“La juventud del cine”
Por Ian Quitana.
Para explicar su montaje intelectual, Sergei Eisenstein hace referencia a una característica de la escritura japonesa, en la cual cada ideograma es único en su significado y corresponde a una realidad particular. La combinación, el montaje, de uno o más de estos ideogramas y sus realidades genera un nuevo concepto, porque no se considera su valor como la suma de las partes sino como su producto. Esta combinación, a su vez, proporciona una representación perfectamente acabada de otro tipo: psicológico[1].
Continuando con la teoría iniciada por Eisenstein, el director Alexander Zolotukhin propone en su ópera prima buscar ese impacto psicológico a través de la combinación de dos relatos totalmente disímiles. Lo que observamos en su película A Russian Youth (2019), es la cruda historia de un joven luchando en las trincheras rusas durante la I Guerra Mundial que pierde la vista y lentamente toda sensibilidad; en paralelo a un ensayo de orquesta contemporáneo, donde variados instrumentistas ensamblan obras de Sergei Rachmaninoff. Los relatos se combinan a lo largo de los 73 minutos del film, cada uno con su propia idea, pero juntos produciendo algo mayor.
El joven protagonista, Aleksey, será quien encarne el drama sucedido en la película. Aleksey ingresa a las trincheras rusas, con afán de gloria y reconocimiento, pero a pocos días de estar allí pierde la vista por una bomba de gas mostaza. Desde ese momento vive una tragedia que lo lleva a perder toda forma de sensibilidad, debido a actos de violencia propios del horror de la guerra. En esa agonía, Aleksey sigue buscando su gloria encargándose de una nueva tarea: escuchar aviones enemigos a distancia a través de una compleja maquinaria que expande el único sentido que le queda, el oído.
La trágica historia del inocente Aleksey será retratada de una forma cruda, aunque sutil. El trato humano, la relación entre los personajes y sus sentimientos no caerá en apariencias falsas propias de relatos industriales que presumen el poder o heroicidad de una nación. Por el contrario, tanto la historia como su tratamiento, la textura en fílmico de la imagen, granulosa, corroída, que por momentos pareciera descuidada, generan una fuerte sensación de verdad. La realidad se vuelve poética y metafórica. A ello se suma la combinación con los ensayos de orquesta. A lo largo de todo el film se intercalan planos de manos tocando los instrumentos, un rostro riendo o sólo sonidos: la música y los comentarios del director de orquesta. Hay una dislocación del sonido y la imagen, que lejos de molestar suma nuevas ideas y sensaciones.
Ante la brutalidad de la guerra, también encontramos muestras de humanismo y cariño entre los soldados. El horror de las acciones humanas está presente, pero también el afecto. La música de Rachmaninoff no enaltece los hechos de guerra, pero si les da una fuerte intensidad y dinamismo. Las variaciones musicales y los planos de la orquesta, nos permiten entender mejor a los hombres que lucharon en la guerra y también pensar en lo que han dejado para las futuras generaciones. Cada plano o sonido refuerza la sensación total de la película. Los tiempos se unifican para entender mejor la historia. Tiempos distintos que se unen por el montaje y hacen nacer una nueva idea del cine y del mundo.
La película de Alexander Zolotukhin reflexiona sobre la historia, pero también sobre el lenguaje. Su película confirma que el cine es un arte aún joven; capaz de desarrollar viejos métodos para gestar nuevas y mejores ideas.
[1] Sergei Einsestein. 1986. La Forma del Cine. Siglo XXI.

Titulo: A Russian Youth
Año: 2019
País: Rusia
Director: Alexander Zolotukhin