About Dry Grasses (2023), de Nuri Bilge Ceylan

“Recompensas emocionales”

Por Joaquín De Loredo

Con obras maestras como Érase una vez en Anatolia , Sueño de invierno y El peral salvaje , Nuri Bilge Ceylan ha contribuido significativamente al concepto de una Anatolia cargada de dolor, impulsado aún más por su tan esperada About Dry Grasses. Es una película con el toque inconfundible del autor, tanto visualmente, como temáticamente, con conversaciones largas, de hecho muy largas, que tocan directa e indirectamente expectativas secas y responsabilidad personal en un mundo arruinado y marchito. About Dry Grasses trata sobre muchas cosas y, si bien es, como siempre, intelectualmente riguroso, carece en gran medida de los bien ganados dones emocionales de sus títulos más recientes. 

Sabemos sin lugar a dudas que estamos en territorio de Ceilán desde el primer plano, de un paisaje casi unifome con fuertes nevadas a través del cual Samet regresa de las vacaciones de invierno al pueblo donde ha estado enseñando arte durante tres años. No está allí por elección: dentro de seis meses espera trasladarse a Estambul, pero por ahora necesita completar una condena que se parece más a una sentencia de cárcel. Ceylan se arriesgó al convertir a un hombre tan desagradable en su protagonista, aunque hay momentos en los que vislumbramos los restos de un lado potencialmente más comprensivo, ahora en gran medida atrofiado. Es el peor tipo de profesor, poco inspirador, desalienta la creatividad (reprende a sus alumnos por querer dibujar cosas que nunca han visto) y elige abiertamente sus favoritos. Este último está encarnado por Sevim, una risueña adolescente que disfruta de las atenciones de Samet, desde regalos secretos hasta su brazo alrededor de su cintura.

Samet espera el momento oportuno para escapar de esta tierra abandonada, por lo que cuando conoce a Nuray, una profesora de inglés en la ciudad cercana, no está especialmente interesado en entablar una relación ya que está convencido de que se trasladará pronto. Eso cambia cuando trae a su colega y compañero de casa Kenan a una cita y ve una chispa entre los dos. La escena está excelentemente manejada, con Samet haciendo fuertes tintineos con su vaso de té y su cuchara para devolver la atención a él y expresar su molestia. Un narcisista supremo, no puede soportar que nadie obtenga algo que él no tiene, y no está por encima del sabotaje para asegurarse de permanecer en la cima.

El guión lleno de diálogos del director y sus colaboradores habituales, su esposa Ebru Ceylan y Akin Aksu, presenta múltiples escenas en las que largas conversaciones se comportan como impresionantes batallas, pero el punto culminante e indiscutible es una secuencia de cena con Nuray y Samet donde el discurso profundiza en la política y la responsabilidad del individuo ante la sociedad. Las actuaciones son fascinantes y los puntos obtenidos hacen que uno quiera volver a ver la escena varias veces para apreciar plenamente no sólo lo que se dice sino cómo está todo construido y, sin embargo, a diferencia de la extraordinaria conversación prolongada entre dos imanes en The Wild Pear Tree , la discusión tiene lugar en una mesa, por lo que las recompensas emocionales de la combinación de habla, movimiento y paisaje de la película anterior están ausentes. Es intelectualmente estimulante pero no conmovedor, lo que se puede decir de gran parte de About Dry Grasses .

Sin embargo, hay una tremenda sorpresa dentro de la escena, una que emociona por su audacia y actúa como una pausa bienvenida en el diálogo, permitiendo tanto a los personajes como al público refrescarse por un momento. Aparte de este interludio, la película consiste en gran medida en tomas largas y discretas, interrumpidas ocasionalmente por montajes de las impresionantes fotografías del propio director que se supone que son de Samet, aunque al profesor de arte sólo le interesan las personas como conquistas, mientras que los retratos de Ceylan son poemas generosos para el individuos retratados. Las más de tres horas terminan en medio de las antiguas ruinas comageneas del monte Nemrut, bañadas por el sol y, aparte de Samet, Nuray y Kenan, desprovistas de visitantes: una “tierra de interminables reveses”, la manifestación física del desierto interior.