“Cuidados intensivos, métodos excesivos”
Por Lucila Da Col
La pandemia mundial que amenaza a diario vino a recordarnos varios asuntos que negamos a diario como la fragilidad de los organismos y la solidez de otros, la distancia y aislamiento entre lxs individxs y los estratos socioeconómicos que nos dividen. La dosis de Martín Kraut pone en escena estas “virtudes” de la vida moderna a través de un thriller que desvela el costado oscuro de las internaciones hospitalarias.
La premisa es sencilla: dos enfermeros se disputan el cuidado de los pacientes y la administración de las dosis. Marcos (Carlos Portaluppi) es el más antiguo, a punto de ascender a la supervisión del área. Gabriel (Ignacio Rogers), el novato, que toma a Marcos como referente laboral y también de punto para hacer de las suyas. A Marcos se lo ve incómodo desde el inicio ante la llegada del joven, lo convierte en sospechoso desde el primer encuentro. La galantería y falsedad de Gabriel se despliega a puro motor para hacer lo que se le antoja, al punto de desestabilizar por completo la existencia de Marcos.
El abc del psicópata se vislumbra desde el inicio, carismático y adulador, manipulador y entrometido, Gabriel llega a darle un vuelco a la vida monótona de Marcos. Los psicópatas se caracterizan por su falta de empatía y poder de manipulación. Se pone en juego entonces una lucha de poderes, una suerte de juego del gato y el ratón donde la imprevisibilidad genera un suspenso atípico a lo hora del relato laboral. Los pacientes una vez ingresados están al cuidado exclusivo de medicxs y enfermerxs. Esa precariedad manifiesta es el festín ideal del psicópata enfermero en una historia donde nadie es inocente, ni el sistema ni sus agentes.
Desde que se instauró el aislamiento social y obligatorio, a las 21 horas salimos a los balcones a aplaudir la labor de medicxs, enfermerxs y trabajadorxs esenciales que se exponen al virus a diario. Olvidamos, también a diario, lo esencial de sus tareas y la desigualdad económica que afrontan, como en casi todo rubro laboral. En La dosis el personaje de Marcos es quien representa a esa clase media trabajadora y de recursos poco suculentos. Sin vacaciones hace años, por decisión propia pero también por falta de cuidado de su empleador, mudado a una pequeña habitación rentada, come arvejas de cena y descuida su salud por sus obligaciones laborales.
Alguna vez nos hemos topado con la mítica imagen de enfermera en la sala de espera, la famosa fotografía Silencio hospitalario de Juan Craichik donde la modelo argentina Muriel Mercedes Wabney nos pide con su dedo en la boca permanecer callados. Así, en silencio, es donde sucede el horror. O la liberación. O lo que subyace entre medio, donde la dosis “adecuada” encuentra su lugar. Ese silencio de hospital es constitutivo a la trama, donde la exposición del paciente es completa y su destino está a merced de otrxs.
La puesta en escena es decisiva y la estética hospitalaria invade los fotogramas, hasta parece oler a alcohol y desinfectante, ese olor particular de los nosocomios. La luz blanca y lo insípido de los ambientes se prestan como escenario ideal para la contienda laboral. Liberación o condena, crimen o compasión. Esta dicotomía estructural se desarrolla a lo largo del film en un entrevero de perversidad. Así es como en La dosis los protagonistas se disputan el control de la administración de las dosis y los límites entre el cuidado y el abuso⚫

Titulo: La dosis
Año: 2020
País: Argentina
Directores: Martín Kraut
