The Zone of Interest (2023), de Jonathan Glazer

“Redrum”

Por Andrés Brandariz

 

Una de las tantas teorías conspirativas que se tejen alrededor de El Resplandor es que Stanley Kubrick diseminó en ella -con mayor o menor grado de encriptación- referencias al año 1942, el año en el que los jerarcas nazis dieron inicio a la llamada “Solución Final”, que traería la muerte a seis millones de judíos. Más allá de la presunta evidencia (no me consta que Kubrick haya confirmado o negado que la referencia a 1942 fuera deliberada), la teoría plantea que, en ese compendio de fantasmas que habitan los vericuetos del Hotel Overlook, pulsa uno muy real: el del nazismo acechando a la vuelta de algún corredor, demasiado inenarrable para ser mostrado. Es una de las cosas que me hacen volver a El Resplandor con ánimo escrutador, siempre creyendo que hay algo escondido más allá de la mirada.

En la puesta en escena de The Zone of Interest hay no uno, sino varios enlaces posibles con la película de Kubrick: la cámara emplazada a prudente distancia de los sujetos, frecuentemente fija o en prístinos travellings que le confieren a las escenas un carácter clínico, observacional; el montaje, lleno de cortes ásperos que desorientan con respecto a la espacialidad y nos devuelven a nuestro carácter de espectadores; la punzante extrañeza de las irrupciones musicales (otra sensacional creación de Mica Levi), buscando formas abstractas para aquello demasiado terrible para pronunciar.

Por momentos, ni siquiera sentía que estaba viendo una película, y todavía me resulta difícil empezar a desmenuzar la experiencia de The Zone of Interest. Por momentos, la propuesta me resultó más parecida a la de una instalación. Eso, que podría señalarse como una falla (un abordaje al borde del esteticismo, siempre tan peligroso a la hora de abordar una temática tan delicada), deja de serlo por la secuencia final, en la cual el oficial de las SS Rudolf Höss (Christian Friedel) vislumbra -¿resplandece?- un ápice de futuro antes de continuar su descenso por una escalera interminable hacia la oscuridad. Un futuro en el cual el personal de limpieza -con el mismo temperamento flemático con el que las familias de los jerarcas desarrollan su vida familiar en las afueras de Auschwitz- mantiene un mausoleo que acumula fragmentos del genocidio.

Probablemente la razón por la que The Zone of Interest resulta tan disruptiva dentro de un cine de autor cada vez más abocado a celebrar el cine como lenguaje es que Jonathan Glazer señala constantemente sus fallas, sus rajaduras, los intersticios en los cuales el cine se queda corto y es incapaz de proveernos ninguna tranquilidad sobre el futuro. No es casual el uso tan inquietante que le confiere a las imágenes en negativo: algo se resiste a ser develado, algo que está más allá de la capacidad formal de la puesta en escena y del ejercicio ritual de la memoria.

En tiempos en los que gran cantidad de los habitantes de nuestro país subestima, omite o directamente quita importancia a los aspectos más siniestros del gobierno que -al día de la fecha- está a punto de asumir el poder, The Zone of Interest ofrecerá pocas respuestas y posiblemente infunda más temor. No hay en ella catarsis posible: sólo un llamado a fijar la mirada en el vórtice negro de la pantalla a medida que el título se extingue en un fade out interminable, esperando que el abismo nos devuelva la mirada.

Titulo: The Zone Of Interest

Año: 2023

País: Alemania

Director: Jonathan Glazer

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