“Rejtman amplía los horizontes de su cine, explorando nuevos territorios espirituales sin abandonar su estilo característico de humor sutil y minimalista. La película es una reflexión sobre los límites y posibilidades del cuerpo humano, sobre cómo este se convierte en un vehículo de expresión cinematográfica y filosófica”
Martín Rejtman reafirma su singular posición en el cine argentino y mundial, consolidándolo como uno de los pocos autores no convencionales que, en la actualidad, trabajan con creatividad e inventiva dentro del ámbito de la comedia. Desde su debut con Rapado (1992), cada uno de sus films ha aportado una nueva complejidad formal y una profundidad filosófica a este género subestimado, a través de historias irónicamente distantes pero ricas en humor. Los protagonistas de Rejtman suelen ser personajes torpemente encantadores que intentan, de manera casi tragicómica, recuperar algo inesperadamente perdido, ya sea un objeto, una relación, la juventud o incluso su propia identidad.
Con La Práctica, Rejtman va más allá en este concepto, usando la narrativa de un instructor de yoga, Gustavo (interpretado por Esteban Bigliardi), que atraviesa una crisis personal. Mientras enfrenta un divorcio y una lesión de menisco, Gustavo se embarca en una reflexión tanto sobre su vida como sobre las limitaciones de su cuerpo. A partir de esta premisa aparentemente sencilla, el director ofrece un retrato cómico y sutil de la crisis de la mediana edad, en paralelo a una destilación autorreflexiva de su propio estilo cinematográfico y su enfoque peculiar de la narrativa. El uso humorísticamente refractado de la práctica del yoga, que exige una rutina física y mental sostenida, podría interpretarse como una metáfora de la rigurosa contención que guía la cinematografía de Rejtman. Sus películas se caracterizan por un ritmo preciso y cuidado, con diálogos, gestos y movimientos coreografiados al milímetro. En La Práctica, la repetición se convierte en una herramienta esencial para construir un humor casi musical. La recurrente lesión de Gustavo en la rodilla, acompañada por un sonido distintivo, no solo genera un patrón cómico, sino que encarna cómo el cuerpo humano se convierte en un vehículo de expresión para las ideas políticas y filosóficas que Rejtman plantea, aunque siempre de manera subestimada y a través del deliberado extrañamiento que genera su estilo.
Gustavo, un argentino que trabaja como instructor de yoga en Chile, se encuentra humorísticamente fuera de lugar. Este desajuste se expresa de manera sutil, evitando las obvias diferencias idiomáticas entre el español de ambos países. Sin embargo, el cuerpo herido y desbalanceado de Gustavo transmite su desplazamiento, su dificultad para adaptarse a su nueva vida y las constantes visitas de su madre dominante. La neutralidad del diálogo, característica del cine de Rejtman, acentúa el contraste entre los personajes argentinos y chilenos, pero es el cuerpo de Gustavo el que expresa de manera más contundente su desconexión y sus intentos por encontrar equilibrio.
La comedia, en su forma más pura, es un arte corporal que encuentra sus raíces en el cine mudo. Rejtman, a través de su precisión formal y su coreografía detallada, se conecta indirectamente con esta tradición. Cineastas como Ozu y Tati, quienes a su vez bebieron de las fuentes del slapstick, parecen ser referencias ineludibles para Rejtman. La Práctica retoma esta tradición al integrar la comedia de manera modernista, con una puesta en escena que recuerda al rigor de Bresson. Al igual que estos directores, Rejtman minimiza la importancia del diálogo y opta por construir el significado a través de los gestos y los detalles visuales. El mundo en sus películas está compuesto por objetos y acciones que, aunque aparentemente triviales, cargan un peso narrativo considerable.
El cine de Rejtman no se detiene solo en la expresividad del cuerpo, sino también en su entorno, subrayado por el uso repetido de señalizaciones, etiquetas y el constante movimiento de vehículos. Los lugares donde se desarrollan sus historias parecen determinar el tipo de acciones que pueden ocurrir dentro de ellos. En La Práctica, el estudio de yoga de Gustavo está marcado por la simple y directa palabra “Yoga”, subrayando cómo este espacio define las interacciones humanas que ocurren en su interior. Este tipo de economía visual, en la que objetos y gestos cobran protagonismo, ha sido una constante en la filmografía de Rejtman desde Silvia Prieto (1999) y Los guantes mágicos (2003), en las que el trasfondo de la economía neoliberal argentina influía directamente en las narrativas.
Sin embargo, en La Práctica, el enfoque de Rejtman se desplaza hacia una reflexión más existencial y espiritual. En una de las secuencias más impactantes de la película, Gustavo se aleja de un retiro de yoga para pasar la noche en un bosque, donde experimenta una visión extraña y onírica: una roca enorme flotando sobre el suelo. Este momento es ambiguo, dejando en el aire si se trata de una visión real o una alucinación provocada por el cansancio. Este tipo de revelación, privada e íntima, sugiere una especie de samadhi, la fase más alta de la práctica del yoga, a la que Gustavo admite no haber llegado nunca. La escena resuena con el terremoto inicial que ocurre mientras Gustavo enseña una clase de yoga, generando un paralelismo entre las sacudidas externas e internas que el personaje experimenta.
El motivo de la roca flotante se yuxtapone con un gag recurrente a lo largo de la película: Gustavo cae repetidamente en una boca de alcantarilla abierta mientras intenta cortejar a una mujer. Este tipo de slapstick es una firma del humor de Rejtman, que convierte lo cotidiano en absurdo, mientras su protagonista busca, casi literalmente, mantenerse en pie. En el fondo, La Práctica trata de un hombre que, en su búsqueda de equilibrio emocional y físico, se enfrenta a una realidad que constantemente lo hace caer, tanto en lo literal como en lo figurado.
Con La Práctica, Rejtman amplía los horizontes de su cine, explorando nuevos territorios espirituales sin abandonar su estilo característico de humor sutil y minimalista. La película es una reflexión sobre los límites y posibilidades del cuerpo humano, sobre cómo este se convierte en un vehículo de expresión cinematográfica y filosófica. La contención formal, el uso del cuerpo y la precisión en los gestos y diálogos convierten a La Práctica en una obra que no solo reflexiona sobre la vida de su protagonista, sino sobre el cine mismo.