“Estupido y contagioso”
Por Nicolás Noviello.
“Cuatro años antes de la muerte de Kurt Cobain, nací.” Con estas palabras del inicia el monologo que una joven, Karol, recita en el prólogo de Um filme de verao mientras la cámara busca el cielo entre concreto, cables y antenas. Quienes nacieron en los 90 y tienen afinidad por quien fue la última expresión del rock en el siglo tienden a definir su fecha de nacimiento de esa manera, como si la voz aquí dijera nací el año 4 a.C. pero con una diferencia fundamental al cristianismo, lo que marca la fecha es un suicidio y no un nacimiento por una divina concepción. En Seattle, donde la lluvia y la niebla parecen reinar, las ropas anchas y abrigadas, las mangas largas combinadas con mangas cortas pueden ser una lógica pero en Sudamérica, principalmente en épocas y regiones de calor, el solo vestirlas ya marca una disrupción. Sin embargo esta ruptura no aparece estigmatizada en los personajes si no conjurada de manera cinematográfica. El paso de un plano de la edificación claustrofóbica de las favelas a las playas de Rio de Janeiro resulta un salto espacial completamente disruptiva.
Ser adolescente y no ser grunge es una contradicción hasta biológica, podría haber dicho Allende de haber vivido los ’90. Sin embargo en el cine esto pareciera ser un privilegio de clase, quienes son jóvenes y viven en las favelas brasileras o las villas argentinas solo tiene derecho a ser protagonista de películas de acción sobre narcotráfico o un drama meritocratico. Pocxs son los directores que entendieron esto y la directora Jo Sefraty aquí lo demuestra de manera magnifica, al igual que César González en Lluvia de jaulas (2018), elevando el discurso para disputar terreno con nuevas formas cinematográficas y no solo con un nuevo material audiovisual.
Al finalizar el año escolar Um filme de verao seguirá las vacaciones de cuatro adolescentes, que si bien viven en el contexto de un Brasil precarizado, su odisea es la de buscar un lugar para sortear el sofocante calor, buscar trabajo y matar el aburrimiento. En reiteradas ocasiones los protagonistas dialogan sobre estar en otros lugares, principalmente Karol quien insiste con que quiere vivir en Japón. Hay dos pasajes divertidísimos sobre esto: uno Karol protagoniza un videoclip de la cantante japonesa Kyary Pamyu en pleno paseo comercial de la favela y otro donde Ronaldo y su hermano hacen un video turístico sobre algunas de las regiones más frías del mundo como Ottawa o Bariloche. Para quienes aún no se apropiaron de una tradición nacional pareciera ser que la nueva configuración edilicia no es algo que ayude a identificarse. Salvo por los momentos que están en la playa, los cuerpos parecen no encajar en el paisaje, generan un contrasto como si el espacio mismo los rechazara.
En distintas escenas casi oníricas la naturaleza se manifiesta; los momentos de Caio en el bosque con unos espíritus que lo observan son bellísimos y dotados de una paz que representan el sentir religioso del personaje tan libre que pareciera no encajar en ningún dogma. Por su parte, Junior tiene los momentos de reflexión más exteriorizada y lucida, cada vez que la lluvia cae toma su cámara y sale a filmarla mientras escucha The Smiths en su celular, toda su felicidad se ve reflejada desde la óptica de su cámara. Pero sin duda el pasaje más reflexivo es aquel en que filma los edificios desde una terraza e imagina que todos son naves espaciales, invocando con o sin intención a Still Life (2006) de Jia Zhangke. Allí, tal vez, es donde yace el espíritu de la película.
Gran opera prima de Serfaty. Una película que entiende que para transmitir la sofocación debe refrescar así como para transmitir el pesar de la juventud debe oler a su espíritu adolescente, estúpido y contagioso⚫
Titulo: Um filme de verão
Año: 2019
País: Brasil
Director: Jo Serfaty