El suplemento Soy de Página12 y Cine Arte Cacodelphia presentan una selección de películas atravesadas temática y sensorialmente por la diversidad sexual. Títulos recientes y/o relativamente recientes dialogan con un clásico. El cine argentino, el latinoamericano, el anglosajón y el europeo, el formato documental y la autoficción son parte del menú. Página12, el diario de “la otra mirada”, y Cine Arte Cacodelphia, un refugio para lxs cinéfilos de Buenos Aires, se enorgullecen en revisitar estas historias que nos abrieron los ojos y torcieron las miradas de públicos por dentro y fuera de la comunidad lgbti.
Jaime murió en 1999 tras un accidente a caballo. Su hija, Agustina Comedi hoy directora de cine, entonces era una niña de trece años. En la calle, un amigo de su padre le dirá: “El día en que vos naciste, una parte de tu padre murió para siempre”. Esa frase críptica despertará en Agustina la curiosidad de reconstruir la “otra” vida de su progenitor.
No aquella vida pública, formal y heterosexual plena de fiestas familiares, viajes y actos escolares que Jaime grabó obsesivamente en su Panasonic. Sino aquella que quedó oculta literalmente en su placard en donde florecen fotografías de chongos en cueros en Río de Janeiro, grabaciones caseras con concupiscentes varones nudistas que fuman porro y fiestas con travestis y lesbianas.
Y una imagen que se repite: la de Néstor, el mejor amigo, el testigo de casamiento, el obstetra que ayudó a que Agustina llegara al mundo y que un día desapareció drásticamente de sus vidas.
Ambientada en el siglo XVIII, esta delicada obra de arte cuenta la historia de Marianne (Noémie Merlant), una joven que desembarca en una isla de Bretaña convocada por una condesa (Valeria Golino) para pintar a escondidas el retrato de su hija Heloïse (Adele Haenel). ¿Los motivos? Una vez terminada, la pintura será envidada a un noble milanés para que éste decida si quiere o no desposar a la muchacha.
Sin embargo, Heloïse no quiere casarse y ya ha saboteado el intento de otro pintor de retratarla. En unos pocos días, en el paradisíaco, escondido y metafórico ambiente de la isla florecerá la pasión entre las dos mujeres. Una pasión que se vislumbra desde la primera mirada y se va construyendo sutil y poéticamente con silencios, sonidos, susurros, aromas y roces.
Pero, “Retrato de una mujer” no es solo una de las más hermosas historias de amor entre mujeres que nos haya brindado la pantalla grande, sino también la narración de una complicidad femenina que persiste y resiste a un represivo sistema patriarcal y capitalista que insiste en convertir a la mujer en objeto y propiedad de los varones.
En los primeros años ochenta, en pleno auge tras el estreno de “E.T. El extraterrestre, (Spielberg, 1982), surgieron diversas lecturas que propiciaban la idea de que la clásica y más taquillera película de Spielberg para niñeces narraba una historia de amor gay.
En todo caso, quizás con la amistad entre dos raros, el despreciado Eliott y el monstruoso pero adorable ser extraterreno que no tenía nombre ni género definido, el director estadounidense habilitó a las identidades diversas y preparó a generaciones a aceptar las diversidades afectivas.
Una de las primera películas -y sin dudas la más masiva y perdurable en la memoria colectiva– en centrarse en la epidemia del sida. A poco más de treinta años de su estreno esta ficción sigue despertando amor y odio por partes iguales.
Por un lado, la historia y la batalla legal de Andrew Becket (Tom Hanks cuando era el joven guapo de Hollywood), el abogado despedido de su trabajo cuando se descubre que vivía con HIV despertó empatía y oleadas de compasión (y ríos de lágrimas) a nivel global en un mundo en que frecuentemente el sida era sinónimo de repulsión y era nominado despectivamente como la “peste rosa” o la enfermedad de las cuatro H (hemofílicos, homosexuales, heroinómanos y haitianos).
Un padre muere. Cinco días después, la madre huye de México a Konya (Turquía) aparentemente enamorada de un turco al que conoció a través de las redes sociales. Ese es el punto de partida de la película del varón trans Gal S. Castellanos. En diálogo directo con “El silencio es un cuerpo que cae” y con “Retrato de una mujer en llamas”, Castellanos cuenta en clave de autoficción, el viaje al interior de sí mismo para comprender quién es y descubrir su transmasculinidad.
Pero, para ello, debe enfrentarse antes a la historia de su familia. Por un lado, está el padre, un bohemio cincuentón y artista plástico que se casa con la mujer-objeto de sus deseos y su musa inspiradora. Por el otro, está su madre una veinteañera condenada al ostracismo de un rancho en México, al silencio y a la invisibilidad y a una prematura maternidad que ni siquiera tuvo tiempo de pensar si era deseada o no.
La muerte del machirulo posibilita que esposa e hija devenida en hijo se liberen. Pero, para ello, la madre abandona también a su hijx. El resultado: una historia extraordinaria de redención y de liberación femenina y trans contada a partir de pinturas, grabaciones y fotografías.