“En los sueños del colonialismo”
Por Ivan Garcia
Los países europeos han confrontado, o evitado confrontar, su pasado (y presente) colonial en distinta medida, y con distintos resultados. Un país que puede pasar desapercibido cuando hablamos de imperialismo es Países Bajos. Esto se debe, primero que nada, al sangriento historial que detentan muchos de sus compañeros de la respetable Unión Europea, como así también la reciente historia de sufrimiento mediante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial. Esto lleva a que los holandeses tengan una tendencia a verse más como víctimas que como victimarios, y a no prestarle mucha atención a su historia colonial.
Sweet Dreams nos remonta al 1900, en Indonesia (en ese momento referidos como Indias Orientales) cuando las estructuras imperiales comenzaban a resquebrajarse, y la teoría ilustrada del progreso eterno, de la civilización superior, enfilaba de a poco hacia el precipicio lleno de genocidio, guerras y atrocidades que fue el siglo XX. Desde aquí nos muestra a una familia que, tras la muerte del patriarca, Jan, debe afrontar el quiebre de ese orden impuesto que ya era dado por hecho, y el sinsentido que su concepción del mundo representa en esa realidad cambiante, donde los roles de esclavos, capataces, jefes, herederos o figuras de autoridad se difuminan en un relato de comedia onírica.
Si bien la perspectiva es realista, hay un dejo de intranquilidad constante, y el tono burlón, el humor que se deja ver en la ridiculización de cada uno de los personajes en distintos momentos, le confiere ese carácter onírico. Lo mismo sucede con su estructura: la película se divida en capítulos en donde cada uno nos acerca un poco más a la perspectiva de alguno de los personajes, pero nunca perdiendo el eje de la historia principal.
Desde lo formal esta estética está consecuentemente trabajada, ya sea desde los ambientes opresivos de salones de un rojo voraz y un verde que parece atosigar a los personajes, como también en ese uso de la relación de aspecto angosta que los atrapa dentro de un marco opresivo. Por momentos también parece utilizar un gran angular para ciertos planos cercanos a personajes que pierden la noción de civilización, que rompen con la seriedad protocolar ya sea en arrebatos de ira o de risa socarrona.
La dicotomía civilización/ barbarie es algo que tratan de instalar los personajes holandeses, como suele ser el caso en este tipo de narrativas. Sin embargo, la narración misma pone en jaque esta división, se burla de ella y plantea el absurdo de suponerse como enviados divinos, o figuras de bien, ante un pueblo y una cultura a la que han masacrado y robado por siglos. Esto lo logra con lucidez la directora al establecer este tono burlón, este quiebre en la autoridad, y esta multiplicidad de perspectivas que conlleva cierta democratización de la mirada. Casi todos los planes terminan en desencuentros y malentendidos, y el final anticipa lo que vendrá para el futuro cercano de aquellas tierras.
Ena Sendijarevic dirige con gran capacidad este relato sobre el absurdo imperialista, sin ceñirse a un discurso monolítico ni excesivamente serio o naturalista. Evita trampas comunes de los films de época y de los dramas coloniales, para armar un relato complejo, donde cada personaje tiene una voz y un accionar propio, donde todos son masticados por la maquinaria imperial, y donde a cada uno le toca sufrir una realidad que parece alejarse de forma lenta pero segura de lo que son sus sueños.

Titulo: Sweet Dreams
Año: 2023
País: Paises Bajos
Director: Ena Sendijarevic
