“La memoria sensorial”
Laura Santos
Si Shakespeare hubiese imaginado su universo bajo la influencia de un ensueño alucinógeno, probablemente habría concebido algo como Ariel, la nueva obra de Lois Patiño. El director gallego, conocido por su exploración sensorial del cine, ofrece aquí una relectura hipnótica de La tempestad, donde los límites entre lo real y lo onírico se desdibujan. Con una audaz fusión de narrativas y atmósferas visuales que evocan la majestuosidad de los paisajes de las Azores, Patiño compone un tapiz cinematográfico que trasciende cualquier adaptación convencional de Shakespeare.
El viaje comienza con Agustina Muñoz, quien encarna una versión de sí misma. Invitada a protagonizar a Ariel en una producción local de La tempestad, su llegada a las Azores se convierte en una travesía que desafía la lógica del tiempo y el espacio. Desde el momento en que aborda el ferry hacia Faial, la realidad comienza a resquebrajarse: los pasajeros caen en un sueño colectivo, los habitantes de la isla hablan exclusivamente con versos shakesperianos y hasta el sistema de megafonía se suma al recital. Patiño convierte así cada rincón del filme en un escenario inmersivo donde la palabra y la imagen conviven en perfecta armonía.
Lo que distingue a Ariel de otras aproximaciones al dramaturgo inglés es la forma en que Patiño logra fundir la textura del lenguaje shakesperiano con su estilo visual característico. La cinematografía de Ion de Sosa baña los paisajes en tonos magenta y malva, creando una atmósfera que recuerda las fábulas marinas de Raúl Ruiz. La insularidad de las Azores, con sus praderas azotadas por el viento y sus acantilados envueltos en niebla, refuerza la sensación de que nos encontramos en un mundo fuera del tiempo. Cada secuencia es un recordatorio de la fascinación de Patiño por los espacios liminales, esos lugares donde la realidad se vuelve fluida y maleable.
A lo largo de la película, la protagonista se encuentra con figuras clásicas como Hamlet, Romeo y Lear, quienes parecen atrapados en un ciclo eterno de interpretación. La idea de una isla convertida en teatro permanente, donde cada amanecer da inicio a una nueva función y cada atardecer marca su final, es una metáfora potente sobre la naturaleza del arte y la memoria. Esta estructura narrativa refuerza la sensación de que el espectador está atrapado en un sueño que se despliega ante sus ojos con una cadencia hipnótica. Patiño, al igual que Shakespeare en La tempestad, juega con la idea de la creación artística como un acto de magia. Prospero, el mago que domina los elementos y las voluntades, encuentra su eco en la forma en que el director manipula la luz, el color y el sonido para construir su hechizo cinematográfico. En este sentido, Ariel se convierte en un reflejo de la capacidad del cine para transformar lo cotidiano en algo sublime. La banda sonora de Xabier Erkizia, con sus paisajes sonoros etéreos, complementa a la perfección la sensación de ingravidez que impregna el filme.
Lejos de ser una adaptación ortodoxa de Shakespeare, Ariel es una exploración libre y lírica de su legado. En lugar de centrarse en la fidelidad textual, Patiño se apropia del espíritu del dramaturgo y lo reinterpreta a través de su particular visión cinematográfica. La película es un testimonio de la capacidad del cine para dialogar con otras artes, para reinventar clásicos sin perder su esencia y para transportarnos a dimensiones donde la imaginación es la única ley.
Ariel es una experiencia sensorial cautivadora, una obra que confirma el talento de Lois Patiño para conjugar lo visual con lo poético. Con su combinación de atmósferas alucinatorias, diálogos embriagadores y un ritmo que nos sumerge en un trance cinematográfico, la película no solo rinde homenaje a Shakespeare, sino que también reafirma el cine como un arte capaz de materializar sueños. Ariel es un recordatorio de que las historias, al igual que las olas que abren y cierran la película, siempre están en constante movimiento.

Titulo: Ariel
Año: 2025
País: España
Director: Lois Patiño