“Cine y melancolía”
Por Belén Paladino
“Imposible explicarlo. Se iba apartando de aquella zona donde las cosas tienen forma fija y aristas, donde todo tiene un nombre sólido e inmutable. Cada vez ahondaba más en la región líquida, quieta e insondable donde se detenían nieblas vagas y frescas como las de la madrugada.”
Clarice Lispector, “Cerca del corazón salvaje”
Sumergirse. La masa liquida que rodea y abraza habilita una nueva forma de percibir el tiempo. Desde ese espacio fuera del tiempo, desde el fondo de una pileta, los recuerdos y pensamientos fluyen de una manera diferente a como lo hacen en la superficie. Salvador recuerda su infancia en la última película de Pedro Almodóvar Dolor y gloria.
Y es que el estar sumergido equivale también a un acto de suspensión que durará el tiempo breve que se pueda contener la respiración. Ese pequeño acto de alguna manera pone a prueba al propio cuerpo, sus límites y posibilidades. Las preocupaciones de Salvador están centradas desde hace tiempo en su cuerpo, al que ha conocido en profundidad a través de enfermedades y dolencias, a través del dolor y no del placer. El cuerpo también equivale a un obstáculo ya que es lo que le impide volver a ejercer su profesión de director de cine. Aquí aparece un posicionamiento respecto al quehacer cinematográfico, en el trabajo creativo también participa el cuerpo.
El estado de suspensión que atraviesa el personaje en su vida- no solo cuando está sumergido- no deja de ser activo ya que es la oportunidad para pensarse, para revisar su propia historia, sus vínculos. Salvador vive en un continuo durante que solo podrá acabar cuando vuelva a filmar, mientras tanto ese espacio de transición, de espera, parece habilitar hasta el cambio de algunos hábitos y el reencuentro con viejos amigos.
Almodóvar una vez más explora el vínculo entre madre e hijo, como lo ha hecho en varias oportunidades, pero ahora presenta una nueva faceta al centrarse en el vínculo de un hombre adulto con su madre mayor. La relación de Salvador y su madre es ambigua pero no por eso deja de ser afectiva, tendiente incluso al sacrificio por el otro. Es que Almodóvar siempre supo mostrar mejor que nadie esas zonas grises, intermedias, esas contradicciones que existen en cualquier vínculo.
Los recuerdos de la infancia y sus imágenes de alguna manera siempre pierden exactitud. Al evocarlos se produce un proceso de ficcionalización. En la evocación materna también hay espacio para que participe la madre idealizada, la madre que hubiera deseado tener. El propio Almodóvar- todo parece afirmar que es su película más autobiográfica, que Salvador funcionaria como un doble, un alter ego- también realiza un proceso de ficcionalización de su propia historia. En lo autobiográfico siempre hay lugar para lo que no fue, para lo que debería haber sido, para lo que se ha soñado y que no es por eso menos real.
Probablemente el aspecto que suele ser más remarcado en la filmografía de Almodóvar es el estilo, su estética inmediatamente reconocible, el uso del color y la forma. Pero también hay estilo en el modo de narrar. Almodóvar ha desarrollado un estilo propio en su escritura lleno de recurrencias: el trabajo sobre el fragmento, los saltos temporales, el cine dentro del cine, las citas cinematográficas- en este caso hay una preciosa de La niña santa de Lucrecia Martel. A lo largo de los años se ha despojado de algunos elementos para volverse más íntimo, más vuelto sobre si mismo. Por eso, probablemente, la escena más conmovedora de Dolor y gloria sea el reencuentro entre Salvador y el gran amor de su vida, un amor constitutivo pero que ha quedado en el pasado. Un amor sin rencor.
El cine del último Almodóvar está atravesado por una melancolía estructural, de quien sabe que todos los días suponen una perdida, que al avanzar siempre algo queda detrás. El ejercicio de extrañar⚫
Titulo: Dolor y gloria
Año: 2019
País: España
Director: Pedro Almodóvar