“El deseo como una corriente en si misma“
Por Valentina Soto
En la representación del sexo como sensación, hay una provocación inherente: despoja los votos y las garantías de una profunda conexión emocional, y lo único que queda es el libido puro y palpitante. Estas corrientes libidinales, puestas ante el ojo de la cámara, han causado ofensa por dos motivos diametralmente opuestos: el acto sexual es demasiado personal y, por lo tanto, obsceno cuando se hace público, o es demasiado tedioso y distante debido a su fisicalidad impersonal. La pornografía convencional ha capitulado ante la primera acusación y ha duplicado su obscenidad visceral; las propuestas menos comerciales, enfrentadas a la crítica de intelectualizar el sexo, no han respondido tan bien a la segunda. En la mayoría de los casos, prevalece un hermetismo cansado y educado.
Sin embargo, lo cansado y educado no siempre tiene que enfrentarse con un furor descarado y lascivo; varias películas en la última década han abrazado la sensualidad a través de un ángulo más medido (y a menudo político), sin necesariamente sacrificar la identidad por la caricatura. En particular, el cine queer ha encontrado en la sensualidad una herramienta útil no solo para interrogar las prácticas de la sociedad heteronormativa, sino —más urgentemente— para defender expresiones que antes se consideraban marginales.
Amusement Park de Ricardo Alves Jr. encarna precisamente esta postura provocativa: similar en este sentido a “Liberté” de Albert Serra, deleita al público con poco más que escenarios y secuencias de sexo colectivo no simulado. Pero donde el objetivo de Serra era situar la búsqueda de ideales libertinos en carne y fricción encarnada, el ethos de Amusement Park es decididamente más contemporáneo, buscando una libertad radical lograda no a través de la emancipación total, sino a través de la sublimación del deseo individual dentro de uno colectivo.
Cabe señalar que Alves no intenta resucitar la comuna ni el utopismo ingenuo de los años 60. Su película, más bien, considera el deseo como una corriente en sí misma, cuyo propósito puede suspenderse en la búsqueda de un camino más exploratorio entre cuerpos y sus acciones. Confinado al espacio liminal de un parque municipal en el centro de Belo Horizonte, Amusement Park observa las interacciones de varios individuos, en su mayoría de apariencia masculina, mientras deambulan por las sombras y bajo el amparo del follaje nocturno, libres para habitar una desnudez sin barnizar. Una mirada se encuentra con otra en un sendero, y sus portadores pronto se unen entre los árboles y barandillas. El parque, también literalmente hogar de diversas atracciones y decoraciones carnavalescas, exhibe un espacio de atemporalidad en el que la camaradería y lo clandestino convergen lentamente, aunque no lleguen a tocarse, en una asociación libre de sexo y secreción.
El cine queer brasileño ha logrado un reconocimiento significativo últimamente, con obras como Hard Paint de Marcio Reolon y Filipe Matzembacher en 2018 y Dry Wind de Daniel Nolasco en 2020, que han reconfigurado de manera sensible y penetrante el lugar de los cuerpos gays en medio de discursos sobre el atractivo sexual y el erotismo. En esta línea, Amusement Park intenta intensificar esta reconfiguración, aunque sus sensibilidades narrativas y emocionales estén atenuadas en comparación con esas películas. Curiosamente, su escenario ofrece una provocación adicional: la reciente retórica ultraconservadora ha tendido a equiparar a las personas queer con abusadores, y la colocación de Alves de un escenario primitivo y aparentemente tabú dentro de la santidad pública del parque de diversiones familiar es quizás una alegre repudiación de la pusilanimidad odiosa de esa retórica. Las notas de prensa de la película se refieren al parque como una “heterotopía urbana”, y se podría añadir que este es un espacio no cerrado a los forasteros en virtud de su ubicación céntrica y perceptible. Filmada por Ciro Thielmann y con una banda sonora electrónica palpitante cortesía de Dellamud, Amusement Park pinta así, en apenas 70 minutos, un cuadro potente de carnalidad para el cual las reglas, según el cliché, están hechas para romperse. Solo a través de la “ruptura” del juguete, sugiere un narrador al principio, sus piezas “se convertirán en otros juegos” y el “sabor de posibles realidades” se hará real.
Titulo: Amusement Park
Año: 2024
País: Brasil
Director: Ricardo Alves Jr.