“El cine de Naruse es una ventana a las adversidades de la vida, donde las responsabilidades prácticas, la lucha por la subsistencia y las emociones contenidas convergen en narraciones que capturan el dolor, la resiliencia y la humanidad en su estado más crudo.“
Mikio Naruse fue uno de los directores más influyentes del cine japonés, aunque su obra ha sido injustamente eclipsada por la fama de directores como Yasujirō Ozu, Kenji Mizoguchi o Akira Kurosawa en Occidente. Naruse, conocido principalmente por sus dramas realistas, abordó el género shomin-geki, que se centra en la vida cotidiana de las clases medias bajas. Sus películas se caracterizan por una profunda observación de la vida, con una representación sutil pero penetrante de las dificultades materiales y emocionales que enfrentan sus personajes, especialmente las mujeres. El cine de Naruse es una ventana a las adversidades de la vida, donde las responsabilidades prácticas, la lucha por la subsistencia y las emociones contenidas convergen en narraciones que capturan el dolor, la resiliencia y la humanidad en su estado más crudo.
A pesar de la aparente simplicidad de sus historias, lo que distingue a Naruse de otros directores de su tiempo es su representación única y compasiva de las mujeres. A lo largo de su carrera, trabajó con muchas actrices prominentes de la época, incluyendo a Hideko Takamine, Setsuko Hara y Kinuyo Tanaka. Como Yoko Tsukasa, actriz que trabajó con Naruse en su última película Scattered Clouds (1967), afirmó: “Entendía perfectamente la psicología de las mujeres”. Esta comprensión profunda de las complejidades emocionales femeninas le permitió crear personajes con los que el público podía identificarse. Las mujeres de Naruse, a menudo atrapadas en relaciones desiguales o situaciones económicas difíciles, luchan por encontrar su lugar en un mundo que parece haberles fallado. A diferencia de las heroínas sufrientes de Mizoguchi, las mujeres de Naruse son más prácticas, menos propensas a la auto-opresión, pero igualmente vulnerables a las fuerzas implacables de la vida. Lo que diferencia a Naruse es su habilidad para yuxtaponer a sus personajes femeninos. En sus películas, a menudo encontramos a una mujer enfrentada a otra, ya sea como rival o como espejo de sus propias angustias y deseos reprimidos. Esta dualidad añade una capa de complejidad emocional a sus relatos, donde las protagonistas se ven obligadas a confrontar sus limitaciones a través de la presencia de otra mujer. En Hit and Run (1966), por ejemplo, dos mujeres, una viuda cuyo hijo es asesinado y la esposa infiel del hombre responsable, se ven atrapadas en una relación de tensión que subraya la culpabilidad y el duelo. En otros casos, como en The Girl in the Rumor (1935), el conflicto entre madre e hija se revela cuando la joven protagonista descubre que la mujer a la que ha despreciado como la amante de su padre es, en realidad, su madre.
Esta insistencia en enfrentar a las mujeres entre sí es una constante en el cine de Naruse, y se manifiesta con especial claridad en películas como Untamed (1957), donde la protagonista, Oshima, se enfrenta a su rival, Oyu, en un conflicto que desafía las normas sociales de la época. En A Wanderer’s Notebook (1962), basada en los diarios de la escritora Fumiko Hayashi, la rivalidad entre dos mujeres que inicialmente colaboran en una revista literaria muestra cómo Naruse explora la fragilidad de las alianzas entre mujeres y la imposibilidad de escapar de las presiones sociales. Las películas de Naruse rara vez ofrecen finales esperanzadores. En su universo, los personajes, especialmente las mujeres, se ven obligados a enfrentarse a una realidad que no les concede escapatoria. En Repast (1951), por ejemplo, Michiyo, una ama de casa desilusionada, debe resignarse a su matrimonio infeliz. Esta resignación es una constante en el cine de Naruse, donde la posibilidad de una catarsis trágica, como la que ocurre en Floating Clouds (1955) o Yearning (1964), es más la excepción que la regla. Los finales suelen ser un retorno a la rutina diaria, un recordatorio de que la vida continúa a pesar del dolor y la desilusión.
Uno de los temas más recurrentes en el cine de Naruse es la lucha contra la pobreza y la inseguridad material. Esto probablemente tiene sus raíces en su propia vida. Nacido en 1905, Naruse quedó huérfano a una edad temprana y vivió en condiciones de pobreza. Comenzó su carrera cinematográfica como asistente de producción en Shochiku, y no fue hasta 1930, gracias a la recomendación de su mentor Heinosuke Gosho, que se le permitió dirigir. Sin embargo, el camino hacia el éxito no fue fácil. Durante sus primeros años en Shochiku, se le asignó trabajar en comedias ligeras, un género que no se alineaba con su temperamento sombrío y melancólico. A pesar de su éxito crítico y comercial, Naruse siempre se sintió marginado dentro del sistema de estudios japonés, lo que probablemente influyó en su constante representación de personajes que luchan contra fuerzas que están fuera de su control. Naruse no solo explora la pobreza material, sino también la pobreza emocional. Sus personajes a menudo están atrapados en situaciones en las que las opciones parecen limitadas, donde la esperanza de un cambio significativo se ve frustrada por las circunstancias. En When a Woman Ascends the Stairs (1960), por ejemplo, Keiko, una camarera envejecida, sube y baja las escaleras de su bar, en un ciclo sin fin de trabajo y desilusión. Este sentido de repetición y atrapamiento es un tema recurrente en la obra de Naruse, quien una vez comentó: “Si mis personajes se mueven aunque sea un poquito, rápidamente chocan contra una pared”.
A pesar de la oscuridad que impregna su cine, Naruse también encuentra momentos de belleza y humor. En Lightning (1952), otra adaptación de una obra de Fumiko Hayashi, el personaje de Mitsuko experimenta un momento de liberación emocional cuando, después de haber estado cargando con las cenizas de su esposo muerto, se enfrenta a su amante y encuentra la fuerza para reír. Este giro emocional, de lágrimas a risas, es un testimonio de la habilidad de Naruse para capturar la complejidad de la experiencia humana, donde el dolor y la alegría coexisten de maneras inesperadas. Aunque su obra no logró el reconocimiento mundial en vida, Naruse sigue siendo uno de los grandes maestros del cine japonés, y su legado continúa inspirando a nuevas generaciones de cineastas. Su capacidad para representar las luchas cotidianas de personas comunes con una sensibilidad inigualable lo convierte en un director cuya obra merece ser redescubierta y valorada en toda su profundidad. Las películas de Naruse nos recuerdan que, en la vida, a menudo no hay grandes resoluciones ni escapes fáciles, pero hay una belleza trágica en la resistencia y en la capacidad humana para seguir adelante, a pesar de todo.