El festival se llevará a cabo del 9 al 18 de noviembre y desde Revista Caligari queremos recomendar lo que consideramos imperdible.
Les Enfants d’Isadora, de Damien Manivel.
Sinopsis:
A principios de 1913, los dos hijos pequeños de Isadora Duncan murieron en un accidente, cuando el vehículo en el que estaban junto con su niñera se precipitó al Sena. La tragedia tuvo un impacto irreversible en la vida de la bailarina y coreógrafa. Ahondada en su pesar, creó la obra Mother, pieza que el director y bailarín Damien Manivel resignifica más de un siglo después, a modo de homenaje, estructurando su film en tres partes, uniendo tres momentos, tres historias en tres cuerpos distintos, aunque atravesados por la misma sensibilidad; desde el inicio del proceso creativo de uno y la ejecución del otro hasta la emoción como espectador del último. La cámara de Manivel persigue el detalle en cada movimiento, con una notable capacidad expresiva para convertir la sensación de vacío y de pérdida en algo bello y emotivo.
Sirena, de Carlos Piñeiro
Sinopsis:
Cuatro hombres llegan a una isla en el lago Titicaca. Entre ellos no parece haber más que desconfianza. No pertenecen al mismo mundo, y eso queda claro desde el comienzo: se nota en su ropa, en sus cuerpos, en el modo en que se vinculan. Van buscando a un muerto: un colega de aquel a quien llaman “el ingeniero”, cuyo cadáver yace en un pueblito. Juntos llegan a ese otro mundo, donde los ritos son algo cotidiano, el tiempo corre de manera distinta, solo se habla aymara y la comunicación se vuelve imposible. Pero el conflicto no es solo lingüístico: ese muerto es ahora sagrado para el pueblo. En Sirena, modernidad y tradición chocan y se tensan, como tantas veces en Latinoamérica, pero de un modo que se corre de lo obvio. Piñeiro construye un relato seco, en el que el rumor de la naturaleza envuelve a todos, el blanco y negro hace palpables las texturas y la otredad cobra una nueva dimensión.
La botera, de Sabrina Blanco
Sinopsis:
Entre la confusión, la rabia y las fantasías propias de la adolescencia, y en medio de las complejidades de un entorno hostil, Tati va creciendo a los golpes mientras persigue un sueño poco habitual: ser botera en las aguas negras del Riachuelo, un trabajo casi extinto y reservado a los hombres. Un futuro deseado que se entrecruza con el despertar sexual, los conflictos familiares y la construcción de su identidad. La botera acompaña muy de cerca a esta joven parca de la Isla Maciel, uno de los tantos rincones olvidados de la provincia de Buenos Aires. Buscando correrse de los lugares comunes, Sabrina Blanco retrata, en un mismo movimiento, un universo bien concreto, un momento preciso de la vida y –sobre todo– a una protagonista magnética, que es el alma de la película y que encarna a la perfección el tránsito convulso que implica inventarse a una misma.
Bajo mi piel morena, de José Celestino Campusano
Sinopsis:
José Celestino Campusano continúa su exploración de los conflictos que atraviesan los personajes empujados a habitar en los márgenes de la sociedad; esta vez, abordando la problemática trans y travesti en un barrio popular del sur del conurbano bonaerense. Morena vive con su madre y trabaja en una fábrica, donde lucha por ser aceptada como una igual. Claudia es docente y tiene que enfrentar el rechazo que encuentra cuando empieza a dar clases. Myriam ejerce la prostitución.
Todas ellas chocan, por mucho que intenten evitarlo, contra un mundo cargado de prejuicios. Pero en sus vidas también hay pequeñas victorias, grandes gestos de solidaridad que surgen en lugares inesperados, y una red de sororidad que las ayuda a mantenerse en pie en un contexto hostil. Sin pudores ni golpes bajos, Bajo mi piel morena retrata la lucha cotidiana de quienes, al fin y al cabo, solo quieren ser quienes son.
Todas ellas chocan, por mucho que intenten evitarlo, contra un mundo cargado de prejuicios. Pero en sus vidas también hay pequeñas victorias, grandes gestos de solidaridad que surgen en lugares inesperados, y una red de sororidad que las ayuda a mantenerse en pie en un contexto hostil. Sin pudores ni golpes bajos, Bajo mi piel morena retrata la lucha cotidiana de quienes, al fin y al cabo, solo quieren ser quienes son.
Huérfanos de Brooklyn, de Edward Norton
Sinopsis:
Jonathan Lethem es uno de los escritores norteamericanos contemporáneos más talentosos, con obras imperdibles como Huérfanos de Brooklyn (1999), La fortaleza de la soledad (2004) y Chronic City (2009). Adaptando él mismo el guion de la primera, Edward Norton produce, dirige y protagoniza –junto a un impresionante elenco– una oscura fábula urbana, en la que interpreta a un detective privado con síndrome de Tourette que debe investigar la desaparición de su mentor, recorriendo todos los rincones de la Nueva York de los años 50, en la que la pobreza y el poder interactúan en un balance sostenido a fuerza de secretos. Conducido por la frágil dureza de su protagonista, el resultado es una película que les da voz a los descastados, mientras reconstruye una época y un género que dialogan de cerca con la más pura esencia del cine: todo un homenaje al noir.
De barrio, de Xurxo Chirro
Sinopsis:
“El dolor, o el recuerdo del dolor, que en ese barrio era literalmente chupado por algo sin nombre y que se convertía, tras este proceso, en vacío”, escribió Roberto Bolaño en su novela 2666. El nuevo largometraje del español Xurxo Chirro pareciera surfear en esa frase al abrirnos el telón de un barrio que ya no es el de antes. En medio de un clima de fiestas, una anciana enmudecida, Benedicta, nos invita a conocer el pasado de ese espacio que ya está a años luz de distancia, en recuerdos brumosos que llenan la pantalla de nostalgia por formas de vida que quedaron fuera de campo, siendo arrasadas por el supuesto progreso. De barrio es un documental que juega con los contrastes del paso del tiempo, como un tornado que llega para llevarse todo a su paso. En la casa de Benedicta se escucha de fondo una entrevista de hace doce años en la que se habla de A Cruzada, un lugar que no es necesario conocer para sentir en carne propia la dificultad de pertenencia a un espacio que se vuelve extraño.
Krabi, 2562, de Ben Rivers y Anocha Suwichakornpong
Sinopsis:
Si alguna vez pasean en bote por las aguas de Krabi en Tailandia, entre la isla de James Bond de El hombre del revólver de oro y la playa de Danny Boyle (arruinada por años de turismo masivo), podrían encontrar otras pequeñas islas, dentro de las cuales pueden entrever antiguas pinturas rupestres muy bien conservadas. Es en este vecindario, tan prehistórico como moderno, oriental y occidental, que Anocha Suwichakornpong y Ben Rivers ubicaron su película; la extensión de una asociación que comenzó durante la edición inaugural de la Bienal de Tailandia en 2018. Mezclando gente real con personajes ficticios, crean un retrato de las comunidades y los trabajadores de la región inyectando sus historias en una configuración que va más allá del presente documental puro, para moverse entre la inestabilidad histórica y la desmitificación camp.
State Funeral, de Sergei Loznitsa
Sinopsis:
El funeral de Stalin quizá sea uno de los hechos históricos más exhaustivamente filmados de todo el siglo xx. Al menos esa es la sensación que deja el monumental retrato que Sergei Loznitsa le dedica, por la profusa variedad de tomas que utiliza para construir cada secuencia por la que desfila el apenado pueblo soviético. El material es de una belleza y una riqueza que nos hacen dudar de su veracidad. La brutal coherencia formal y pictórica del archivo se complementa a la perfección con el ajustado sistema rítmico de duraciones y patrones compositivos que despliega Loznitsa. El resultado es una película/ monumento tan sólida que parece concebida por la misma mente que desarrolló la arquitectura estalinista. No hay un ápice de ironía en el tratamiento del material, solo la conciencia de que la historia tomó un rumbo distinto del que señalaban las imágenes.
El hombre del futuro, de Felipe Ríos
Sinopsis:
Michelsen es un camionero viejo, casi mítico. Solitario y enfermo, recorre los caminos de la Patagonia, cuando conoce a un joven autoestopista. Ella le recuerda a su hija Elena, a quien no ha visto en años. Elena, mientras tanto, decide salir secretamente de su casa, con la excusa de participar en un torneo de boxeo amateur. Así se embarca en el camión de Cuatro Dedos que va a al sur de Patagonia. Eventualmente, sus destinos se cruzarán y les ofrecerán una última oportunidad para ponerse al día con el pasado.
El fuego que vimos, de Candelaria Gutiérrez y Pilar Condomí
Sinopsis:
Después de ver una foto en un diario sobre una serie de incendios forestales en la Patagonia, dos chicas deciden, como en un juego azaroso, viajar a Bariloche. Van a buscar el fuego y en cambio se encuentran con los brigadistas del S.P.L.I.F. (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales). En el tiempo que estuvieron con ellos no hubo ningún incendio. El único fuego que vieron fue generado especialmente para ellas. Una carta encontrada revela un presagio de lo que vendrá: un grupo de hombres en un tiempo detenido, entre inspecciones del terreno y extensos desplazamientos por las laberínticas rutas del sur, fundiéndose con el paisaje.