Anatomy of a Fall (2023), de Justine Triet

“Manipular la mirada”

Por Ivan Garcia

Dentro de los dramas policiales, o en su periferia, existe el subgénero de los Courtroom drama o dramas de juzgado, que suelen tener una serie de tropos y cliches difíciles de esquivar, pero que a su vez dan ciertas garantías en cuanto al argumento y sus puntos de inflexión que hacen más fácil que la historia sea accesible y entretenida para la mayoría del público. La ganadora de Cannes de este año no trae nada particularmente disruptivo o innovador dentro de esta categoría de películas, pero sí arma bien su verosimil y un grupo de personajes creíbles y consecuentes.

La caída y muerte que da nombre a la película y provoca que la trama se ponga en movimiento sucede dentro de la primera escena, quizás de las la más tensas, pero sin duda una que sirve exactamente para presentar, más allá de los personajes principales, el tono que tendrá la historia. La dinámica entre la protagonista y su esposo (el fallecido) se da de una manera sutil, y es la que provoca tensión en una conversación aparentemente inocente entre Sandra y una joven entrevistadora que ha viajado hasta su casa, justamente para entrevistarla con motivo de su novela. Este juego con las tensiones cambiantes y con las dudas que están plantean acerca de la relación entre ellos dos es algo sobre lo que se volverá constantemente, abordado desde distintos ángulos y llevando la mirada del espectador a cuestionar su parcialidad para con la protagonista una y otra vez.

Este juego con la perspectiva es clave, y es quizás el mayor acierto de Triet, siendo que está buscado desde lo formal, y que esto repercute en la historia y su interpretación. Esta idea es importante también siendo que la historia se centra justamente en un juicio, que no es más que una reconstrucción de hechos desde diversas perspectivas en pos de llegar a una interpretación más correcta o “completa”. La “caída” se da fuera de campo, en tiempo real durante esa primera escena. Es decir que la duda que se presenta en un principio y que luego será replanteada varias veces depende de una cuestión de perspectiva: qué se filmó y cómo una escena, desde la mirada de quién y en qué momento, para omitir ese dato clave y llevarnos junto a los abogados que deben desarmar y acomodar las piezas del caso.

Varios de los tropos comunes de este tipo de filme se repiten en “Anatomía de una caída”. Tenemos un fiscal agresivo que hace preguntas capciosas a la protagonista, y tenemos declaraciones y pruebas que nos hacen cambiar de posición en cuanto a la inocencia de esta a lo largo del juicio. También hay declaraciones sorpresa y testigos que buscan inclinar la balanza hacia un lado u otro. Sin embargo, aquí el eje no está puesto tanto sobre el resultado final del juicio, sino justamente en esta reflexión sobre la mirada, sobre la reconstrucción y el montaje. Puede leerse en cierta manera como un comentario metatextual sobre el proceso artístico y sobre la importancia del “dónde” colocar la mirada. De manera precisa, y a través de la gramática del cine, Triet nos muestra como es fácil manipular la mirada y la opinión en pos de un fin u otro.