Coeurs brisés hôtel (2023), de Emma Axelroud Bernard

“Las chicas y el arma”

Por Sabrina Palazzani

Coeurs brisés hôtel (2023) de la directora Emma Axelroud Bernard es un cortometraje experimental de premisa pop y fanatismo kitsch. La cinta comienza con una eyaculación, desde abajo hacia arriba del cuadro, en una escena anticipatoria respecto del uso del espacio cinematográfico amplio que cobrará centralidad en el grado formal de esta historia. El fuera de campo del que se valdrá Bernard concentra y reconcentra la acción provocando envolturas, sugerencias y numerosas capas en poco tiempo.

En un hotel, dentro de una habitación temática del músico Elvis Presley, una mujer, tras un encuentro sexual, mata a un hombre y reúne otras cuatro mujeres que serán sus cómplices para hacer desaparecer el cuerpo y librarse del crimen.

A partir de este punto, los diálogos se estiran como un chicle rosa, pero no en su densidad temporal sino en la dimensión más interesante y aprovechada del corto, la plástica. La directora recicla gestos Almodovarianos (Mujeres en apuros, un hombre muerto arrastrado de los brazos por el suelo de la habitación) en una gama de azules y violetas eléctricos que se confunden en un tratamiento híbrido de entre la imagen digital y el fílmico.

Ya con los elementos colocados en la escena y un tono rápidamente instalado, Coeurs brisés hôtel se satura a sí misma de pastiche y superposición de efectos de montaje y recortes que, por falta de otra palabra más apropiada en el lenguaje, llamaremos “juguetones”.

La autora se apropia del espacio fuera del cuadro y arma planos barrocos, rompiendo así la asociación entre la imagen y el sonido en momentos clave como un diálogo, pausando la imagen y dejando correr los fotogramas más lentos que la velocidad y cadencia de la voz.

Estas transformaciones o virajes intempestivos no parecen tener, a priori, ninguna lógica. No hay un efecto, una distorsión que anticipe la próxima jugada. En este sentido, se puede advertir cierta diversión en la orquesta de las partes de este cortometraje, pero hay algo en la dirección que imprime su seriedad, la cinta evidentemente no es una broma aunque sea articulada con humor en clave de pop francés.

Dejado atrás el clisé sobre un asesinato, que como espectadores sólo vemos o intuimos a partir de un cuerpo inerte y manchones de sangre, Bernard se dedica a la vanguardia desbordada, a sumar. Los diálogos concisos y pragmáticos (hay un plan, hay estrategia que ordena la comunión entre estas cinco mujeres) se plantean como contrapunto de las imágenes dobladas sobre sí mismas con fundidos y una expresión de alborotada sincronización.