en prisión. La película parece insinuar que esta nueva identidad es, de alguna manera, el destino final de Remo, o quizás su verdadera esencia, algo que explica su comportamiento autodestructivo anterior.

El tono de la película es, en su mayoría, inestable. Lo que comienza como una comedia con tintes surrealistas se convierte en un thriller psicológico y, en ocasiones, un drama existencial sobre la búsqueda de la identidad. Esto termina por resultar frustrante, ya que la película a menudo parece perder el rumbo, especialmente en la segunda mitad, cuando se convierte en un juego de gato y ratón entre Remo y los hombres que lo persiguen. La introducción de nuevos personajes y tramas secundarias, como la relación de Abril con Ana (Mariana Di Girolamo), otra jockey, sólo añade más capas a una narrativa ya de por sí enrevesada y dónde parecería que para Luis Ortega la idea principal de la película no es suficiente. 

A pesar de sus incoherencias, El Jockey destaca por su enfoque estilístico. La cinematografía de Timo Salminen y las secuencias de baile son algunos de los aspectos más sobresalientes de la película. La primera secuencia de baile, ambientada al ritmo de “Sin Disfraz” de la banda Virus, es un momento visualmente hipnótico, mientras que la segunda, ubicada en los vestuarios de los jockeys, combina la comedia con una energía erótica que subraya el carácter ambiguo de la película. Estas escenas aportan un dinamismo que contrasta con los momentos más desconcertantes del guion, y podrían ser una de las razones por las que la película termina por convencer. No obstante, es importante señalar que, aunque la película es ambiciosa en su representación de personajes queer, cae en varios clichés y estereotipos que la debilitan. Los retratos de personajes gay y trans son a veces caricaturescos, y algunos chistes basados en cuestiones de raza y género no logran su cometido, creando una sensación de incomodidad más que de sátira. Sin embargo, es innegable que Ortega merece crédito por haber creado una película abiertamente queer que sitúa a estos personajes en el centro de la narrativa.

El Jockey es una película que, aunque carece de cohesión tonal y narrativa, logra cautivar gracias a su estilo visual y su osadía temática. Los elementos de identidad de género, renacimiento y la lucha por la autodeterminación son sugerentes, aunque a veces se ven empañados por la ejecución desigual del guion. La ambigüedad puede ser precisamente lo que le dé su carácter particular a El Jockey, la cual es una obra que no se deja encasillar, y aunque sus elementos no siempre encajan perfectamente, ofrece suficientes destellos de brillantez.

Titulo: El Jockey

Año: 2024

País: Argentina

Director: Luis Ortega