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South Mountain (2019), de Hilary Brougher

“Modestia burlona”

Por Rocío Molina Biasone.

La estadounidense Hilary Brougher creó una obra cuyo estilo y espíritu se coloca en antinomia con la mayoría de las producciones que nos llegan de su país, pero que también ostenta una particularidad en contraste con el indie norteamericano. South Mountain es un film muy pequeño y muy sencillo en lo que respecta tanto a su producción como al microcosmos que nos presenta en su historia: todas las escenas acontecen en una misma propiedad rural, situada entre las montañas, y la narración se construye en torno a la vida de una mujer de mediana edad, Lila, su familia y amistades cercanas.

A primera vista, el tema abordado por la película es uno sobre el cual el cine y la televisión han producido muchísimos relatos —aunque por lo general, ha sido tratado más como recurso narrativo o disparador más que como un tópico en sí mismo a explorar—: la separación de una mujer adulta cuyo esposo la deja por una más joven, el impacto que la noticia tiene en la familia, las formas en que la mujer intenta, fracasa o logra superar este atentado contra su seguridad familiar.

Sin embargo, lo que Brougher termina sutilmente construyendo se podría decir es casi una parodia de las películas que hablan sobre el proceso de duelo —o el despecho— de las mujeres “abandonadas”. Películas en las que las mujeres “resuelven” su soltería encontrando un nuevo amor, o teniendo mucho sexo, o viajando por todo el mundo, por lo general comedias; o en las que éstas se vengan de sus exesposos, pierden la cordura por completo, o adoptan una posición de hostilidad contra la “nueva”. Lila recorre todas estas posibilidades, y a la vez no termina de concretar ninguna, casi como si la autora del film se estuviese burlando de las reglas de este microgénero, diciendo “¿En serio es esto lo que creen que haría una mujer si su marido la deja por otra?”.

El sabotaje de Brougher comienza desde un inicio. En medio de un asado—una barbecue, en realidad, pero a veces un poco de adaptación cultural no viene mal— con familia y vecinxs, Edgar, esposo de Lila, entra a la casa para recibir una llamada a solas, y se encierra con la excusa de que se trata de algo laboral y que probablemente le lleve un buen rato. Cualquier espectador acostumbrado a ver cine y televisión de forma regular, sospecha que se tratará de una llamada muy sensual con su amante. La videollamada comienza, y efectivamente, no tardamos mucho entender que se trata de la amante, pero lejos de ser una aproximación al sexo virtual, la mujer está embarazada: está transmitiéndole el parto de su hijo.

No pasa mucho tiempo hasta que Edgar, desde un supuesto viaje de negocios, llama a Lila para contarle lo sucedido, y he aquí otro sabotaje de la autora: la noticia no la provoca un shock para la protagonista, y la narración nos sorprende una vez más —a tan solo quince minutos de haber comenzado— cuando la escuchamos decir algo como “Me dijiste que no la ibas a ver más”.

Y mientras que en la mayoría de los films que hacen foco sobre el resentimiento o la locura de las mujeres despechadas, los actos violentos y vengativos que dirigen hacia sus exes no se enmarcan en un contexto de salud mental, en South Mountain se deja en claro que Lila tiene un historial de depresión y que ya ha tenido intentos de suicidio cuando Edgar la había querido dejar en un pasado. Y aún así, cuando ella se acerca siquiera a implementar un plan vengativo, el mismo se ve truncado por la irrupción de una lógica más real y cotidiana, casi como si el film se quisiera burlar del lugar común de “ni el infierno conoce la furia de una mujer despreciada”.

¿Un nuevo amor? ¿Viajar por el mundo y descubrirse? Alternativas que se le presentan a Lila en el transcurso de la trama, tal vez en un guiño picarón a películas como Comer, rezar, amar (2010), de la mano de un personaje que naturalmente genera curiosidad en el público, un joven en sus veinte, amigo de su hija adoptiva, que parece querer empezar algo con Lila. Lo gracioso es que llegamos a comprometernos con el personaje, su historia de fondo, sus reflexiones, pero un sencillo giro en la trama hace que toda esa posible historia romántica se esfume en un segundo, de nuevo con humor, y el público se siente tan desorientado como el muchacho ante ese romance que no pudo ser.

La película de Hilary Brougher es el ejemplo perfecto de que es posible hacer un cine diferente, de autor, que invite al público discutir y dialogue con obras anteriores, sin un gran presupuesto, ni locaciones remotas o excepcionales, ni un rodaje turbulento y que siga una lógica de producción industrial. El cine no tiene por qué ir siempre ir al gran relato, al romance del siglo, a recorrer los sitios más hermosos o a narrar las más angustiantes tragedias: a veces, lo mejor es hacer como Lila, y salir adelante con lo que tenemos y nos rodea, porque es más que suficiente⚫

Título: South Mountain

Año: 2019

País: Estados Unidos

Director: Hilary Brougher

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