“Algunos apuntes”
Por Belén Paladino
Es indudable la trascendencia de Argentina, 1985, la nueva película de Santiago Mitre. Lo es por su temática, por la actualización de uno de los grandes hitos de la democracia argentina, porque sin dudas acercará a nuevas generaciones- y de forma masiva- un hecho fundamental de nuestra historia, que hoy más que nunca es necesario revisitar para prensarnos como sociedad.
Quisiera centrarme en las decisiones narrativas de Argentina,1985, Mitre y Llinás insertan el juicio a las Juntas dentro de la tradición Hollywoodenses, lo hacen siguiendo sus convenciones las que determinarán un ritmo, el modo de desarrollar sus personajes, la construcción de un héroe y la inducción a la emoción. La pregunta surge naturalmente: ¿Es lo más adecuado adaptarse a un esquema Hollywoodense para narrar un hecho tan trascendente y fundacional para la Argentina, un hecho con pocos precedentes en otras partes del mundo; o en cambio se vuelve necesario descubrir, esbozar otra forma de narrar más propia para fundar una nueva tradición?
En pos del ritmo narrativo, Mitre sacrifica el desarrollo de testimonios y lo que ocurre fuera de los tribunales. Las escenas se vuelven tan breves que el desarrollo de la palabra- crucial en un proceso judicial y en la declaración de testigos- pierde su peso. La palabra necesita un tiempo para articularse, para poder dar cuenta del drama sufrido, de las violencias padecidas, para vencer la imposibilidad de poner en palabras el horror. El ritmo vertiginoso se contradice con la lentitud de ese proceso personal donde nace la palabra. Si bien Mitre escenifica la toma de declaraciones de innumerables testigos, donde finalmente sus voces crearán un entramado para reflejar la magnitud y la sistematicidad de la violencia perpetrada por la dictadura, el centrarse únicamente en ese volumen de voces, el desdibujar la ilegibilidad de los relatos, algo del sufrimiento vivido en primera persona se pierde. El foco está puesto en lo general antes de lo particular, en la exposición pública antes que en la intimidad de las víctimas.
Mitre suele recurrir a problemáticas actuales para volverlas algo inocuas. Se posiciona como un cronista, un narrador de acontecimientos que evita posicionarse abiertamente respecto de lo que narra. La pretensión de objetividad de su cine parte o bien de un deseo algo naive o bien de un posicionamiento político. Su cine se presenta como expositivo y borronea- o intenta hacerlo- cualquier comentario personal sobre los hechos expuestos, cualquier exceso.
¿Se puede llevar a la pantalla lo políticamente correcto? Sin duda Mitre lo logró, ese posicionamiento esa pretensión de objetividad es un reflejo de una parte de la sociedad que asume que ser bien pensante es alejarse del supuesto fanatismo que despierta el abrazar una ideología política, es permanecer en el centro haciendo malabarismo para no caer en ninguna grieta. En ese sentido, el Strassera interpretado por Darín parece funcionar como alter ego del director, se narra/ juzga en pos de la verdad y de la justicia sin ninguna bandera política. El camino del héroe al que responde el relato conduce a una trampa, allí la historia la hacen algunos hombres valientes y no el conjunto de la sociedad. Es indudable la importancia de los fiscales que posibilitaron el juicio, pero soslaya el contexto político que habilitó dicha discusión. Mitre parece olvidar que los procesos de transformación son posibles porque el pueblo los hace posibles y que se insertan en una coyuntura específica.
Sería malintencionado negar la trascendencia y calidad formal- que sin duda merecería una reflexión detallada- de Argentina, 1985, pero no habilitar ciertas discusiones en torno a ella sería perder una gran oportunidad de pensar nuestro cine y sus implicancias. La película de Santiago Mitre se vuelve interesante por las contradicciones que esconde en su interior, porque invita a reflexionar sobre cuál sería la manera más adecuada de representar nuestra historia a través de la ficción, asumiendo sus pasiones y contradicciones. ¿Un modelo narrativo clásico de Hollywood puede dar cuenta de todo aquello o es preciso asumir el desafío de descubrir nuevas formas de narrar?