“El peso de la conciencia en el universo“
Por Fernando Bertucci
Amarelo Banana, cortometraje dirigido por el portugués Alexandre Sousa, es una obra animada en 2D que, en apenas doce minutos, despliega una reflexión inquietante sobre la conciencia humana y el deseo de escapar de ella. Sousa utiliza una narrativa absurda, pero nunca caótica: cada imagen parece tener un propósito claro, guiando al espectador hacia un territorio donde lo ridículo y lo terrorífico conviven como dos caras del mismo pensamiento.
La historia se centra en un joven atrapado en su propia apatía existencial. Al inicio lo vemos paralizado tras una ventana, aislado del mundo. Luego despierta frente a la televisión, observando a una mujer que se comunica con un mono por lenguaje de signos, confesando que envidia la falta de conciencia del animal. Esas primeras imágenes establecen el conflicto esencial: el protagonista anhela liberarse del peso de pensar, de sentir, de enfrentarse al mundo real.
El detonante llega cuando escucha voces extrañas y decide abandonar su encierro. Así descubre una casa habitada por una secta peculiar que intenta vivir como simios: instintivamente, sin lenguaje, sin responsabilidad. Las paredes están cubiertas de papeles pintados que simulan selvas, desiertos, mundos ajenos a la ciudad que los rodea. Allí, los miembros del culto ejecutan rituales absurdos, como si la promesa de paz interior estuviera en renunciar a cualquier atisbo de humanidad. Sousa recurre constantemente al motivo del “cuadro dentro del cuadro”: ventanas, pantallas y marcos que refuerzan la idea de encierro mental. A ello se suma un diseño cromático inteligente: tonos fríos y espacios estrechos en el hogar del protagonista, frente a colores cálidos y ambientes aparentemente abiertos dentro de la casa-culto. Ese contraste engaña, pues la libertad prometida es sólo otra forma de prisión.
La banda sonora contribuye decisivamente a la atmósfera opresiva: murmullos, cánticos y un caos exterior que nunca se muestra, pero se siente como una amenaza. En ese contexto, el personaje enfrenta un dilema universal: ¿mirar de frente la realidad o refugiarse en una falsa tranquilidad? Con un estilo visual sencillo y, al mismo tiempo, profundamente personal, Amarelo Banana invita a pensar en nuestra necesidad de pertenencia y en la dificultad de conectar con los demás sin perder lo que nos hace humanos.