Sandbox Garden(2022), de Yukinori Kurokawa

“Esquemas juveniles”

Por Sabrina Palazzani

Sobre o bajo el manto de una premisa sencilla relucen en Sandbox Garden (2022) escenas nutridas de sentimentalismo, relaciones afectivas profundas, aunque breves en el tiempo, y un catálogo de situaciones que recrean la empresa ardua de hacer que algo desconocido se vuelva adorable o digno de la admiración de otros.

En el centro del largometraje de Yukinori Kurokawa se encuentra Sakaguchi, quien buscando trabajo se topa con uno que no aplica del todo a sus competencias (según ella misma) ni a sus expectativas. La misión de esta joven que se niega a convertirse en una videoartista (pese a que sus posteos en Instagram gozan de cierto criterio estético remarcable) es capturar el costado más bello y atractivo de Tobako, un punto geográfico ubicado en las afueras de Tokio. Este objetivo claro que se establece sin demasiados preámbulos al inicio del film, llevarán a esta guía turística en proceso que se niega a serlo hacia rumbos lúdicos. Estos parajes sorpresivos funcionan como estaciones de un viaje más largo, a los cuales Sakaguchi se muestra receptiva en un proceso de integración pleno, pero corto, y que avanzan hacia un ritual iniciático de manifiesto de la primera juventud. 

El recorrido trae consigo paisajes habitados, transitados y amables, y las caminatas errantes de su protagonista advierten a su paso pistas luminosas que se combinan en una fantasía no dicha, pero expresada. Sakaguchi tiene que registrar y exhibir el mejor lado de un territorio que apenas conoce. Pero los lugares no son las calles, el cemento o el césped sino la gente que lo transita. En ese devenir diurno se topa con un amigo gracias a quien obtuvo el trabajo (un escritor de artículos periodísticos que trabaja en su primera novela), una costurera extravagante que encuentra placer y alegría en abrir las puertas de su casa a extraños y más tarde, de día y de noche, traba un romance que ¿se queda por la mitad? con una joven que le enseña a andar en patineta y le coparticipa una fiesta con música, baile y alcohol. 

Caminando, conociendo más. Lo cotidiano, en una primera impresión, resulta denso y aburrido para los personajes que se integran despacio al escenario de la pequeña y monótona ciudad. En el romance entre las dos jóvenes surgen la aventura, la primera entrevista que Sakaguchi disfruta hacer (por una genuina curiosidad) y los gritos divertidos más fuertes y uno de los momentos más altos de la película. La risa, la resaca, la noche entre jóvenes que disfrutan bailar recrean una suerte de trance hacia no se sabe bien dónde pero que no importa, hasta que el viaje culmina. En términos cartográficos, la película traza un mapa con gestos y diálogos que resumen las dinámicas de un espacio y que reemplazan dignamente a las líneas o un spot publicitario municipal.

Por el carácter episódico de las secuencias que se tejen en las calles con algunos conocidos, y los planos que fotografían sus escenas, Sandbox Garden genera una espacialidad juvenil a partir de encuentros casuales que se inscriben en el tiempo como un acontecimiento que pertenece a la fugacidad de una anécdota y también como el material más rico para la nostalgia futura.