“Obra maestra de la épica intimista”
Por Sebastián Francisco Maydana.
Dos soldados ingleses descansan a la sombra de un árbol en la campiña francesa. Es abril de 1917 y la guerra de trincheras, sin duda uno de los dispositivos más crueles y brutales que las naciones civilizadas inventaran para guerrear entre sí, estaba en su apogeo. Para avanzar unos pocos metros era frecuente perder cientos de vidas, que los oficiales ofrendaban al dios de la guerra a discreción e impunemente. Interrumpe el descanso un oficial, portador de una de esas órdenes que no se pueden desobedecer. Necesita dos “voluntarios” para una misión riesgosa. Si logran cumplirla, tienen asegurada una medalla. Si no, mil seiscientos hombres, incluyendo al hermano de uno de los soldados, morirán. A partir de este punto, acompañamos en tiempo (casi) real la transformación de estos personajes, viéndolos pasar de aquella situación inicial a la desesperación, al miedo intenso, pasando por momentos de esperanza y todo un abanico de emociones que, gracias a la extraordinaria dirección de fotografía de Roger Deakins, podemos prácticamente sentir como si estuviéramos ahí. Recordemos que Deakins viene de ganar el Oscar (tras una docena de nominaciones anteriores) por Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017), donde la mayor parte del trabajo está filmado frente a una pantalla azul. Necesitaba entonces encontrar un proyecto que le supusiera un desafío mayor y que demostrara que sin chroma ni tanto CGI sigue estando entre los mejores DF de la actualidad.
A priori, cuando leo que una película está filmada “en un solo plano” tiendo a pensar en el egoísmo del cineasta que en el afán de demostrar su pericia técnica nos obliga a estar continuamente viendo la espalda de los protagonistas, con planos siempre muy cortos y poco interesantes, y un guion que necesariamente debe acomodarse a la técnica, cuando debería ser al revés. Nada de esto hay en 1917. Visualmente, es una fiesta. La coreografía entre cámara y actores es impecable, el artificio de la aparente falta de cortes de hecho ayuda a la narración porque deja que sea la acción misma la que marque el ritmo y la iluminación, lejos de ser un maquillaje para ocultar los cortes y eventuales errores, realza magníficamente las distintas situaciones y hasta hace brotar la belleza (pero también, por momentos, la fealdad) de algo que está entre las desgracias mayores del siglo XX. Deakins logra encuadres perfectos a cada minuto, la ambientación es excelente y la inmersión total. Literalmente, la cámara se mete en el barro con los personajes, vive con ellos, sufre con ellos, y termina por desaparecer dejándonos a solas con los soldados.
Después de la segunda guerra mundial, ya no se hicieron tantas películas sobre la primera guerra. Sin duda los desembarcos masivos en una playa son más cinematográficos y espectaculares que la patética languidez de las trincheras. Y en este sentido, y en la mejor tradición en blanco y negro de David Lean y John Huston, 1917 es una obra maestra de la épica intimista, que nos hace vivir y sufrir (dos cosas que quizás sean lo mismo) junto a los protagonistas. Muestra la peor faceta de la guerra en vez de glorificarla como en tantas otras obras del género bélico.
Vamos a ser justos: no por ser crítica traiciona a su género. Los alemanes de Mendes son borrachos, traicioneros, cobardes y sanguinarios. No como los gentlemen ingleses portadores de altos valores humanos. Cuando escribo estas palabras, acabo de enterarme de la muerte de Kirk Douglas, protagonista de Senderos de Gloria (Stanley Kubrick, 1957), y no puedo dejar de pensar en la escena final en que Douglas (en su papel del Coronel Dax) llega a la taberna donde finalmente descansan sus hombres. El tabernero empuja al escenario a una alemana rubiecita, generando de inmediato abucheos y comentarios libidinosos de la soldadesca, pero apenas empieza a cantar los hombres se van callando, algunos lagrimean, otros terminan tarareando la canción con la alemana. Después de todo, hay una conexión humana más allá del idioma y el odio mutuo. No hay en 1917 semejante reivindicación de una humanidad compartida, no hay redención del enemigo, ni comentario esperanzador. Un soldado llega para informarle a Dax que el regimiento 701 es requerido en el Frente de inmediato. “Denles unos minutos más de descanso”, es la respuesta del Coronel, y ese final podría tranquilamente ser el mismo momento en que comienza la película que hoy reseño. Sólo que esta vez, como decía, no hay final feliz. Después de su proeza a través de territorio enemigo, Schofield termina descansando contra un árbol, pero la amargura de la guerra ya es parte de él⚫
Titulo: 1917
Año: 2019
País: Reino Unido
Director: Sam Mendes