“Vivir y sobrevivir”
Por Agustina Osorio.
La cámara se posa quieta sobre la cara de un hombre iluminado por un fogón, mientras una voz fuera de campo cuenta algo sobre un pasado que, verdadero o no, va modificando ese rostro para interpelarnos de lleno con una breve mirada que rompe la cuarta pared.
En un plano más abierto, vemos la mañana de estos compañeros que comparten la vida en la calle, que no es la calle, sino un edificio abandonado. Eso solo es suficiente para llevarme de regreso al “Bepo” de Hugo Nario. A pesar de las diferencias, de no conocer las circunstancias ni motivos por los cuales Palermo y Jorge viven en ese lugar alejado del mundo de confort que pareciera estar ahí a mano (para quienes puedan alcanzarlo), no puedo dejar de pensar en los linyeras, los crotos, los changas o cirujas o como decidan llamarlo en cada lugar. Aquellas personas fuera del sistema, al margen. En la época que relata Nario eran verdaderos libertarios, anarquistas que no querían estancia ni patrón, ni jefes ni familia, ninguna atadura. Hoy sabemos que el sistema no da lugar para quienes, por diferentes motivos, no “producen”, no se vinculan ni asientan de acuerdo a las reglas conocidas. Los “fuera de la norma” pueden vivir y sobrevivir en un edificio abandonado, recibiendo una vianda con comida caliente, cada tanto, sin que eso provoque un desequilibrio en ese mismo sistema que excluye.
Palermo y Jorge tienen su rutina. Se levantan, se asean, juntan leña para hacer el fuego, tomar unos mates y leer las noticias, luego arman la cama y pelean con la perra que quiere subirse antes que esté hecha, tal como podemos hacer cualquiera de nosotrxs. El interés por los conflictos internacionales mientras leen el diario, también me remiten a aquellos linyes de los que hablaba Nario. Las escenas pendulan (o me hacen pendular) entre esa realidad o la más dura que es aquella no elegida, la situación contraria a la de quienes soñaban con la libertad absoluta (si bien en ese mismo libro, uno de sus protagonistas sentencia “La libertad termina cuando empieza la necesidad”. Hay rutina, sí, pero los tiempos son otros. Más lentos seguramente que aquellos que dictan la vida de “producción”… y vuelvo a recordar esas frases como: “Yo había aprendido en esos meses de vía con Quirurga que crotiando, el tiempo no contaba (…) ¿Qué apuro tiene? ¿Quién lo espera? ¿A dónde tiene que ir? ¿Qué patrón está tocando el pito de la fábrica?”[1]. Ninguno. Nadie espera nada de Palermo y Jorge. Ellos dos no están en el calendario de nadie, ni tienen a nadie en su propio calendario.
Hay una visita que está en la misma situación. En la charla, alguno de ellos menciona la expresión de “estar en situación de calle”, aquella utilizada entre los equipos de quienes trabajamos en lo social que a veces nos suenan a eufemismos para evitar palabras que duelen más o para eludir aquello que llamamos estigmatizar. En este caso, en boca de ellos mismos, se resignifica y nos hace pensar.
Quizás la mayor destreza de su director, Gonzalo Almeida, sea la de posicionarse a una distancia que permite observar en detalle para interpretar. Porque solo nos queda la interpretación, ya que nunca estaremos dentro del micromundo de Jorge y Palermo. Porque los miramos sentados en la comodidad de nuestro hogar. Pero, qué necesario es saber que, al costado de una calle transitada de la ciudad, hay un universo con otra realidad.
Si bien el documental está situado por completo dentro del edificio abandonado, sus dimensiones permiten que haya escenas dentro de la estructura y en los jardines que, si bien abandonados, forman parte de un entorno de supervivencia más cercano a lo rural. Los ruidos están presentes marcando estos contrastes. Por momentos, la calle, los autos, las sirenas y por otros, los pájaros y el viento entre las hojas.
La historia es un vistazo a una vida cuyos tiempos y reglas son distintas a las nuestras. Dentro de la rutina mostrada, hay algo que se relata gracias a los protagonistas y a los elementos de ese escenario tan particular. Todo es aprovechado para la narración.
Una historia que empieza y termina con miradas que permanecen durante un tiempo, para que puedan penetrar y trascender lo efímero de casi todo lo que nos rodea.
[1] Nario, H. (1988) “Bepo. Vida secreta de un linyera”, pg. 33
Titulo: El Vaticano
Año: 2020
País: Argentina
Director: Gonzalo Almeida