Sexual drive (2021), de Yoshida Kota

“Apetitos”

Por Sofía Ferrero Cárrega.

En los últimos tiempos de esta globalidad atravesada por las docu-series de Netflix, se han hecho conocidas ciertas prácticas y estadísticas con respecto a la vida sexual de lxs japonesxs que en Occidente nos hacen abrir los ojos en incredulidad, como enterarnos de que hay un gran porcentaje de jóvenes parejas recién casadas que dejan de tener sexo o que nunca lo tuvieron; o que existen espacios pagos donde un hombre puede ir para recostarse sobre la falda de una señorita y ser acariciado en la cabeza por el tiempo que haya pagado; o que el mercado de venta de ropa interior femenina usada es cada vez más popular, hasta el punto de que en algunas estaciones de trenes hay máquinas expendedoras de estos ítems. Ni hablar de varones que se casan con sus muñecas inflables favoritas.

Por esto, quizás las películas de Sono Sion son tan liberadoras: explosivas, desbordadas, llenas de besos eternos cargados de apetito y todo lo que parece no verse en la vida real. Así que cuando el director Yoshida Kota presenta Sexual Drive (impulso sexual) bajo la premisa de un tríptico erótico, la curiosidad se dispara. Y viene a cuento recordarlo al gran Sono Sion porque algo de su espíritu impregna estas imágenes.  

Sexual Drive cuenta tres historias atravesadas por un personaje masculino, Kurita, que cumple el rol de movilizar al resto.

En la primera historia, Enatsu, un joven esposo, es apurado por Kurita, un hombre con una discapacidad que dice tener una aventura con su esposa. Kurita lo visita y le cuenta progresivamente cómo esta mujer se desarma de placer durante sus encuentros sexuales y los olores que emana, muy similares al Natto, plato preferido de ella. Enatsu se va desarticulando ante este relato inimaginable para este marido que hace cinco años que no tiene sexo con su esposa.

La segunda historia está más cerca del thriller sadomasoquista y termina con un plato de comida picante, aceite hirviendo y chisporroteando y mucho calor. Tanto que la hace transpirar a ella, la esposa que cocina, y a su marido que la mira embobado.

Son muy ingeniosas las diferentes maneras en las que Kota filma la comida (tanto cocinar como comer) como una acción excitante. La cámara lenta, los intensos primeros planos de la boca, los sonidos de los actos cotidianos de masticar y sorber.

Vale la pena detenerse en el montaje con el que Kota resuelve el último segmento: dos personajes piden el mismo plato, en momentos cronológicos diferentes pero que el montaje encuentra en el mismo plano. Momoko estuvo antes sentada en ese bar, comiendo ese mismo bowl demasiado lleno, e Ikeyama, su amante, está ahora sentado ahí mientras escucha a través de un llamado telefónico, la narración de cómo esta mujer se fue excitando mientras probaba los fideos, la sopa ardiente, las generosas cucharadas de ajo, y mientras vemos que ella es invadida por estos sabores que la van calentando, él, muy por el contrario, se llena de angustia, enojo y celos. Esta tercera parte presenta escasos e intensos minutos de maestría y placer.

La voz en off de esta última parte y los planos precisos logran un efecto hipnótico mientras vemos estas bocas que son casi órganos sexuales estimulados por diferentes platos jugosos, pegajosos y picantes; sabores que no conocemos pero que llegamos a saborear a través de los planos a una distancia perfecta y esa voz en off que tan bien narra lo que vemos.

Hay que tener a mano un buen plato de ramen hirviendo y algún tipo de compañía porque Sexual Drive despierta todo tipo de apetitos.

Titulo: Sexual drive

Año: 2021

País: Japón 

Director: Yoshida Kota

 
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