Bluish (2024), de Lilith Kraxner y Milena Czernovsky

En esta película, a través de paisajes urbanos melancólicos y la inquietud de la juventud post pandemia, se toca una fibra sensible con la conmovedora representación de la apática vida de dos jóvenes, Errol y Sasha. La película navega por el frío de una ciudad sin nombre, develando las capas de angustia existencial que envuelven a sus protagonistas, donde la vida social se recompone de manera desconcertante, y a veces emocionante, explorando la complejidad del crecimiento personal en un entorno desafiante y alienante. Es así que Bluish avanza de situación en situación, apenas delineadas por fragmentos, sin eventos sobresalientes, como si formara parte de la cotidianidad de una vida aparentemente carente de narrativa.

Hay varios aspectos muy destacados de Bluish, tanto en su forma de filmar como en la de narrar, al desafíar las convenciones cinematográficas establecidas al dejar fuera de campo la gran mayoría de las situaciones en una acertada idea de construir escenas a través de una sola puesta en la que nunca podemos ver todo, pero sí sentirlo. Utilizando como telón de fondo un frío invierno que se ajusta al recorrido temporal y espacial de las protagonistas, la película aborda su transición a la adultez y la búsqueda de un lugar donde puedan ser ellas mismas, construyendo una imagen de su identidad en un mundo en constante cambio. Aunque todo está filmado en un magnífico 16mm de tonos azules, los elementos de las tecnologías actuales y el deseo constante por pertenecer aunque no sepamos bien a dónde,  nos lleva de sesiones de meditación, cursos por Zoom y/o clases de natación, lugares en donde las protagonistas nunca logran hallarse. 

A través de un collage de interacciones cotidianas que va desde lo mundano hasta lo profundo, debemos conectar los puntos de las vidas fragmentadas de Errol y Sasha. Este mosaico de experiencias destaca la impermanencia de los encuentros diarios e infunde una reflexión conmovedora sobre la fragilidad de las conexiones humanas y la efímera belleza de la juventud contemporánea. La película representa la vitalidad, pero sobre todo la vulnerabilidad de la actualmente llamada juventud adulta y su precario equilibrio en la vida, utilizando elementos de la vida diaria con una refrescante sensibilidad emocional.