CALIGARI

Puan (2023), de María Alché y Benjamín Naishtat

“¿Dónde está el enemigo? ¿Dónde encuentra el personaje su realización?”

Por Javier Grinstein

 

A esta altura del partido, ya vimos un montón de ficciones que se montan sobre los hombros de la filosofía buscando producir elocuencia y profundidad. ¿El resultado? El contrario, arte ilustrativo. Traducciones audiovisuales de los libritos Schopenhauer o Nietzsche o Heidegger “for dummies”. El riesgo de nombrar e inspirarse en ciertas ideas siempre es el de cerrar sentido. El de poner palabras en personajes que luego lo audiovisual es incapaz de incorporar más allá del señalamiento.

Alguien que, por momentos, logra producir esta inquietud filosófica es Robert Ostlünd. Otros que lo han logrado son María Alché y Benjamin Naishtat con su reciente film Puan.

Una hipótesis de cómo lo logran es sospechando de las estructuras narrativas más convencionales y buscando amparo en lo episódico. La fuga, lo rizomático, otorga fuerza en esas escenas que resuenan con el film en su totalidad y a la vez cumplen con una indagación particular y autónoma. Cada episodio trabaja algún corrimiento en el tono, o en el tema, o en el escenario, o en los personajes.

Puan es una tragicomedia que pone a Marcelo (Subiotto), alguien que no sabe ser otra cosa que ser docente de filosofía, frente a una oportunidad impensada. Su mentor y amigo falleció abruptamente y él es el indicado para sucederlo como titular de la cátedra de Filosofía Política en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. La amenaza la trae Rafael (Leonardo Sbaraglia), un argentino que triunfa en Alemania. Rafael es todo lo que Marcelo no y lo utiliza a su favor cambiando el sentido de la discusión. Esta puja funciona en igual medida en lo absurdo y lo realista.

Marcelo es la personificación de la filosofía como un cuerpo. Su visión es cruda, angustiante y no ofrece respuestas. Solo tiene a su favor ser la continuación más próxima en teoría y práctica de quién se debe reemplazar. Rafael trae innovación, seducción, calidez y ese aroma a foráneo que es irresistible para la matriz psicótica argentina (nos detestamos y somos el mejor país del mundo a la vez). Para colmo, vuelve al país porque está saliendo con una artista pop interpretada por Lali.

Lo que el núcleo de Puan propone es parecido al de otra película que florece en su intento de empujarse por la filosofía: Little Miss Sunshine. El capitalismo como un insoportable concurso de belleza. Un concurso arreglado y desagradable de ver. Donde la verdadera filosofía es, quizás, su peor concursante.

Ahí es donde aparece la otra máscara difícil de llevar que se calzó el film. La de habitar el particular mundo de la academia porteña. En este caso, su detrás de bambalinas. Recientemente tuvimos en los cines El suplente de Diego Lerman, película que ya había hecho muy bien ese trabajo y, con un poco más de antelación (por nombrar casos conocidos), El estudiante, la ópera prima de Santiago Mitre en solitario.

Con respecto a su contexto, Puan no es ni una radiografía que deja atrás la piel y se detiene en lo monstruoso y podrido de adentro, ni una caricatura for export que mira de lejos con sorna; sino más bien un retrato. Un punto en el medio que convoca y produce guiños a los que conocen, mientras atrae y deja ver a los que no. 

Cabe preguntarse, entonces, ¿qué clase de retrato es?

Pensémoslo como una naturaleza viva. Puestas las condiciones mencionadas: un choque de fuerzas dispar, una situación que encuentra hilaridad en su derrotero real, la comedia de manual decantaría en una maniobra artificiosa que implique el ascenso de los peores. Un deus ex machina que acomode desde lo moral, lo que la fuerza de sus personajes es incapaz de resolver. Esto sería una naturaleza muerta y una contradicción total con su propio marco teórico.

En cambio, Puan se vale de la organicidad de sus personajes para producir el acto de prestidigitación. En su desarrollo, arma también tensión dramática pero sin aporías. Propone una desviación, una deriva que habilita esa inquietud filosófica. ¿Dónde está el enemigo? ¿Dónde encuentra el personaje su realización?

En el fondo, Marcelo también tiene una pregunta existencial. Tiene problemas para mudarse de un departamento demasiado chico. No encuentra su lugar. La puja que es por la titularidad de la cátedra también es la puja por el sentido. Marcelo busca, entre el hambre y el deseo. La docencia, por supuesto que lo hace quién es, pero funciona de una forma ingrata y desensibilizada. No es un hombre de la forma y la exterioridad, pero sí tiene un centro y un “algo para contar”. Si bien no cierra, ni afirma, ni soluciona. Tanto Marcelo, como Puan, encuentran, al final, su ofrenda en el arte y la lucha. Resuena Fito: “Quién dice que todo está perdido. Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

  

Titulo: Puan

Año: 2023

País: Argentina

Director: María Alché y Benjamín Naishtat