“Reescribir la percepción pública

Por Natalia Llorens

En Eagles of the Republic, Tarik Saleh construye una reflexión punzante sobre la relación entre poder, propaganda y cultura popular. La historia se desarrolla en un Egipto contemporáneo, en el que un ídolo cinematográfico, George Fahmy, es empujado a participar en una gran producción que glorifica al régimen gobernante. Lo que al principio parece una negociación superficial entre artista y Estado se transforma en un enfrentamiento mucho más profundo: el de la autonomía individual frente a un poder que lo absorbe todo. George vive en un mundo que lo ha tratado como intocable. Es un símbolo nacional, un rostro omnipresente que representa no solo entretenimiento sino también identidad colectiva. Su vida cotidiana está sostenida por un sistema que le concede privilegios, siempre y cuando no cuestione el orden establecido. Pero la historia muestra cómo ese estatus es frágil: en un contexto autoritario, la celebridad no significa libertad, sino disponibilidad para ser utilizada. En el momento en que el régimen decide que debe encarnar al presidente en una película propagandística, ya no hay negociación real. Su resistencia inicial es una ilusión; el poder no pide, ordena.

A partir de esta premisa, la película plantea una pregunta central: ¿qué ocurre cuando la cultura, en lugar de ser un espacio de expresión, se convierte en herramienta del Estado? La respuesta no se da de manera abstracta, sino a través de las contradicciones internas de George. Él no es un opositor, ni un militante; es alguien que ha prosperado dentro de ese sistema y que, de pronto, descubre que sus privilegios tenían un precio. Su comodidad dependía de su silencio. El control cultural aparece aquí como una extensión natural del control político. La censura, las presiones y las amenazas no se presentan como rupturas bruscas, sino como mecanismos cotidianos que moldean comportamientos. En un momento, George discute por un detalle aparentemente trivial —una escena romántica considerada inapropiada por la censura—. La escena revela cómo el poder se infiltra incluso en los gestos más pequeños, marcando fronteras invisibles que todos conocen y pocos desafían.

La película también habla sobre el papel de la memoria colectiva en contextos autoritarios. Al utilizar la figura de un actor popular para interpretar al presidente, el régimen no solo busca producir propaganda: quiere reescribir la percepción pública de su propia historia. Quiere que la cara más visible de la cultura nacional sea también la cara del poder. La figura de George deja de ser suya para convertirse en una extensión del relato oficial. Es una apropiación simbólica: el ídolo cultural se transforma en instrumento político. Otra idea que recorre la historia es la confusión entre espectáculo y realidad. George ha vivido tanto tiempo dentro de un mundo donde todo gira en torno a su imagen que no logra distinguir las verdaderas amenazas de las representaciones. Cree que puede actuar frente al poder de la misma manera en que actúa frente a la prensa o los tabloides: con ironía, gestos calculados y poses de rebeldía controlada. Pero cuando el régimen decide utilizarlo, esas herramientas resultan inútiles. Lo que antes eran juegos de vanidad se convierten en asuntos de vida o muerte.

La obra también reflexiona sobre la fragilidad de las figuras públicas. George, que ha gozado de fama y privilegios, descubre que en una estructura política rígida no es más que una pieza reemplazable. El poder le permite brillar mientras eso sirva a sus intereses, pero no duda en recordarle que no es él quien decide las reglas. Este tránsito de figura dominante a peón revela cómo, en contextos autoritarios, incluso quienes parecen estar arriba están atrapados en la misma red de control.

Por último, la película sugiere que el humor y la ironía pueden funcionar como válvulas de escape, pero no como verdaderos actos de resistencia. En los márgenes de la historia, los personajes ríen, bromean, exageran; pero todos saben hasta dónde pueden llegar. El poder tolera la burla superficial siempre que no se cuestione su legitimidad. Es una estrategia tan antigua como eficaz: permitir pequeñas fugas simbólicas para evitar explosiones reales.

Eagles of the Republic no es solo un relato sobre un actor presionado por un régimen, sino una exploración de cómo el poder captura el lenguaje, las imágenes y los cuerpos para afirmarse. Lo que se juega aquí no es una carrera profesional ni una disputa estética, sino el control de la memoria y de la imaginación colectiva. Y en ese terreno, la libertad personal se revela como algo mucho más frágil de lo que parece.

Titulo: Eagles of the Republic

Año: 2025

País: Suecia

Director: Tarik Saleh