“La textura de un cine perdido”
Por Belén Paladino.
Al comienzo, todo era mar y silencio, hasta que un estremecimiento recorre las aguas del océano y el fuego subterráneo expulsa sus entrañas rocosas, dando origen a una isla, una pequeña superficie en medio de enormes masas de agua. Si el paisaje hablara la lengua de los hombres conoceríamos su memoria, su larga estadía sobre la tierra, su legado. La naturaleza se manifiesta constantemente a través de las formas de vida más pequeñas, sutiles y sorprendentes, también desde la desmesura, de lo impactante, de lo arrasador. José Luis Guerin, en su cortometraje De una isla (un drama geológico) se zambulle en una geografía fantástica para intentar registrar la memoria de un paisaje.
Pero, ¿se trata de una isla real o imaginaria? ¿es una geografía posible o imposible? Por unos breves- y hermosos- momentos es posible dudar, conjeturar, dejarse llevar por imágenes tan fantásticas, que parecen alejarse de lo real. La convivencia de tantos seres diminutos y espacios agrestes rodeados de humo podrían ser una artimaña del montaje. Es que el cine parece el mejor medio para crear lo que no existe, para crear geografías imposibles, corroídas por el agua y el viento. Pero la naturaleza y su potencia supera cualquier ficción, cualquier invención humana.
Guerin traduce al lenguaje de los hombres la memoria de la isla de Lanzarote, desde su nacimiento, sus primeros habitantes y su cultura, hasta la llegada de los colonizadores -que no supieron interpretar tal paisaje ni a sus pobladores-, para entrelazarlo con la construcción mítica de la isla, sus leyendas donde conviven dioses, princesas y viajeros. Una isla amenazada por un fuego subterráneo, donde el humo parece volver irreal lo real. El misterio se resquebraja al incorporar de manera directa la figura del artista César Manrique, el homenaje se vuelve explicito, ¿no es suficiente homenaje retratar la tierra que el artista tanto amó?
De una isla, también dialoga con un pasado perdido desde sus aspectos formales, la textura de 16 mm en blanco y negro, acompañada por la melodía de un piano que subraya, acentúa, y vuelve más expresivo el paisaje remiten al cine mudo. Los subtítulos que narran la historia de la isla desde un lenguaje poético hacen las veces de los viejos intertítulos, pero escapando de la fragmentación y los cortes que estos provocaban en la imagen, para entregarse a un fluir continuo de imágenes, que por momentos se fusionan, se mezclan y a veces se rechazan, como si fueran olas golpeando en la costa. Guerin conserva algo del error, de los accidentes propios del primer cine mudo, de los cambios de luz abruptos y los cortes inexplicables que lo vuelven tan encantador, que evidencian su aspecto más artesanal. Al igual que en las primeras experiencias cinematográficas, donde alguna sombra de un operador se colaba en plano, evidenciando la presencia de quien capturó esas imágenes; la sombra de Guerin, cual corresponsal que llega con su cámara por primera vez a un territorio desconocido, se escabulle en Lanzarote, convirtiéndose en la única presencia humana de la isla.
De una isla, se vuelve una experiencia poética, una invitación a recorrer un espacio en apariencia inhóspito, ser un espectador privilegiado de las trasformaciones de un paisaje, al mismo tiempo que nos sumerge en la textura de un cine perdido y encantador, recuperando algunos de sus destellos.
Titulo: De una isla
Año: 2020
País: España
Director: José Luis Guerin