Chaylla (2022) de Paul Pirritano y Clara Teper

“Una mujer vulnerable, pero no sola”

Por Sebastián Francisco Maydana

 

Chaylla es huérfana, madre, y sufre violencia de parte del padre de su hijo. Por ello vive en un hogar para mujeres, aunque a lo largo de los años (ella tiene 23) dejó el hogar varias veces para volver a convivir con su pareja. Siempre terminó volviendo. Él es alcohólico y violento, y por más oportunidades que le haya dado Chaylla no da muestras de cambiar. En algún momento Chaylla encuentra las fuerzas para hacer las denuncias correspondientes, poniendo en marcha una serie de mecanismos burocráticos, humanos y fílmicos que permiten que hoy sigamos su lucha.

La película intenta responder a una interrogante muy concreta: por qué sigue volviendo junto a su agresor, a pesar de todas las experiencias negativas. La realidad es que no conoce otra cosa, no cree que merezca otra cosa. Y le enseñaron que para que los niños y niñas crezcan bien, necesitan un hogar con un padre y una madre. Nada de eso tuvo Chaylla, y resulta un peso y una responsabilidad frente a la maternidad. Una vez que el espectador conoce esto, se empieza a desarrollar el verdadero drama del documental: si Chaylla va a lograr cambiar su manera fatalista de ver las cosas, o no.

La primera colaboración entre Clara Teper y Paul Pirritano es efectiva al mostrar la cara más oscura y a la vez común de la violencia de género, aquella que no transcurre entre gritos y golpes sino entre fojas de expedientes y entrevistas con trabajadores sociales. La angustia de tener que repetir lo mismo una y otra vez reviviendo los peores momentos de su vida, convenciendo a hombres de corbata de que sí es una víctima; la incertidumbre acerca de qué va a pasar con sus hijos, el desánimo ante la lentitud y deshumanidad de los procesos legales. Pero también aparece retratada la compleja pero estrecha red de contención, una red compuesta exclusivamente por mujeres, entre las cuales resalta la propia madre del agresor, que también fue huérfana. Este es el mérito mayor de Chaylla, rescatar la humanidad de las personas frente a la asepsia de la ley escrita. Y hacer un retrato descarnado y honesto de una mujer que está en un lugar muy vulnerable, pero que no está sola.

El dispositivo que se usa es, por lo menos, interesante. Formalmente, la película funciona como un documental observacional, ya que los directores no intervienen más de lo necesario para documentar lo que sucede. Sin embargo, todo el guion está construido alrededor de las diversas entrevistas por las que pasa Chaylla (con abogados, trabajadoras sociales, personal judicial, médicos, etc.) y que de a poco exponen las premisas y el desarrollo narrativo. Esto le quita dinamismo a una película que no deja de ser un documental basado en entrevistas, a la manera de los clásicos talking heads. Por ello, aunque algunos de los testimonios pueden ser crudos e incómodos, no pasan de ser relatos acerca de eventos del pasado, y por ello mismo apenas simulacros de lo real.

Chaylla es un gran retrato de una mujer contradictoria, apasionada, obstinada. De sus derrotas y sus victorias, casi siempre amargas. Un personaje vivaz y convincente, que hace necesario recordarse a cada momento que estamos frente a un documental y no una ficción. Y sobre todo, recordar que así como Chaylla no está sola, tampoco su situación es única, sino una realidad para muchísimas mujeres todos los días y en todo el mundo.

Titulo: Chaylla

Año: 2022

País: Francia

Director: Paul Pirritano y Clara Teper

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