Ari  (2025) de Léonor Serraille

“La deriva emocional”

Por Natalia llorens

En Ari, su tercer largometraje, Léonor Serraille regresa con una sensibilidad cinematográfica depurada y un interés cada vez más marcado por los personajes que transitan la incertidumbre. La película, presentada en la Competencia de la Berlinale 2025, sigue a su joven protagonista en un viaje que se siente tanto introspectivo como errático, una exploración pausada sobre las contradicciones de la adultez temprana y la dificultad de encontrar un lugar en el mundo.

Ari (interpretado con sutileza por Andranic Manet) es un aspirante a maestro que descubre, de manera abrupta, que la vocación no siempre se traduce en capacidad. Un incidente en el aula lo deja suspendido de su trabajo, y ese punto de quiebre lo lleva a una serie de encuentros y desencuentros que revelan su propia fragilidad. Expulsado del hogar paterno y sin una dirección clara, Ari deambula entre amistades dispersas y recuerdos de un amor pasado, buscando sin demasiado éxito un asidero emocional o una respuesta definitiva sobre su futuro. Serraille nos introduce en su deriva con una mirada cálida, pero nunca complaciente, resaltando el extrañamiento de su protagonista sin subrayados innecesarios.

El estilo visual de la película, con la cámara de Sébastien Buchmann moviéndose de manera orgánica entre los espacios urbanos y los rostros que pueblan la historia, refuerza la sensación de transitoriedad. Hay ecos del cine de Olivier Assayas en la manera en que Ari vaga sin rumbo, y una melancolía contenida que recuerda a Philippe Garrel. Sin embargo, Serraille encuentra su propio ritmo, evitando caer en la solemnidad y permitiéndose momentos de ternura inesperada, como un reencuentro casual con un antiguo amor que resuena con una verdad emocional desarmante.

Uno de los mayores aciertos del filme es su guion, que evita las resoluciones fáciles y construye a su protagonista con matices. Ari no es un antihéroe ni un joven excepcionalmente dotado; es, simplemente, alguien que intenta navegar un mundo donde la estabilidad parece un concepto obsoleto. En un momento clave de la película, se menciona un poema de Robert Desnos sobre el hipocampo, esa parte del cerebro ligada a la memoria y la orientación espacial. La metáfora resulta precisa: Ari está perdido, no solo en el sentido físico, sino también emocional y existencial.

Con Ari, Serraille reafirma su interés en retratar personajes que oscilan entre el desencanto y la esperanza. Si Jeune Femme exploraba la rabia y el impulso de una mujer en crisis, aquí el protagonista se enfrenta a una incertidumbre más sutil, pero igualmente abrumadora. Es un film contenido, de silencios y miradas elocuentes, que confía en la inteligencia del espectador para completar los espacios en blanco. Un retrato honesto y conmovedor sobre la transición a la adultez, que demuestra que, a veces, estar perdido también es una forma de seguir adelante.

Titulo: Ari

Año: 2025

País: Francia

Director: Léonor Serraille