Por Mauro Lukasievicz
¿Cómo llegaste al proyecto musical Tonolec y en que momento supiste que tenías que realizar una película sobre él?
Conozco a Diego y Charo desde 2011 cuando los convoqué para ser parte de una serie documental sobre procesos creativos de diversos artistas que se llamó Polifonía y que se emitió en Canal Encuentro y Televisión Pública de Argentina y en TNU de Uruguay. Ya en aquel momento, vi nacer la primer canción guaraní que ellos componían y me contaron su voluntad de ampliar el universo sonoro que venían trabajando, que hasta ese momento había estado inspirado sobretodo en la música y la cultura Qom. Tiempo después, fue Tonelec quien me convocó con la propuesta de documentar este nuevo proceso de descubrimiento y aprendizaje que estaban por iniciar con las comunidades guaraníes. Para ellos era importante dejar registro de esa metodología que es piedra angular de su trabajo, el adentrarse en las comunidades, conocer la música y la cultura de primera mano, y dejarse impregnar por lo que la experiencia a la que se entregan. Con el apoyo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el plan fue acompañarlos en sus primeros viajes a las aldeas, y registrar lo que pasaba sin guión previo, con total libertad. Aún no sabíamos si estábamos haciendo una película… La estructura de película se construyó recién en el montaje a partir del material existente.
¿Cómo fue el trabajo para filmar en aldeas tan alejadas?
Para visitar las aldeas se requiere de la autorización del cacique. Nosotros llegamos a la aldeas con dos guías musicales locales (Karozo Suetta y Nerina Bader) que vienen trabajando sostenidamente con las comunidades desde hace años. Eso nos abrió las puertas y nos facilitó el acceso. Algunas comunidades están bien adentro en la selva, y el acceso desde la ciudad más cercana solo es posible por vía libre y en vehículos 4×4. Lo que hace un poco complicada la logística. Una vez en las aldeas, nuestra premisa fue llegar primero sin las cámaras, y solo bajar los equipos del vehículo una vez transcurrido el tiempo, entablado el vínculo y teniendo la autorización del cacique y su comunidad. Es una señal de respeto. Al principio (y creo que esto se ve en la película) los primeros encuentros son con cierta tibieza, y quizás una lógica desconfianza, pero ese hielo se rompe rápidamente con la aparición de la música. En ese intercambio sonoro, ya todos estábamos hablando el mismo idioma, y el momento fluía con notable naturalidad.
Más allá de la música resaltan mucho las relaciones humanas y la forma de vida de la gente de las aldeas. ¿Cómo fue el proceso para que se muestren frente a cámara y para que se abran frente a ella?
Sucedió muy naturalmente. En parte creo que porque al ir sin guión preestablecido, no estábamos buscando que algo específico suceda. El trabajo de investigación de Tonelec no era solo buscar una melodía, aprender un par de frases de la lengua nativa y ya, sino también impregnarse de una cosmogonía, y entender que función cumple la música en la corazón social de la comunidad. En el caso Mbya, la música es pilar de una educación, de una transmisión de valores, de un legado, por lo que una cosa llevó a la otra. La música fue el canal de entrada, para descubrir otras cosas. La forma en que crían a sus hijos, su relación con la naturaleza, con la espiritualidad, con el tiempo. No hubo que pedirles que se abran, por que la música misma ya nos había conectado.
¿Qué aspectos descubriste de la música guaraní?
La música guaraní es bastante distinta a la música qom en su sonoridad, y sobretodo en la función social que cumple dentro de sus comunidades. Mientras la música qom tiene ese aura ¨sagrado¨ y ¨ritual¨ en donde sus cantos son entonados por los adultos, la música guaraní es casi exclusividad de los niños y es cantada en coro. Sus cantos son formativos, es decir que los guaraníes utilizan la música como una forma de transmitir y mantener vivos sus valores a través de los chicos, y al ser entonados por ellos también adquieren un tono más lúdico. Esto fue especialmente interesante de ver en el proceso de inspiración de Tonolec, ya que los obligó a correrse de lo que habían hecho anteriormente, especialmente a Charo que debió acercar su registro vocal al del canto de los niños. Yendo a lo formal la música guaraní tiene algunos rasgos distintivos inconfundibles. Una forma circular, sin diferencia entre estrofa y estribillo, el rasguido constante de la guitarra tocada ¨al aire¨ (sin usar la mano izquierda) y manteniendo siempre un único acorde, los takuapú (caña de bambu agujerada) que golpean las niñas contra la tierra a modo de percusión, las maracas, el violín que se suma muchas veces, y la inconfundible voz de los niños cantando en coro.
¿Cómo ves a futuro las luchas de los pueblos originarios y que sentís que debería cambiar?
Lo primero que quiero decir es que la forma en que se den las luchas de los pueblos originarios deben determinarlas las propias comunidades, sus líderes y sus propios mecanismos de representación. Quiero ser muy respetuoso de eso y no caer en acercarles ¨formulas¨ ni decirles lo que deberían hacer. Nuestro humilde aporte como músicos y realizadores, es ser difusores. Mostrar que estas culturas están vivas y que habitan nuestro mismo suelo. Pienso que cuando yo era chico e iba a la escuela pública primaria, me hablaban de los pueblos originarios en tiempo pasado… Hoy siento que esa percepción está cambiando. Creo que acá somos nosotros quienes tenemos una batalla que hay que sostener: Cambiar nuestra mirada sobre los pueblos originarios. Siempre desde el respeto y haciendo foco en lo que ellos tienen y lo que ellos son. A veces noto que hay una tendencia general a estar haciendo siempre foco ¨en lo que les falta¨ e ignorar lo que tienen: una cosmogonía ancestral, una cultura y un arte milenarios, y una capacidad para vivir en equilibrio con la naturaleza de la que tenemos mucho que aprender.
El canto del tiempo tuvo su estreno en el BAFICI ¿Cómo fueron esas proyecciones y cómo fue la recepción por parte del público?
El estreno en BAFICI fue hermoso. Tanto en el BAFICI como en otros festivales, los debates posteriores fueron muy animados, con la gente mucha curiosidad por saber más de estas culturas. Es muy interesante lo que sucede con el público en la salas, la experiencia colectiva. Se me acercó gente entre lágrimas a abrazarme, diciéndome que la película los había emocionado. No me lo esperaba sinceramente. Creo que es la fuerza de la proyección en sala. La entrega y predisposición que supone en el público, más en una relato como el nuestro, muy sonoro, muy inmersivo, muy musical. Al mismo tiempo siempre la gente me pregunta. ¿Cuando va a poder verse en Youtube?. Es una encrucijada para quienes somos realizadores en este tiempo: la posibilidad de llegar con una película austera y pequeña como la nuestra a un gran público por la vía online, y la dificultad extrema de poder conseguir exhibición en salas fuera del circuito en festivales. Hay que lidiar con eso, lo que si tengo claro y pude comprobar, es que nuestra película exhibida en salas genera en la audiencia algo que online no podría. Por suerte tuvimos un buen recorrido por festivales, y tuvimos más de 20 selecciones hasta el momento, entre Argentina, Paraguay, Brasil, Chile, México, Uruguay, Trinidad&Tobago, EE.UU, Francia, España.
¿Te encontrás trabajando en otros proyectos?
Estoy comenzando a desarrollar un nuevo proyecto, también documental, pero esta vez con algunos elementos de ficción. Pero sin prisas ni apuros. mis desarrollos se cocinan a fuego lento. El canto del tiempo me llevó 6 años…
Título: El canto del tiempo
Año: 2019
País: Argentina
Director: Mana García