Ajuste de tarifas en el Cine Gaumont: el INCAA eleva el valor de las entradas al nivel de los cines comerciales

Bajo la gestión de Carlos Pirovano, sin experiencia en el sector audiovisual, el Instituto Nacional de Cine toma una medida que atenta contra el acceso al cine nacional y revela una preocupante intención de desmantelar el histórico espacio.

En un nuevo capítulo del progresivo vaciamiento cultural impulsado por el gobierno de Javier Milei, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), presidido por Carlos Pirovano, oficializó este martes una resolución que encarece notablemente las entradas del Complejo Cine Gaumont, la sala más importante del país en cuanto a exhibición de cine argentino.

La medida, formalizada mediante la Resolución 437/2025 y firmada por el presidente del organismo, Carlos Luis Pirovano, fue publicada este martes en el Boletín Oficial. Establece que el precio del Boleto Oficial Cinematográfico (B.O.C.) pasará a representar el 75% del valor promedio de la entrada de cine —calculado en $5.803,59 por la Subgerencia de Exhibición y Fiscalización del INCAA—, lo que fija el nuevo ticket en $4.353. Este aumento, que duplica virtualmente el valor anterior (equivalente al 50% del promedio de mercado), lejos de ser un mero ajuste técnico, representa un golpe directo a la accesibilidad del público al cine nacional. El Cine Gaumont ha sido históricamente una sala con entradas subsidiadas, pensada para que amplios sectores pudieran acceder a las producciones locales. Equipararlo ahora con complejos mainstream, ignorando su función pública y su rol en la difusión de contenidos culturales argentinos, es una señal clara del desinterés —o peor, del desprecio— de la actual gestión por la promoción del cine nacional.

El responsable de esta decisión, Carlos Pirovano, no cuenta con antecedentes en la industria audiovisual. Su nombramiento al frente del INCAA fue duramente cuestionado desde el inicio, ya que nunca trabajó en cine ni en ningún ámbito vinculado a la cultura. Poner al frente de un organismo tan sensible a un funcionario sin experiencia ha sido, como era previsible, un error estratégico de consecuencias graves. Pirovano compara al Gaumont con complejos comerciales como Cinemark o Hoyts, desconociendo que su verdadero lugar de referencia deberían ser salas independientes como Lorca, Cacodelphia o incluso espacios de la Red INCAA. 

Desde la comunidad audiovisual, se interpreta esta medida como el primer paso hacia el vaciamiento total de la sala. La estrategia es clara: dificultar el acceso del público, generar una caída en la asistencia y utilizar luego esos números para justificar su cierre.

El aumento de entradas no solo perjudica a los espectadores, sino también a productores y distribuidoras independientes que necesitan del Gaumont como espacio de exhibición y visibilidad. Bajo un discurso de “jerarquización” y “ajuste al mercado”, el INCAA termina desmantelando uno de los últimos bastiones de una política pública de cine inclusiva y federal. Cuando quienes toman decisiones desconocen el campo sobre el cual intervienen, las consecuencias no tardan en sentirse. La gestión de Carlos Pirovano, sin experiencia ni formación en cine, se está convirtiendo rápidamente en un símbolo de retroceso cultural. El Gaumont no solo es una sala de cine: es una expresión viva de la cultura nacional. Y hoy, está siendo atacada desde adentro.